8/20/2023

Pablo ¿traidor, iluminado, apóstata? Pablo a la luz de los textos de Qumrán.

BS"D


Por Rafael Refaelí.

 

Esta es una de las cuestiones que mayor número de veces me habéis planteado y aunque a todos he respondido, sin embargo, he creído conveniente reunir en un solo documento cada una de las respuestas ofrecidas, ampliando un poco más si cabe todas y cada una de ellas.

Así pues confío que aquí se vean disueltas las dudas y resueltas las incógnitas que plantea la persona de Pablo (Shaul) para quienes se han puesto en contacto conmigo tanto desde el judaísmo, como desde el cristianismo (éstos por curiosidad más que nada) y como no podía ser de otra forma, también los llamados "mesiánicos", y en especial a quienes de entre ellos han comenzado a sospechar que hay demasiadas sombras en sus postulados.

Lamentablemente por motivos de espacio nos vemos limitados a exponer solo una pequeña parte de la información existente, una información que si pudiéramos ofrecerla al completo todavía ayudaría a clarificar más los hechos que ocurrieron a lo largo de la segunda mitad del primer siglo y que acabaron con el nacimiento de una nueva religión.   

 

Obviaremos profundizar en el punto de vista cristiano porque es de todos conocido cual es el criterio que sustentan. Por otro lado, un criterio perfecto, pero exclusivamente válido solo para el cristianismo. E intentaremos descubrir cuál fue la verdadera personalidad y el verdadero carácter de Pablo (Shaul) partiendo desde una perspectiva judía, a la vez que para apoyar ésta visión aportaremos pruebas históricas y opiniones eruditas que sin duda otros cuestionarán, pero que en cualquier caso son difícilmente rebatibles.

Me gustaría contentar a todos ofreciendo una respuesta sincrética que agrade por igual a unos y a otros, pero eso lamentablemente no será posible; puesto que me sustento en procesos históricos irrenunciables académicamente. Quienes prefieran mantener su fe impoluta, abandonen ahora la lectura de este documento.

 


 

Cualquier Enciclopedia Católica o documento de referencia cristiana, enseña que para el cristianismo Pablo (Shaul) es:

 

Saulo, llamado más tarde Pablo, era natural de Tarso. Era un hebreo bien formado en la Ley de Moisés con el fariseo Gamaliel. Ingresó a la severa secta de los fariseos, convirtiéndose en un perseguidor y enemigo de cristo. 

Lo apasionado de su persecución lo llevó a ofrecerse al sumo sacerdote, luego de haber tomado parte en la lapidación del diácono Esteban, para ir a Damasco a arrestar a todos los judíos que confesaran a Jesús.

Según la costumbre judía, desde los cinco años debió de aprender a leer en la Biblia hebrea. Desde su juventud, Pablo aprendió igualmente la lengua griega, que era la corriente en Tarso. Por razón de su educación farisea, se duda si frecuentó también alguna de las muchas escuelas griegas, en aquel importante centro de cultura helenística. Pablo (Shaul) cita incluso algunos escritores griegos (Arato, Phaen. V, 429 [Hch 17:28]; Menandro, Thais [1 Co. 15:33]; Epiménides, Or. [Tit. 1:12)).

Pablo es la personalidad más influyente en la historia del cristianismo. Desde su conversión en el camino de Damasco su vida estuvo siempre dominada por una ardiente devoción a cristo, quien se convirtió en el motivo, el objeto y el motor de su predicación, que ha marcado la dirección del cristianismo desde entonces.

 

En ésta síntesis nos encontramos con tres premisas denunciadas no solo por eruditos judíos, sino también por historiadores y teólogos cristianos independientes, en el sentido de que el cristianismo de Pablo era fundamentalmente filosofía griega y que el cristianismo debe su evolución y existencia precisamente a Pablo y no a Yeshú o sus más inmediatos seguidores. Y el reconocimiento expreso (¿confesión quizá?) de que la persona de Pablo (Shaul) es incluso más influyente que la del mismo Jesús (Yeshú). En definitiva que Pablo es el responsable de la maquinaria teológica cristiana. Pablo creó al Yeshú cristiano, a Jesús.

Si nos conformamos con éste dato, ya nos basta para convencernos de que la traición de Pablo es un hecho que no admite réplica. Contundente entonces y contundente hoy.

 

Pero dejando de lado las cuestiones que competen solo al cristianismo, vamos a investigar si ésta declaración se corresponde con la realidad y con la historia.

Una historia que aunque parezca poco relevante, a ella tienen mucho que aportar los manuscritos de Qumrán.

Cuando se descubrieron los Rollos del Mar Muerto en 1947 se generó un enorme entusiasmo, tanto en los círculos académicos como entre el público en general. Pero para 1954 ese entusiasmo inicial había sido apaciguado con gran maestría y sospecha. Se afirmó entonces que los rollos, habían revelado todo lo que tenían que revelar, y se eliminó cualquier atisbo de dramatismo a ese desenlace. 

 

Las primeras traducciones revelaron que existían notables diferencias entre el Yeshú de la historia y el cristo de la fe.

Este descubrimiento no fue ajeno a la todopoderosa y omnipresente institución vaticana, y una sombra siniestra se cierne sobre las investigaciones, tanto que todo lo relacionado con los rollos y las traducciones en curso acabaron en las oficinas de la moderna Inquisición, "el tribunal para la defensa de la fe". Cualquier fechado, traducción e interpretación  estaba ahora sujeta al severo escrutinio eclesiástico, una estrecha y feroz vigilancia para evitar que saliera a la luz cualquier dato o documentación que pusiera en peligro la dogmática cristiana tradicional.

 

Quizá os estéis preguntando que tienen que ver los rollos de Qumrán con la pregunta que da pie a este artículo y que pretende descubrir qué o quién fue Pablo realmente. Afortunadamente para nuestra investigación; existen vínculos entre algunos de los textos encontrados en Qumran y Pablo, como podremos comprobar.

 

Cualquier persona ha oído hablar de Alejandro, César, Confucio, incluso Mahoma, como personajes históricos todos ellos, y en ese conocimiento se puede llegar a discernir lo puramente legendario y mítico de la realidad de su propia existencia como individuos. Pero para conocer a Pablo (Shaul) y las consecuencias de su actitud, hay que conocer primero al Jesús histórico, diferenciar al Jesús Histórico del Jesús Teológico es una labor dificultosa que se ve entorpecida muchas veces por quienes se encargan de mantener yuxtapuestos ambos conceptos. En el cristianismo la historia y la teología se hallan enredadas de tal manera que hoy por hoy son inseparables. Sin embargo, cuando se examinan por separado se descubre que una es una amenaza terrible para la otra. En este sentido ha resultado más práctico eliminar todas las vías que las separan.

Ver a Yeshú como vemos a cualquier otro personaje histórico equivale dentro del cristianismo a una blasfemia.

 

Y nuevamente os estaréis preguntando ¿Qué tiene que ver Yeshú con Pablo? pues aquí radica la cuestión fundamental, que uno y otro no tienen nada en común y a pesar de lo cual, Pablo se erige en la figura primordial del cristianismo como creador, inductor y propagador de la supuesta doctrina de cristo. Y porque no tienen nada en común, cuando descubrimos al Yeshú histórico, podemos concluir que además de traidor, Pablo era un “iluminado”, pero un iluminado visionario como aquellos que aseguran tener visiones celestiales cada tarde de seis a siete.

 

Los rollos de Qumrán nos conectan con ambos personajes, solo que nos presentan un cuadro muy distinto al edificado por el establishment eclesiástico. 

 

En el artículo Textux Receptus tocamos un tema tabú para el cristianismo, así que no entraremos en este a redundar sobre lo mismo, tan solo un inciso, y es que cualquier especialista bíblico serio reconoce que los evangelios son históricamente poco fiables en el que judíos y romanos se parecen más a los extras de un film hollywoodense que a individuos que escriben historia, la ausencia total de referencias sociopolíticas, culturales y de otra índole social y religiosa demuestran que los evangelios fueron compendiados para sustentar una religión nueva mucho más que para describir a un hombre. 

 

Después de los evangelios la que tenía que haber sido la figura central (Yeshú) se diluye para dejar paso a la apisonadora de Pablo y su versión particular del "cristo". Todo se limita a Pablo en un libro en el que casi el 90% gira en torno a su persona y a su proclama. Si los Evangelios no son más que una simplificación excesiva de un mito, los Hechos de los Apóstoles consisten en una especie de novela picaresca: una novela picaresca que además está pensada para fines específicamente propagandísticos y con Pablo como protagonista. Quizá dé alguna idea sobre la mentalidad, las actitudes y las aventuras y desventuras de Pablo, pero no ofrece ninguna visión fiable del mundo en el que Pablo se desenvolvía.  

 

Ninguna referencia a Roma, a Claudio, Nerón y el famoso incendio, a las intrigas sirias ni a los devaneos aristocráticos de Agripa o el destierro de Antipas, nada. No hay mención alguna a nada. Esto es desesperante para cualquier historiador. Es como si el Israel de entonces se limitará a Pablo y a su proclama incendiaria.

 

Se conoce más del mundo de Yeshú y Pablo (Shaul) por lo que citan otras fuentes que por lo que narran los escritos cristianos. Fuentes que dicho sea de paso no mencionan nada de Yeshú, o cuando lo hacen suelen ser referencias de escasa importancia.

 

Es por ejemplo gracias a los rollos de Qumrán que conocemos todo un mundo de partidos y sectas judías que es impensable encontrarlo siquiera someramente mencionado en el "Nuevo Testamento". Un mundo de rivalidades religiosas, políticas, de creencias, ritos diversos etc. Pero sobre todo, del estado de ánimo que existía en el Israel de la época contra la dominación romana.

 

Sería estupendo poder ampliar esta serie de datos haciendo un recorrido por cada una de las sectas judías presentes, puesto que Yeshú parecía tener conexión con todas y a la vez nada en común con ninguna. Pero lo dejaremos para otra ocasión porque el cúmulo de información existente es demasiado extenso como para incluirlo ahora.

Aunque parezca infundado, algunos de los manuscritos de Qumrán son de una importancia incalculable, ya que revelan las zonas oscuras de la religión cristiana y muestran entre otras cosas que dentro de la primera comunidad seguidora de Yeshú, hubo efectivamente un mentiroso, y un traidor.

 

La iglesia cristiana se apresuró a eliminar todo vínculo que aparecía en los textos ya traducidos y que conectaban al movimiento surgido alrededor de Yeshú con los esenios o algún grupo escindido de estos, al principio no por supuesto, dado que la idea que entonces se tenía de los esenios es que era un grupo quietista irrelevante. Pero cuando aparecen las figuras del mentiroso, del traidor, de Santiago (Ya’acov ben Yosef Pandira) etc, rápidamente la iglesia prefiere evitar cualquier relación de los esenios con el cristianismo, y en esta tarea el tribunal para la defensa de la fe tuvo mucho que ver. 

 

Veamos los hechos; Robert Eisenman, jefe del departamento de Estudios Religiosos y profesor de Religiones de Oriente Medio en la California State University de Long Beach tradujo algo interesante. Eisenman había sido estudiante en Cornell en la misma época que Thomas Pynchon. Allí estudió literatura comparada con Vladimir Nabokov, y se licenció en Física y Filosofía en 1958; recibió el máster en estudios de hebreo y del Próximo Oriente en la New York University en 1966. En 1971 la Columbia University le concedió un doctorado en Lenguas y Culturas de Oriente Medio, centrado específicamente en historia y en derecho islámico. También ha sido miembro externo de la Universidad de Calabria, Italia, y ha dado conferencias sobre derecho islámico, religión y cultura islámica, los rollos del mar Muerto y los orígenes cristianos en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En 1985-1986 fue investigador residente en el William F. Albright Institute of Archaeological Research de Jerusalén, y en 1986-1987 miembro visitante senior del Linacre College, Oxford, y profesor visitante en el Oxford Centre for Postgraduate Hebrew Studies.  

Eisenman escribió ‘Maccabees, Zadokites, Christians and Qumran’ (‘Macabeos, sadoquitas, cristianos y Qumrán’), publicado en 1983 por E. J. Brill de Leiden, Holanda. El libro era exactamente lo que uno podía esperar de esa clase de autor cuando escribe para un editor académico. Había más notas al pie que texto. Había una exposición de enormes conocimientos históricos y una formidable mezcla de fuentes y referencias. 

Pero había también una tesis central de estimulante lucidez y sentido común en la que se desvela la hasta ahora desconocida relación entre los rollos de Qumrán y la figura de "Santiago" (Ya’acov ben Pandira) el hermano de Yeshú. Para sorpresa de los arqueólogos, filólogos y demás eruditos e investigadores de los textos apareció la disputa que Ya’acov ben Pandira había mantenido con Pablo la cual aceleró el surgimiento de una nueva religión llamada cristianismo, este se trataba de un eslabón de incalculable valor historiográfico que venía a desvelar muchas incógnitas, una de ellas, que Pablo efectivamente había sido un traidor, y un apóstata, pero no solo para el judaísmo fariseo tradicional, sino también para la secta de Yeshú de la cual Jerónimo dijo: 

Estos nazarenos eran celosos al extremo de la ley de Moisés, no diferenciándose en nada de los demás grupos judíos fariseos habidos en Israel, excepto porque tenían como maestro a Yeshú”. 

Evidentemente que este hallazgo alertó a los eruditos más ortodoxos del cristianismo, tanto que se tomaron todas las precauciones para que este dato continuará permaneciendo en el más absoluto secreto, hasta que lo descubrió Eisenman.

Otro erudito, el profesor Davies había insistido en la eterna confusión de teología e historia. Se enseña el Nuevo Testamento (Brit HaJadashah) como un relato literal y preciso de los hechos del primer siglo. Y si uno toma el Nuevo Testamento -los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles- como incontrovertible realidad histórica, resulta imposible hacerles justicia académica a los rollos. En efecto, el doctrinario cristiano como suele decirse, “manda, aunque mande mal”.

Las cuestiones suscitadas son muchas; los textos eran pre o poscristianos, y hasta qué punto coincidían con las actividades de Yeshú, alrededor de 30 E. C. ¿Y con los viajes y las epístolas de Pablo, aproximadamente entre 40 y 65  E.C.?. ¿Y con la composición de los Evangelios, entre 70 y 95 E. C.? Cualquiera que fuese la fecha que se les adjudicase, eran un evidente cauce de problemas para el cristianismo, pero el nivel de esos problemas podía inclinar el fiel de la balanza en favor de la verdad histórica. Si por ejemplo, se podría datar los rollos como muy anteriores a la era cristiana, podían comprometer la originalidad y singularidad de Yeshú: podían mostrar que algunas de sus palabras y conceptos no eran enteramente suyas sino que provenían de una corriente de pensamiento, enseñanza y tradición ya establecida y que estaba todavía en el aire. 

Pero si los rollos databan de la época de Yeshú, o poco después, las dificultades podían ser aún mayores. Se los podría utilizar para sostener que el “Maestro de Justicia” (Moreh HaTzedek) que figura en ellos era el propio Yeshú, y que por lo tanto los contemporáneos no veían a Yeshú como nada de ninguna de las cosas que más tarde le adjudicaron. 

Tomando por ejemplo un importante manuscrito “La regla de la comunidad” leemos que  habla de aquellos “que caminan por el sendero de la perfección como si los mandara D-s”. No habrá, afirma el texto, “piedad para los que se aparten del camino..., no habrá consuelo... hasta que su camino sea perfecto”.  

En Mateo 21:42, Yeshú invoca al profeta Isaías 28:16 y se hace eco del Salmo 118:22: “La piedra que los constructores desecharon en piedra de clave se ha convertido”. La “Regla de la comunidad” invoca la misma referencia, al afirmar que “el Consejo de la Comunidad... será esa probada pared, esa preciosa piedra angular”.

Si los rollos de Qumrán y los Evangelios se hacen eco unos de otros, esos ecos son todavía más evidentes entre los rollos y los textos paulinos: los Hechos de los Apóstoles y las epístolas de Pablo. El concepto de “santidad” , por ejemplo, y por supuesto la propia palabra "santo”, son muy comunes en el cristianismo más tardío, pero sorprendentes en el contexto de los rollos del mar Muerto. No obstante, según la primera línea de "La Regla de la comunidad": “El Maestro enseñará a los santos a vivir de acuerdo con el Libro de la Regla de la Comunidad…”. 

¿Cuál era este libro de la Comunidad?, la Torah.

Pablo (Shaul) utiliza abundantemente conceptos qumránicos. Uno de los textos de Qumrán, por ejemplo, habla de “todos aquellos que observan la Torah en la Casa de Yehuda, a quienes D-s librará... a causa de sus padecimientos y a causa de su fe en el Maestro de Justicia". Pablo, por supuesto, atribuye un exagerado poder redentor similar a la fe en Yeshú. La justicia de D-s, dice en su carta a los Romanos (3:21-3), llega “por la fe en Yeshú”. A los Gálatas (2:16-17) les declara que “el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Yeshú”. Queda claro que Pablo está familiarizado con las metáforas, los giros, la retórica utilizada por la comunidad de Qumrán en su interpretación de los textos del Tanaj. Pero, como veremos, fuerza esta familiaridad al servicio de un propósito muy diferente. Hemos visto que la enseñanza era contundente: “El Maestro enseñará a los santos a vivir de acuerdo con el Libro de la Regla de la Comunidad…”, Pablo sin embargo, se relaja tanto como para borrar de un plumazo la significancia y el valor eterno de la Torah para el pueblo de Israel, ¿era pues un apóstata o no lo era?

Sus intentos por persuadir a los judíos, especialmente los residentes fuera de Israel, para que se aferraran a la fe que él proclamaba al margen de la Torah, se vieron (gracias a H') completamente abocados al fracaso. Rechazado por los judíos, se fue a los gentiles, los cuales no le pondrían ningún reparo.

En su carta a los Gálatas, Pablo renuncia a la validez de la Torah y a su preeminencia en la vida judía. Pero en los textos de Qumrán la Torah es de vital importancia. La "Regla de la comunidad" comienza así: “El Maestro enseñará a los santos a vivir de acuerdo con el Libro de la Regla de la comunidad, para que puedan buscar a D-s... y hacer ante Él lo que es bueno y justo, como Él ordenó mediante Moshe y todos Sus servidores los Profetas…”.

Más adelante, la "Regla de la comunidad" establece que todo el que “transgrede una palabra de la Torah de Moshe, o cualquier otro punto, será expulsado” y que la Torah durará “mientras dure el dominio de Satán”.

En su observancia de la Torah, Yeshú, sorprendentemente, está mucho más cerca de los textos de Qumrán que de Pablo. En el Sermón de la Montaña (Mateo 5:17-19), Yeshú deja clara su postura, aunque después él mismo la traiciona al igual que el mismo Pablo.

Dejemos por un momento la ya demostrada traición de Pablo y veamos que tenía de iluminado.

El Documento de Damasco

El mundo de la erudición bíblica sabía de la existencia del Documento de Damasco el Sefer Berit Damashek (ספר ברית דמשק) desde mucho antes del descubrimiento de los rollos del mar Muerto en Qumran.  Pero al no disponer de un contexto, los estudiosos no sabían de que manera abordarlos. A finales del siglo XIX, se descubrió que el desván de una antigua sinagoga de El Cairo contenía una geniza que procedía del siglo IX E.C. En 1896, unos cuantos fragmentos de ésta geniza fueron confiados a un tal Solomon Schecter, un profesor de la Universidad de Cambridge que estaba en ese momento en El Cairo. 

Resultó que un fragmento contenía la versión hebrea original de un texto que durante mil años sólo había sido conocido en traducciones secundarias. Eso incitó a Schecter a profundizar su investigación. 

En diciembre de aquel mismo año, juntó todo el contenido de la geniza -164 cajas de manuscritos en las que iban 100.000 piezas- y se las llevó consigo a Cambridge. Del conjunto de material salieron dos versiones de lo que se conocería como "el Documento de Damasco". Las versiones de la geniza de El Cairo eran, por supuesto, copias posteriores de  una obra mucho más antigua. Los textos estaban incompletos, los finales estaban ausentes y quizá  faltaban porciones grandes en el medio.

Pero el Documento de Damasco iba a representar para las tésis cristianas una auténtica bomba de relojería. Schecter lo publicó por primera vez en 1910. En 1913, R. H. Charles lo reeditó en su compilación de The Apocrypha and Pseudoepigrapha of the Old Testament. El Documento de Damasco habla en primer lugar de un grupo de judíos que, a diferencia de sus correligionarios, permanecieron fieles a la Torah. Entre ellos apareció un "Maestro de Justicia" Que como Moshe, los llevó al desierto, a un lugar llamado "Damasco", donde establecieron una renovada "Alianza" con D-s. 

Numerosas referencias textuales confirman que esa Alianza es la misma que encontramos en la Regla de la comunidad de Qumrán. Y es evidente -ningún especialista lo discute- que el Documento de Damasco habla de la misma comunidad que los otros rollos de Qumrán. Sin embargo, se dice que la comunidad está situada en Damasco. Resulta claro, por el contexto del documento, que el lugar del desierto llamado "Damasco" no puede de ninguna manera ser la ciudad romanizada de Siria.  Se hallaron  no menos de diez copias o fragmentos del Documento de Damasco en las cuevas de Qumrán y las evidencias arqueológicas vinieron a demostrar que ese "Damasco" como punto geográfico, no era la ciudad siria, sino un lugar concreto en un punto determinado del desierto de Judea.

De nuevo Eisenman descubre un hecho incontrovertible y altamente pernicioso para la institución eclesiástica. 

El  Documento de Damasco se hace eco del "Rollo del Templo", al referir asuntos de interés reservado de una disputa en la comunidad que tiene un papel más importante en otro de los rollos del mar Muerto, el "Comentario de Habacuc". Esta disputa involucra a un hombre nombrado como "el Mentiroso", que deserta de la comunidad y se convierte en su enemigo. El  Documento de Damasco condena a los “que entran en la Nueva Alianza en la tierra de Damasco, y que de nuevo la traicionan y se van". Poco más adelante, el documento habla de los "que desertaron pasando al bando del Mentiroso”.

La mención a Damasco es conocida en el cristianismo por su relato en el que Pablo es encomendado a llevar una misión de busca y captura a ese lugar y en el que en el transcurso de su viaje, Pablo tiene una visión que transformaría su vida y la historia. Pero Siria, en esa época, no era parte de Israel, sino que era una provincia romana distinta, gobernada por un legado romano, sin vinculación administrativa ni política con Judea. Es ahistórico afirmar que Pablo recibiera el permiso de Roma para perpetrar crímenes y promover revueltas en una provincia distinta a la propia. Efectivamente recibió órdenes de los sacerdotes de Jerusalem, pero ni pensar en recibir el permiso romano para semejante fin. La estabilidad del orden civil era el caballo de batalla de los gobernadores romanos, mantener la paz era prácticamente el único deber al que se consagraban una vez pisaban tierra de Israel. Una actuación tan inconsciente por parte de las autoridades religiosas de Jerusalem había enfurecido tanto a Roma que sin duda se habrían echado encima antes de que se hubieran dado cuenta, ¿operar en otra provincia? ¡ni en sueños se atreverían a tanto los responsables de Jerusalem!

Pero si se entiende que "Damasco" es en realidad Qumrán, la expedición de Pablo cobra de pronto un perfecto sentido histórico. A diferencia de Siria, Qumran quedaba en territorio donde tenían legítimo valor las órdenes del Cohen HaGadol (sumo sacerdote). Sería del todo posible que el Cohen HaGadol en Jerusalén enviase a sus "ejecutores" a extirpar los judíos herejes de Qumran, a sólo treinta kilómetros de distancia, cerca de Jericó. Esa acción se habría ajustado totalmente a la política romana, que se cuidaba de no inmiscuirse en asuntos puramente internos. Los judíos, en otras palabras, tenían total libertad para acosar y perseguir a otros judíos dentro de sus dominios mientras esas actividades no afectasen a la administración romana. Y como el Cohen HaGadol era impuesto por Roma, sus esfuerzos por extirpar correligionarios rebeldes serían tanto más bienvenidos.  

El "comentario de Habacuc" Encontrado en cueva 1 de Qumrán, el "Habacuc Pesher", o “Comentario de Habacuc”, representa tal vez la aproximación más estrecha, en todo el corpus de manuscritos del mar Muerto conocidos, a una crónica de la comunidad o, al menos, a algunas situaciones importantes de su historia. Se centra ante todo en la misma disputa que describe el Documento de Damasco. Esa disputa, que rayaba en un incipiente cisma, parece haber sido un suceso traumático en la vida de la comunidad de Qumrán. Figura no sólo en el Documento de Damasco y el “Comentario de Habacuc” sino en otros cuatro textos de Qumrán; y parece que hay referencias a ella en cuatro manuscritos más.

Al igual que el Documento de Damasco, el Comentario de Habacuc relata cómo ciertos integrantes de la comunidad, inicuamente instigados por una figura identificada como "el Mentiroso" (Shakran / Sheker), se separan, rompen la Nueva Alianza y dejan de observar la Torah. Esto precipita un conflicto entre ellos y el jefe de la comunidad, el "Maestro de Justicia". También se menciona un infame adversario conocido como el Sacerdote Malvado (Cohen ha’rasha). Eisenman ha demostrado de manera convincente que "el Mentiroso" surge dentro de la comunidad de Qumrán. Tras ser admitido por la comunidad y aceptado como miembro de cierta reputación, desertó. Por lo tanto no es solamente un adversario, sino un traidor

No solo por la datación que se hizo de los manuscritos que narran estos sucesos, sino por la exactitud en los hechos socio políticos que se relatan de fondo es que la disputa y el cisma coinciden plenamente con lo que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Camino de "Damasco, Pablo tiene una visión: “Shaul, Shaul, ¿por qué me persigues?”. Shaul le pide a la voz que se identifique. “ Yo soy Yeshú -responde la voz-, a quien tú persigues.”. Ya en Damasco le devolverá la vista un integrante de la “Iglesia primitiva”, y él se dejará bautizar.  Un psicólogo moderno no vería nada especialmente insólito en la aventura de “Shaul”. Puede, por cierto, haber sido producto de una insolación o de un ataque epiléptico. También se la podría atribuir a una alucinación, a una reacción histérica o psicótica, o tal vez, sencillamente, al remordimiento de un hombre impresionable con sangre en las manos. Pero Shaul la interpreta como una auténtica manifestación de Yeshú, a quien nunca conoció personalmente, y se produce su "conversión" y se convierte en uno de sus aprendices o discípulos. Según su carta a los Gálatas (Gá1. 1:17-18), permanece bajo su tutela durante tres años, que pasa principalmente en Damasco. Según los rollos del mar Muerto, el período de prueba y de adiestramiento para un recién llegado a la comunidad de Qumran era también de tres años.

Luego de los tres años de aprendizaje, Pablo (Shaul) regresa a Jerusalén, para reunirse con los jefes de la comunidad. No es de extrañar que la mayoría sospechen de él, y que no se muestren totalmente convencidos de su conversión. En Gálatas 1:18-20, dice que sólo vio a Ya’acov ben Pandira y a Kefa’ (Santiago y a Pedro). Todos los demás, incluyendo los apóstoles (shlujim), parecen haberlo evitado. Le exigen pruebas una y otra vez, y sólo entonces encuentra algunos aliados y empieza a proclamar su "nueva fe". Pero se producen algunas discusiones y, según Hechos 9:29, ciertos miembros de la comunidad de Jerusalén lo amenazan. Para calmar una situación abiertamente de riesgo sus aliados lo envían a Tarso, el pueblo (ahora en Turquía) donde nació. En realidad lo que hacen es eliminar temporalmente un problema, lo envían a su tierra para que difunda allí su mensaje.  

A los responsables de la comunidad "pre-cristiana" les preocupaba más la situación política de Israel que cualquier otra cosa, recordaban que Yeshú les hablaba de "fin de los tiempos", guerra, obtención de espadas etc, y tener al enérgico y todavía sospechoso Pablo (Shaul) cerca les causaba perturbación. Enviar a Pablo (Shaul) a Tarso respondía a una necesidad "beligerantemente mesiánica" si por improbable golpe de suerte ese Pablo (Shaul) advenedizo obtiene hombres, dinero, material bélico o cualquier otra cosa de valor, muy bien. Si en cambio lo destripan, no se lo echará mayormente de menos, ya que es más una molestia que otra cosa. ¿No es esta una afirmación temeraria? no a la luz de lo descubierto en los rollos de Qumrán.

Unos cinco años más tarde, mientras Pablo (Shaul) enseña en Antioquía, se cuestiona el contenido de su trabajo. 

Como explica Hechos 15, varios representantes de la jefatura de Jerusalén llegan a Antioquía tal vez, sugiere Eisenman, con el propósito de verificar las actividades de Pablo. Esos jefes subrayan la importancia de la estricta observancia de la Torah y acusan a Pablo (Shaul) de negligencia, apostasía y total dejadez. Él y su compañero Barnabás (Bar-Naba’) reciben la orden sumaria de regresar a Jerusalén para una consulta personal con la jefatura. Desde ese momento, se abre y se ensancha un cisma entre Pablo (Shaul) y Ya’acov ben Pandira; y el autor de Hechos, en esta disputa, se convierte en apologista de Pablo. En todas las vicisitudes que se suceden, es necesario recalcar que Pablo (Shaul) es, en realidad, el primer hereje "cristiano", y que sus enseñanzas -que sentará los cimientos del ulterior cristianismo- constituyen una desviación flagrante de la forma  original  aprendida, y enseñada por la jefatura. La supuesta experiencia mística de Pablo confundió a los responsables de la secta de Yeshú, Pablo hablaba de cosas que ellos nunca habían escuchado antes, filosofía griega en lugar de palabras de Torah, una extraña fe en lugar de obediencia, gentiles en lugar de judíos, acaba Pablo relegando a D-s y establece, por primera vez, el culto de Yeshú

Pero no termina ahí, cuando escribe a los Gálatas, claramente hace burla de aquellos que conocieron personalmente a Yeshú e incluso expresa que cuanto sean o digan le importa un bledo. Para el 58 ya se había alejado totalmente de aquellos y de su observancia a la Torah. Escribiendo a los Filipenses, afirma que no busca “la justicia mía, la que viene de la Tora…” . Esas son declaraciones provocativas y desafiantes de quien se proclama un renegado. El "cristianismo", tal como se desarrollará a partir de Pablo, ya ha prácticamente cortado toda relación con sus raíces, y ya no se puede decir que tenga algo que ver con Yeshú, sino con la imagen que Pablo tenía de Yeshú.  

Cuando regresa a Jerusalem nuevamente Ya’acov ben Pandira y los demás lo someten a interrogatorio para ver que de verdad había en las acusaciones que se daban contra él en cuanto a que enseñaba contra la Torah. Es una acusación justificada y auténtica a la luz de lo que enseña en sus cartas, pero Hechos no refleja la verdadera respuesta de Pablo y a la vez responde negando toda acusación, y mintiendo. Este es el mentiroso que aparece en los textos de Qumrán, tal y como Eisenman desvela en su libro. En realidad no le someten a un prueba de fidelidad, lo que han pensado para él es mucho más sutil, un castigo por su traición y por su manifiesta apostasía. Deberá presentarse en el Templo, ¿acaso ellos no sabían la que iba a armarse en cuanto le vieran?, sí, lo sabían y por eso lo enviaron allí.

Eisenman llama la atención sobre un pasaje fundamental del “Documento de Damasco”, que declara que “si un hombre transgrede después de jurar que vuelve a la Torah de Moshe de todo corazón y alma, entonces se le aplicará el justo castigo”. 

En todo caso, Hechos se reduce a un choque entre dos personalidades, Ya’acov ben Pandira y Pablo. Eisenman ha demostrado que Ya’acov ben Pandira aparece como el custodio del conjunto original de enseñanzas, el exponente de la pureza doctrinal y la rigurosa observancia de la Torah. La última cosa que se le podría haber ocurrido sería fundar una nueva religión . Eso, precisamente, es lo que hace Pablo. 

El Yeshú de Pablo es un dios hecho y derecho, cuya biografía iguala, milagro por milagro, la de las divinidades rivales con las que compite por devotos: después de todo, para la venta de dioses rigen los mismos principios. Para los valores morales de Ya’acov ben Pandira -en realidad, para los valores morales de cualquier judío-, eso es, por supuesto, blasfemia, traición y apostasía. Dadas las pasiones que despertaban esas cuestiones, no es muy probable que la grieta entre Ya’acov ben Pandira y Pablo (Shaul) se hubiese limitado al plano del debate civilizado.

Durante el conflicto entre Ya’acov ben Pandira y Pablo, la aparición y desarrollo de lo que llamamos cristianismo estuvo en una encrucijada. Si la línea central de su evolución se hubiese ajustado a las enseñanzas de Ya’acov ben Pandira, no habría existido el cristianismo, sino una especie particular de judaísmo herético que podría o no haber llegado a ser dominante. Pero como resultaron las cosas, la línea central del nuevo movimiento se consolidó poco a poco, durante los tres siglos siguientes, alrededor de Pablo (Shaul) y sus enseñanzas. Así, para indudable horror póstumo de Ya’acov ben Pandira y sus compañeros, nació una religión completamente nueva: una religión que cada vez tuvo menos que ver con su supuesto fundador.

Veamos ahora el testimonio de Eusebio de Cesarea, el historiador de la iglesia cuando refiere un dato más que interesante sobre los evangelios:

Libro III. III

8. La explicación es verdadera. Se puede ver cómo los tres evangelistas únicamente refieren por escrito los hechos del Salvador ocurridos un año después del encarcelamiento de Juan el Bautista. Y ellos mismos lo indican al principio de sus relatos.

Los evangelios originales deberían de contener el relato equivalente a un año de la vida de Yeshú, en concreto el año posterior al encarcelamiento de Juan el bautista; pero resumen tres y con una serie de detalles cuyo caracter se circunscribe a la propaganda.

A lo largo de este capítulo III encontramos afirmaciones todavía más interesantes como que dos de las cartas atribuídas a Juan no son de su pluma, la II carta de Pedro tampoco es auténtica, la carta a los Hebreos no es de Pablo, el Apocalipsis no fue escrito originalmente por el mismo Juan llamado evangelista.

XXV 2. A continuación hay que disponer las Epístolas de Pablo, después se ha de decretar como cierta la I Epístola de Juan, así como la de Pedro. Luego, si se desea, el Apocalípsis de Juan, sobre el que a su tiempo manifestaremos lo que se cree de él.

3. Los escritos discutidos... son las llamadas Epístolas de Santiago, la de Judas y la II de Pedro, y las que llaman II y III de Juan, tanto si son del evangelista como si son de alguien con el mismo nombre.

4. Hay que considerar como espurios los siguientes: Los Hechos de Pablo, el llamado Pastor, el Apocalipsis de Pedro, la que dicen que es Epístola de Bernabe, el escrito llamado Enseñanza de los Apóstoles y, como dije, si se desea, el Apocalipsis de Juan. Este escrito es rechazado por algunos pero es reconocido por otros.

XXXIX 16.  Papías Sobre Mateo dice así: «Mateo compuso su discurso en hebreo y cada cual lo fue traduciendo como pudo».

Hay que ver, resulta que casi la mitad del Nuevo Testamento (Brit HaJadashah) no debería de ser tenida en cuenta, las epístolas de Juan II y III, así como el Apocalípsis no están autenticadas de ninguna manera y no son atribuibles al mismo Juan a pesar de que haya quien las quiera aceptar como de su mano. Luego la epístola de Santiago es de origen incierto, y la de Judas no ha de tenerse en cuenta, la II de Pedro queda fuera de la canonización y los que podrían añadir luz acerca de quién fue Yeshú realmente son tenidos por la iglesia oficial como heréticos o espúreos. Será porque el evangelio de Felipe afirma que Yeshú estaba casado, le gustaba dar besos en la boca a todas las mujeres del grupo y o tal vez como sugiere el Evangelio de los Egipcios, a quien les predicó otro seguidor de Yeshú, que la resurrección no fue real sino simbólica, así como lo es el rito del bautismo.

Una de las declaraciones más extrañas que podemos leer en el Nuevo Testamento (Brit HaJadashah) es la afirmación de Pablo: “y si Xristo no ha resucitado vana es nuestra predicación y vana nuestra fe…”: I Cor 15, 14,17.

El concepto de que Yeshú fuera o no el Mesías, es un concepto que podemos comprobar a la luz de las profecías mesiánicas en el Tanaj, pero aquí Pablo empezó por el final, el cristianismo se fundamenta ¿en qué? ¿en la premisa de que Yeshú era el Mesías? ¿o en la resurrección? Pablo debería de haber afirmado que “Si Yeshú no es el mesías, vana es nuestra fe” en lugar de eso fundamenta su creencia en la resurrección de Yeshú, un hecho que no podemos comprobar.

Según la narración evangélica, algunos resucitaron entonces por la acción directa de Yeshú, de alguna manera la resurrección de Yeshú extrañamente se produce en la soledad, ni siquiera el informe de la guardia explicita que clase de cosas raras ocurrieron. Y desgraciadamente, no existe documento extra testamentario que confirme o niegue semejante acontecimiento.

 

Y oh misterios de la existencia, frente al testimonio (supuestamente) riguroso que la guardia da a los líderes religiosos, ninguno manifiesta la más mínima sorpresa o inquietud. Ninguno es presentado asombrándose de un suceso que sin duda alguna debería de haberles convencido o al menos conmovido. A los líderes de Jerusalem, no se les movió ni una ceja.

 

Que resucitara o no, no le plantea ningún problema a la iglesia, que sea el mesías o no, efectivamente sí le plantea problemas. Pero no plantea menos problemas que su nacimiento:

 

Libro I

VII 1. Debido a que Mateo y Lucas transmiten en los Evangelios la genealogía de Cristo de diversos modos y muchos los consideran contradictorios, y por su parte cada creyente se ha afanado en inventar alguna explicación para justificarlos.

 

Si los escritores de los evangelios comienzan su relato a partir del encarcelamiento de Juan el bautista resulta claro que las famosas genealogías son un añadido posterior. De hecho las genealogías se conocían de diversas y diferentes maneras, pero fue Julio el africano quien para el 200 las compuso por primera vez en la forma que se encuentran hoy.

El nacimiento de Yeshú también presenta dificultades desde su inicio, puesto que el nacimiento tal y como es planteado por el cristianismo es de vital importancia para mantener TODO el resto de doctrinas crísticas subsiguientes, y vino sin embargo a ser creído por “historias” y no por evidencias documentales, NI SIQUIERA POR LO RELATADO POR LOS EVANGELIOS, Eusebio de Cesarea en su libro I, cap VII, ap 15 cita finalmente después de hablar acerca del nacimiento de Yeshú: 

Sea como fuere, no se puede encontrar explicación más clara que ésta y por esta razón yo lo creo; asimismo toda persona bondadosa. Y a pesar de no estar atestiguada, cuidémonos de ella, porque una más consistente no puede explicarse. De todos modos, el Evangelio es totalmente verdadero».

Resulta de lo más ilustrativa la manera en cómo se explica lo inexplicable, la historia del nacimiento de Yeshú ¡NO ESTÁ ATESTIGUADA! pero lo peor es que hay que cuidar de la versión en la que la iglesia va a creer porque como dice el texto: “el evangelio es totalmente verdadero”, ¿o habría decir que “es necesaria y obligatoriamente verdadero”?. 

Finalmente y cito a Eisenman: 

“El Comentario de Habacuc una vez ordenado en una secuencia coherente mostró un relato idéntico a la disputa de Hechos, con unos personajes centrales tan cuidadosamente detallados, que las referencias de Josefo acerca de la persona de Santiago (Ya’acov) y el Maestro de Justicia de los manuscritos de Qumrán, mostraban a la misma persona. Al igual que Santiago, el Maestro de Justicia tuvo que pelear con el "mentiroso", alguien que habiendo sido admitido en la comunidad luego se volvió un renegado, riñó con el Maestro, llevando parte del mensaje de su fundador y de los miembros de la comunidad”.

El Comentario de Habacuc narra que "el mentiroso" no escuchaba la palabra recibida por el Maestro de Justicia quien acusaba al mentiroso de haber profanado el Nombre del Santo. El texto literalmente afirma que "el mentiroso" se mofó de la Torah en medio de toda la comunidad y continúa diciendo que descarrió a muchos y creó una congregación sobre la base del engaño.

Luego Pablo (Shaul) utilizará sus cartas para expresar su indignación.

El Comentario de Habacuc declara que la jefatura de la comunidad estaba en Jerusalén al momento del que se habla. Eisenman advierte sobre otro punto que considera de especial importancia. En su epístola a los Romanos, Pablo (Shaul) afirma que “en él se revela la justicia de Di-s, de fe en fe, como dice la Escritura: El tzadik (justo) vivirá por la fe" . El mismo tema aparece en la carta a los Gálatas: “que la Torah no justifica a nadie ante D-s es cosa evidente, pues el justo vivirá por la fe”.  Estas dos declaraciones constituyen, en realidad, el origen del concepto teológico de su fe particular. Son en el fondo, como descubre Eisenman, los cimientos de la teología de Pablo.

Sientan la base desde donde Pablo hará frente a Ya’acov: desde donde proclamará la supremacía de la fe, mientras Ya’acov se cierra en la supremacía de la "Torah".  ¿Pero de dónde extrae Pablo su principio de la supremacía de la fe?  Desde luego, ese principio no era parte aceptada de las enseñanzas judías. En realidad, proviene del Libro de Habacuc donde dice: “el tzadik por su fidelidad vivirá”. Las palabras de Pablo en sus cartas son evidentemente un eco de esa afirmación; y el Libro de Habacuc es sin lugar a dudas la "Escritura" a la que se refiere Pablo.  

Pero El Comentario de Habacuc en Qumrán, cita el mismo pasuk ampliando su significado diciendo literalmente:

“Pero el tzadik por su fe vivirá. Esto concierne a todos los que observan la Torah en la Casa de Judá, a quienes D-s librará de la Casa del Juicio debido a sus sufrimientos y debido a su fe en el Maestro de Justicia". 

 

Y este pasaje equivale en realidad, a una formulación de la doctrina "paulina”. Dice taxativamente que el sufrimiento, y la fe en el Maestro de Justicia constituyen el camino de la liberación y la redención. De ese pasaje de los rollos del mar Muerto debe de haber sacado Pablo (Shaul) los cimientos de toda su teología. Pero el pasaje en cuestión declaró inequívocamente que el sufrimiento y la fe en el Maestro de Justicia llevarán a la liberación sólo a aquellos que observan la Torah en la Casa de Judá.

Pablo descartó precisamente ese énfasis en la observancia de la Torah, precipitando así su disputa doctrinal con Ya’acov y los demás miembros de la comunidad .

Dicho lo cual cabe preguntarse que ¿cómo se puede extraer toda una maquinaria teológica, y tan eficaz a partir de relatos improbados y carentes de cualquier evidencia histórica sólida en su base, además de todo un cuerpo de doctrinas engañosas y fraudulentas haciendo uso negligentemente de enseñanzas sesgadas? La respuesta es que por pura propaganda. Pablo creó al Cristo redentor y vendió su idea a los gentiles no sin antes mentir a la comunidad que le abrió sus puertas, traicionar a Israel, y apostatar de su fe enarbolando la bandera de una supuesta visión en un momento en el que ya había demasiados visionarios.

Creo que ya me he extendido demasiado, y no es mi deseo que nadie se aburra leyendo; y aunque todavía queda mucho por decir, ya habrá momento para hacerlo, sin duda.

II PARTE: El secreto mejor guardado de Pablo.

Siguiendo donde lo dejamos en nuestro anterior análisis en el que intentábamos comprender la personalidad, el carácter y el posible móvil que indujo a Pablo a formar parte del movimiento que surgió alrededor de la figura de Yeshu, quizá deberíamos hablar ya no de ese deseo que parte de una inquietud personal, sino de un auténtico caso de infiltración en aquel movimiento "mesiánico".

Fue un historiador, además de sacerdote católico, y amigo, quien me sugirió tal posibilidad al mantener serias reservas sobre la autenticidad de los restos que ocuparon lo que luego sería la basílica de San Pablo Extra Muros, él estaba en el convencimiento de que no pertenecieron en realidad al martirizado Pablo, quien según la tradición murió en las proximidades de Roma en la plaza llamada Aquae Salviae, actualmente Piazza Tre Fontane, al oeste de la Via Ostia, y a unos tres kilómetros de la basílica de Extra Muros, lugar donde de acuerdo a la misma tradición luego sería enterrado.

Ya derivamos conclusiones cuando historiamos la carta a los romanos, donde quedó patente que Pablo no había sido el autor material de dicha carta, algo que indudablemente infiere consecuencias para las otras cartas atribuídas a su paternidad, especialmente las dedicadas a los Corintios.

Conocer estos datos, además de la ausencia de una historia fidedigna que refiera documentalmente quien o quienes se hicieron cargo del cuerpo, nos lleva a postular una teoría que presenta a Pablo ya no como el fariseo (parush) que se convirtió al cristianismo, ni siquiera como el Pablo que rompió con la comunidad judía original, sino más bien como el Pablo convertido en confidente del imperio. La traición de Pablo no fue para con unos conceptos religiosos surgentes, desde la perspectiva de aquel grupo y por las incógnitas que plantea, Pablo; con su bien tejida teología jesuítica traicionaba a Israel dentro de un plan perfectamente ideado. Es importante recordar estos puntos críticos para ulteriores conclusiones.

Existen dos fuentes de investigación las cuales se contradicen la una a la otra, la primera es la que presenta a Yeshú en el marco de una teología crística que da origen y condiciona el nacimiento del cristianismo, un cristicismo teológico que le dará carácter religioso a ese movimiento, un carácter del que Pablo puede ser considerado el responsable primario, sí, pero no el responsable absoluto.

La segunda, no obstante, es la que exige justicia histórica y demuestra que nunca hubo un movimiento independiente que surgió ex-nihilo alrededor de la figura del Yeshú, sino que se trataba de un movimiento que ya existía incluso mucho antes de Yeshú.

En clases anteriores hemos estudiado y establecido un orden en la pluralidad del espectro de los distintos grupos que conformaron el judaísmo del siglo I de la E.C, tomando como punto de partida un singular movimiento cuyo origen surgirá en el celo por la Torah de la familia de los Hasmonaim y que perduraría a través de los siglos siguientes hasta diversificarse en las distintas ramas que más tarde posibilitarían el surgimiento de grupos diversos, aunque no radicalmente diferentes, como los zelotai, Bene Tzadok (esenios), fariseos (perushim), saduceos (tzadukim), baitoseos (Baitusim) y un largo etc que no volveremos a introducir aquí por haberlos tratado ya en su momento. Y para no crear un coloquio innecesario que nos llevaría a incidir nuevamente en temas tratados. Quien se haya incorporado más tarde, puede solicitar esta información a los demás miembros de la clase. 

No obstante, necesitamos comprender el ambiente de inestabilidad política y social que se respiraba en Judea entre los siglos III y I antes y después de la E.C. para ello, un breve análisis a modo introductorio.

Conociendo estos detalles aunque sea en síntesis, obtendremos una comprensión de la figura de Pablo y del papel que tuvo que representar. Objetivo final que sin los manuscritos de Qumrán no habría sido posible. 

Solo el libro de los Hechos aporta una información fundamental para comprender al Pablo del que la iglesia enseña que fue un fariseo convertido al cristianismo. En realidad esta es una premisa falsa. Pablo nunca se convirtió al cristianismo, ni a otra religión igual, similar, o paralela a esta escisión voluntaria segregada y constituída por los gentiles con las cenizas del  movimiento original de los seguidores de Yeshu, el recurso a la filosofía griega, y los retazos iconográficos de todas las religiones paganas con las que convivió y acabó por incorporar a su ideario con su particular visión cosmogónica y cosmológica del universo, del hombre, y de la existencia de ambos en su interacción con "los dioses".

Cuando historiamos a la comunidad de Qumrán, pudimos extraer algunos indicios clave para comprender la idiosincrasia y la naturaleza beligerantemente mesiánica de este grupo, y descubrimos los estrechos vínculos que hubo entre esta comunidad y el movimiento herético surgido en torno a Yeshú, unos vínculos tan estrechos que estaríamos hablando ya no de dos grupos diferentes, sino de dos caras de una misma moneda. El evangelio cristiano se significaría en ese sentido: “Cuando entréis en una ciudad o aldea, preguntad quien en ella sea digno y morad en su casa hasta que salgáis” Mateo 10:11 – Lucas 10:8, donde la palabra traducida como digno axios, también puede traducirse como fiel, celoso. Ahora bien; ¿fiel, o celoso a qué o a quién?. Lo veremos.

Los miembros de la comunidad de Qumrán se situaban muy lejos del carácter pacífico y dedicado al estudio y a la vida contemplativa atribuído a los esenios. Ahora se sabe que los miembros de Qumrán habían construído una importante red de centros por todo Israel, incluída la ciudad de Jerusalém. Este grupo podía ejercer y de hecho ejercía una considerable influencia, tenía capacidad para asumir cargos de responsabilidad en el gobierno, y disponían de un apoyo nada desdeñable en un amplio núcleo de la sociedad. Su capacidad para la acción estaba demasiado bien probada, y tanto podía enviar mensajeros, (como hicieron con Pablo) en misiones sencillas de reclutamiento y obtención de fondos (las famosas ofrendas de "las iglesias" a los santos en Jerusalém) como podía organizar asonadas y disturbios públicos. También era capaz de preparar asesinatos, como el que estuvo a punto de costarle la vida a Pablo, la jefatura había sentenciado su destino, finalmente el díscolo Pablo se iría lejos a promover sus "visiones damascenas"...si podía. Pues el capítulo 23 de Hechos relata que su destino era morir asesinado, un destino compartido por otro personaje, Ananías.

Pero su gran capacidad y versatilidad no terminaba aquí, Qumrán podía proponer su propio candidato al puesto de Cohen haGadol, podía tomar y retener fortalezas importantes, y pudo sin duda activar el resorte que más temían los romanos, la revuelta popular, el levantamiento.

Este era a grandes rasgos el verdadero carácter de la comunidad de Qumrán, y este era el carácter del movimiento original de Yeshú antes de que llegara Pablo y su deseo de internacionalización del judaísmo, espiritualizándolo a su manera. Para algunos no son sino tonterías cristianas, pero los escritos evangélicos corroboran esta premisa, Yeshu fue interrogado en varias ocasiones en ese sentido, los sacerdotes le plantearon no pocas veces cuestiones afiladas que tenían que ver con el respeto al orden impuesto desde Roma, finalmente sería sentenciado a morir porque su popularidad iba en aumento y eso preocupaba a las fuerzas romanas destacadas en Israel, cuyo máximo responsable exigía el control de todos los pretendidos mesías y de los grupos surgidos alrededor de ellos.

“No he venido a traer paz sino espada…” Mateo 10:34

“Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su manto y compre una.” Lucas 22:36

Esto suscita ciertas intenciones que poco tienen que ver con el carácter conciliador que el cristianismo atribuyó a Yeshú, cierto que no eran tiempos como para fiarse de la bondad de los romanos, ni siquiera de los enemigos políticos en que se convirtieron los "colaboradores". Flavio Josefo refleja esta realidad en su obra: Antiguedades de los Judíos.

Pero; ¿para qué quería Yeshú un grupo armado con espadas? El icono tradicional de unos esenios pacíficos, y una "iglesia primitiva" silente, es por completo inadecuado y fuera de todo rigor histórico. No obstante las conexiones entre la comunidad de Qumrán y el grupo de Yeshú no serían las únicas. Los manuscritos encontrados revelaron, además de otros datos importantes, conexiones entre prácticamente todos los grupos y movimientos judíos de índole militantemente mesiánica, con toda probabilidad Qumrán solo era el más fuerte, de ahí que Pablo se dirigiera a ese grupo en concreto y no a cualquier otro. Su viaje a "Damasco" sugiere precisamente que tanto su supuesta visión, como el interés que luego demostró, formaban parte de un plan minuciosamente trazado en otros despachos.

Un visión por cierto que no terminó de convencer a la jefatura de Jerusalem, pues si durante el tiempo que pasaron con Yeshú hubieran visto u oído lo que luego Pablo se dedicaría a propagar, sin duda que se habrían plegado a sus nuevas directrices, y lo cierto es que no solo rechazaron sus postulados, sino que lo rechazaron a él completamente y en términos tan drásticos como la inducción premeditada para su eliminación física. ¿Por qué quisieron eliminar a Pablo?

Los zelotai, y los sicarios eran pues el brazo armado de un movimiento que tenía cubiertas todas las áreas de la escena en la Judea del siglo I. 

Historiadores como Eisenman y Weiss, por ejemplo, encontraron una simplicidad esencial que sin el estudio de los mss había sido, hasta el momento de su descubrimiento, complicada de comprender. Los manuscritos del mar muerto revelaban que términos como los ebionim, notzrim, jasidim, tzadokim etc, venían a ser variaciones de un mismo tema y de una misma familia de organizaciones con creciente influencia y poder.

Estaríamos hablando de variaciones de un mismo problema para los romanos, y no de una multiplicidad de partidos que rivalizarían entre sí. De hecho cuando el levantamiento se hizo efectivo todos los grupos lucharon con un mismo objetivo, todos excepto "la iglesia" de Pablo. Eran pues, movimientos cuyo carácter se manifestaba en una militancia activa.

Para las cuestiones de legitimidad dinástica en su vertiente religiosa, es decir; para un establecimiento de un grupo sacerdotal legitimado, habría que historiar remontándonos a los tiempos de la dinastía de los Hasmonaim, y desde aquí ir historiando todos y cada uno de los movimientos que fueron haciendo su aparición hasta el siglo I de la E.C. Solo entonces comprenderemos a la perfección la magnitud de un tema desconocido por una inmensa mayoría de cristianos que ven equivocadamente en Yeshú al mesías.

La línea sacerdotal que apelaba a un linaje que se remontaba a Aharon, conservó su statu hasta la invasión babilónica en el 587 antes de la E.C. En el 538 antes de la E.C., cuando llegó a su fin el cautiverio babilónico, el sacerdocio se restableció, afirmando descender (aunque no literal sino metafóricamente) de Aharon. Pero en el 333 antes de la E. C. Alejandro Magno invadió Israel. Durante los aproximadamente ciento sesenta años, Judea sería gobernada por una sucesión de dinastías helénicas. La casa de Aharon, durante ese período, produjo una desconcertante multitud de pretendientes, muchos de los cuales se adaptaron, parcial o completamente, a la modernidad de la época a la que inducían las costumbres helenísticas. Como suele ocurrir en estas circunstancias, la atmósfera liberal que se respiraba posibilitó una reacción conservadora de "línea dura". Surgió un movimiento que deploraba esa atmósfera heterodoxa y permisiva, la indiferencia hacia las tradiciones de los padres, la violación y la contaminación de la antigua pureza, y el desafío insolente a la Torah. Ese movimiento se propuso liberar Judea de colaboradores y judíos helenizados que, se creía, habían profanado el Templo con su presencia.  

Tiempo de victoria para el pueblo judío que concluiría con el establecimiento de la fiesta de Jannuka. Pero Matatías antes de morir hizo jurar a sus hijos que continuarían con la labor de crear un cuerpo de hombres fieles (en griego axios) y celosos de la Torah. No hay evidencia que demuestre de manera irrefutable que los macabeos descendieran literalmente de Aharon y/o de David, tal vez no, Pero su celo por la Torah bastó para darles legitimidad.

Puesto Herodes por los romanos en el poder, toda la dinastía fue aniquilada, y el gobierno pasó a manos de un rey adlátere de Roma. No solo la actividad de Herodes puso fin a la dinastía iniciada por los macabeos, también creó un cuerpo de sacerdotes leales, los saduceos. Estos asumieron el control del Templo, y carecían del más mínimo rigor por la Torah.

Israel estaba entonces en manos de un gobierno corrupto por un lado, un sacerdocio corrupto e ilegítimo por el otro lado, y una presencia romana que les recordaba insistentemente cual era su actual statu. Era inevitable que se produjera una reacción, y tal reacción se produjo.

Al igual que el reino, y por consiguiente el gobierno, y así como los asuntos del Templo fueron también a parar a una nueva "casta" de sacerdotes y de gobernantes, nuevos grupos surgieron por doquier. Todos estos pasaron a la historia con diferentes nombres, pero en el contexto de la literatura Qumránica existía una alianza entre ellos. Los adversarios de Herodes, de los sacerdotes ilegítimos, y de Roma se llamaban ahora "hijos de Tzadok", "hijos de la luz" y en el nuevo testamento cristiano se llamaron "nazarenos", donde por ejemplo Juan se expresa  con similitudes evidentes, y Pablo demuestra conocer su terminología..

Pero; ¿qué representaban todos estos grupos para Roma? hoy los llamarían en el mejor de los casos, bandidos, forajidos, y en el peor, activistas, milicianos, y en el peor de todos los casos; terroristas.

Sin embargo; no importa que terminología queramos emplear, porque la situación religiosa y política en el siglo I posibilitó el surgimiento de una oposición beligerante que apelaba a la figura del Mashiaj, y en este contexto aparece Yeshú ben Pandira, como suele decirse; en el lugar equivocado y en el momento más inoportuno. Pues luego otros personajes, como Pablo, utilizarán su icono para crear al mesías del cristianismo. 

No olvidemos que Yeshú fue un reo político, no religioso.

Por otra parte, la conclusión es obvia; la importancia y la distinción beligerante de un grupo radicaba en su celo por la Torah, si zelotais y Qumránianos manifestaban un celo extremo por la Torah, significa que ambos grupos compartían algo más que el propio celo.

Los zelotai de la tradición popular, se cree que, fueron fundados mucho antes de la aparición del cristianismo por una figura conocida como Judas de Galilea (Yehudah HaGlalí), o, quizá más precisamente, Judas de Gamala (Yehudah Gamlah). Judas puso en marcha su rebelión inmediatamente después de la muerte de Herodes el Grande, en el 4 antes de la E.C. Josefo cita un aspecto muy significativo y revelador de esa sublevación. “En cuanto terminó el luto por Herodes”, se estimuló la exigencia pública de que depusiesen al herodiano sumo sacerdote e instalasen en su sitio a otro "más justo". Acompañado por un sacerdote conocido como "Tzaduk" aparentemente una transliteración griega de "Zadok" o, como ha sugerido Eisenman, tzadik, que en hebreo significa “Justo”-, Judas y sus seguidores asaltaron rápidamente el arsenal real de la ciudad galilea de Seforis de donde se llevaron armas. Aproximadamente en el mismo momento un grupo atacó e incendió el palacio de Herodes cerca de Jericó.

Después de estos sucesos vendrían setenta y cinco años de incesante guerra de guerrillas y actividades bélicas, que culminarían con las operaciones a gran escala del 66-73 de la E. C. Eran precisamente esta clase de acciones las que Roma quería evitar al precio que fuera. Además la figura del "topo" no es una creación del cine de Hollywood sino que cuenta con una gran raigambre histórica.

En su obra "Las Guerras de los Judíos", Josefo relata que Judas de Galilea (Yehudah HaGlalí) había construído una secta peculiar. No obstante hasta sus Antigüedades no será más explícito al hablar de Judas y Tzadok, de quienes dice que "se volvieron celosos", su movimiento llegó a convertirse en la cuarta secta del judaísmo, y los jóvenes de Israel, estaban "celosos" por ella. 

Podemos hacernos una idea del gran celo que manifestaban, cuatro mil judíos murieron tratando de defender Gamala, pero cuando vieron que sus esfuerzos eran inútiles, cinco mil más se suicidaron. Algo así sugiere mucho más que una mera oposición política, y desde luego no comparte la visión de bandidos y ladrones que encontramos en su descripción en Las Guerras de los judíos. Podemos comprender cuál era la dimensión real de este celo.

Fue este celo el vínculo que unía como uno solo a los grupos de Qumrán con los zelotai y otros partidos religiosos, algunos de espíritu fariseo. Las ruinas de Massada escondían entre sus piedras un tesoro en forma de manuscritos, los cuales revelaron como cierta la existencia de estos lazos de cooperación. Y algo más; esos manuscritos hallados en Massada vinculaban a los zelotai con la llamada "iglesia primitiva", evidentemente no la de Pablo, y por supuesto no tal iglesia y desde luego no jesuítica. La visión de todos estos grupos era a todas luces milenarista, violentamente milenarista, por lo tanto carecían de ese gusto por la vida contemplativa y el misticismo pasivo cuyo criterio histórico se mantuvo hasta el hallazgo de los manuscritos de Qumrán y Massada.

Ese "celo" extremo sin duda, no solo era pues teológico, sino también político, el Nuevo Testamento cristiano poco o nada aporta para entender ese periodo de la historia, donde se recrea una imagen distorsionada y mitológica de un Yeshú de leyenda y del movimiento que surgió a su alrededor haciendo del mismo una religión nueva. En rigor, podríamos decir que los evangelios en realidad no son otra cosa que novelas helenísticas.

Josefo refiere que después de la caída de Jerusalem y Qumrán entre los años 68-70 de la E.C, y luego de la pérdida de Massada en el 74, nutridos grupos de zelotai y sicarios tomaron el camino del exilio, huyendo a ciudades en las que hubiera una importante presencia judía. En Alejandría por ejemplo; no tuvieron éxito en sus intentos de movilizar a la comunidad judía, y seiscientos de ellos fueron apresados y entregados a las autoridades, no solo los hombres, sino también las mujeres y los niños fueron torturados presionándoles a reconocer la divinidad del emperador. Una blasfemia imposible de aceptar. Josefo afirma que “ningún hombre cedió, ni estuvo a punto de hacerlo”. Con todo, nada asombró más a los toturadores como el comportamiento de los niños, pues ninguno de ellos pudo ser persuadido a llamar Señor a César.

Eran tiempos donde las profecías mesiánicas eran proclamadas públicamente y corrían por el pueblo, la ocupación romana, la ilegitimidad de los sacerdotes, y una monarquía títere de Roma crearon el caldo de cultivo ideal para que "el reino mesiánico" estuviera a un paso de hacerse realidad. El Documento de Damasco, un manuscrito de importancia vital para la compresión de los hechos, refleja a la sazón esta verdad histórica de carácter incontrovertible en la literatura Qumránica; el documento declara: “La estrella es el Intérprete de la Torah que llegará a Damasco; está escrito que... el cetro es el Príncipe…” “de Ya’acov avanza una estrella, un cetro surge de Israel”. La Regla de la Guerra invoca esta profecía también, e incide que la "Estrella", o el Mesías, rechazará, junto con los pobres y los justos, a los ejércitos invasores. 

No solo Josefo habla de la esperanza en una era mesiánica de Israel, también Suetonio y Tácito hablan de una profecía común “en la tierra de los judíos”, sobre todo en aquel siglo I de la E.C. Una profecía que sustentaba la creencia según la cual “de Yehudah saldrían hombres destinados a gobernar el mundo”. Esa Estrella de la profecía sería incorporada a la imaginería cristiana en la figura de la estrella de Bet-Lejem para conectar el nacimiento de Yeshú y su figura, con la figura del Mesías.

La importancia de la información contenida en los manuscritos de Qumrán, estriba en el hecho de que gracias a ella, ahora se pueden comprender algunos episodios oscuros de la vida de Yeshú ben Pandaria  que narran los evangelios cristianos. La esperanza en una era mesiánica, la diversidad de los grupos y movimientos mesiánicos no era radicalmente diferente entre un grupo y otro. La ejecución de Yeshú ben Pandaria cumplía una sentencia dictada por el mismo gobernador romano y que daba fin no a un "mesías" de carácter contemplativo y sereno y nada peligroso para Roma, sino a alguien cuyos delitos podían ser imputados políticamente. Que cualquiera dijera ser el mesías no representaba ningún problema, que se rodeara de diez mil seguidores tampoco era motivo de excesiva preocupación, pero cuando se conjugaban ambas cosas, la figura del mesías y una masa de alborotadores capaces de levantarse en armas a la menor ocasión, el asunto adquiría tintes de tragedia, especialmente para Israel en su totalidad, pues Roma se tomaba muy en serio las aspiraciones mesiánicas de individuos violentos, y Yeshú ben Pandaria demostró en varias ocasiones que efectivamente él era un candidato a la ejecución por delitos de conspiración, asociación ilícita y por promover alborotos entre el pueblo judío.

Esa sería la verdadera preocupación de las autoridades religiosas, que veían a Yeshú ben Pandaria como a alguien capaz de desestabilizar el frágil equilibrio entre la pax, aunque fuera al estilo romano, y el levantamiento popular que llevaría a Roma a tomar una venganza cruel contra el pueblo judío...como así ocurrió.

Esto basta para un ejercicio de comprensión. La situación general, la ilegitimidad de la dinastía reinante, una autoridad religiosa colaboracionista, y una dominación romana asfixiante fueron motivos suficientes que sirvieron como catalizador para el surgimiento de organizaciones belicosamente mesiánicas dispuestas no solo a combatir a los romanos, sino también a la parte del pueblo plegada a los designios de Roma.

PABLO: EL ESPÍA DE ROMA

Pablo es para muchos cristianos incluso más importante que el propio Yeshú ben Pandaria, superándolo de tal forma que los hay que estarían de acuerdo en eliminar los evangelios y limitar el Nuevo Testamento exclusivamente a las cartas de Pablo. Tal es la influencia que su figura ha ejercido desde que hiciera aparición y fuera descrito en el libro de los Hechos.

Conozcamos no obstante al Pablo del que apenas se menciona nada en el libro de los Hechos, pero del que la historia aporta datos muy significativos.

El libro de los Hechos omite la clase de información que nos ayudaría a descubrir y comprender los acontecimientos que se sucedieron en su disputa con la jefatura de Jerusalem, una disputa cuyos resultados iniciales fueron un connato de linchamiento popular y culminarían con un intento de asesinato que a la postre provocaría su salida precipitada de la ciudad y que llevaría a Pablo hasta Roma. A partir de aquí ya no se pueden historiar los últimos momentos de Pablo siguiendo la trama argumental relatada en los Hechos y todo se vuelve confuso. 

Por el relato de los Hechos comprendemos que la jefatura de Jerusalem, si bien acepta a regañadientes admitir a Pablo entre sus filas, no dejará de mirarlo con sospecha. El pasado de Pablo era excesivamente reciente como para creer que tan extraño y fantasioso cambio hubiera podido tener lugar en tan poco tiempo. Así que lo primero que deciden es enviarlo lejos y ver que es capaz de hacer.

Es evidente que hace algo que enoja a la jefatura de Jerusalem, tanto como para ser llamado a consultas. El peligro era muy serio, esto lo derivamos de la propia lectura del libro de los Hechos, en el que sus amigos y colaboradores le insisten e intentan persuadirle para que renuncie a volver a Jerusalem, temen por su vida, pero ¿por qué? ¿acaso no se supone que estamos hablando de una iglesia pacífica? ¿que temores podían albergar contra la jefatura de Jerusalem?

Finalmente se reunirá con Ya’acov ben Pandira y otros importantes líderes de la "iglesia". La defensa que hace de si mismo no convence a los líderes, ha quedado demostrada su laxitud, su negligencia y su despreocupación por lo verdaderamente importante para Israel y el pueblo judío, la Torah. Lo que habían oído de Pablo era cierto, Pablo predicaba una doctrina extraña. Lo curioso de la predicación de Pablo no es lo que predicaba, sino lo que él hacía. Mientras proclamaba una fe jesuítica que se alejaba de la Torah, él para sí mismo, y como judío, continuaba fiel a los principios fundamentales de la Torah. En otras palabras, su intención era alejar a los gentiles de la Torah presentándoles una visión distorsionada de Yeshu, es decir; Pablo fue el artífice del pre-cristianismo alejado de toda idea mesiánica que tuviera que ver con Israel y con la redención nacional que Israel esperaba (y espera). 

¿Más claro?, lo último que quería Pablo era un ejército de gentiles mesiánicos al estilo de los zelotai y que estuvieran dispuestos a ir a luchar del lado de Israel contra Roma. Y esa era precisamente su encomienda, evitar la aparición de mesiánicos beligerantes pro judíos. ¿Resultado? todo lo contrario.

Basta leer y analizar las consecuencias de sus actos en el libro de los Hechos, el enojo de la jefatura de Jerusalem estaba justificado "¿pero se puede saber qué clase de enseñanzas estás dando?". Las sospechas eran ciertas, las acusaciones fundadas, y la prueba justificada, por lo tanto tendría que hacer méritos. Por supuesto Pablo acepta de buen grado esa prueba de lealtad que le imponen, a fin de cuentas él en lo personal era todavía un judío observante de la Torah y las tradiciones de los padres.

La casualidad es un elemento de la filosofía al que se apela solo cuando surgen elementos que tienden a coincidir en el tiempo y en el espacio de forma extraña, es decir; que en otras circunstancias jamás se habrían producido pero que en ese preciso instante todo confluye en un punto. Los líderes le imponen una prueba, si Pablo se hubiera negado él mismo se habría desenmascarado, y su negativa habría equivalido a una demostración de su absoluta desvinculación de la Torah. Por lo tanto y a petición de la jefatura Pablo iría al Templo, pero no iría solo. 

Sin embargo al aceptar esa prueba de fidelidad Pablo se descubre ante la jefatura como "el mentiroso". En rigor, las acusaciones que él mismo no pudo negar lo colocaban en una situación difícil, si rechazaba someterse a la prueba, se desenmascaraba como traidor, si aceptaba la prueba, lo hacía como mentiroso.

Una vez en el Templo, alguien infiltrado entre la multitud, sopechosamente, advierte a todos los presentes sobre la presencia de Pablo, ¿casualidad? “Este es el hombre que va enseñando a todos en todas partes contra la Torah”, explica el texto de Hechos. El alboroto se produjo de inmediato. Al analizar cualquier manifestación multitudinaria observamos que para una correcta sincronización de las masas, estas necesitan la figura de individuos situados en puntos estratégicos dentro y colocados entre la multitud para ser inducida a determinados comportamientos. De esta manera se apresura la comprensión de toda situación inherente al tumulto. Y este no es un caso excepcional. La gente venía de todas partes de la ciudad y la vida de Pablo estuvo en peligro. Hechos relata que “Toda Jerusalem está revuelta”, lo que significa mucho más que un encuentro casual.

Los romanos estaban acostumbrados y hastiados de tantas revueltas y asonadas, sabían por experiencia que entre los judíos surgían toda clase de disputas, y sabían perfectamente que estas disputas a veces traían consigo la muerte de algún judío. Pero este es un caso especial, una cohorte sale en defensa del responsable del tumulto, ¿600 soldados para defender a un solo hombre? Si seiscientos soldados salen a defender a un solo hombre es porque el tumulto que se produjo fue de considerable envergadura. La jefatura de Jerusalem demuestra en Hechos el gran poder de convocatoria que tenía.

Si Pablo no hubiera pedido permiso para ejercer su derecho a la palabra, lo que viene después carecería de sentido, sin embargo, y puesto que a Pablo le concedieron unos minutos para defenderse ante la multitud, las sospechas sobre su papel adquieren mayor relevancia. El discurso de Pablo gira en torno a conceptos básicos de la fe judía, para nada aborda asuntos que tengan que ver con la política subyugante de Roma, o con el cuerpo sacerdotal del Templo. Pero no sirve de nada, la multitud todavía se encoleriza más contra él. Los soldados, sigue el relato de Hechos, lo llevan para que sea interrogado; ¿interrogarlo? ¿por qué si la disputa popular se ha centrado exclusivamente en conceptos religiosos que solo competen a los judíos y en los que Roma no interviene?

No interviene excepto si existe la sospecha que un tumulto pueda tener consecuencias políticas o militares en cuanto a un levantamiento se refiere. El mismo relato de Hechos permite que surja una cuestión que roza la sospecha, si nos conformamos al propio relato tan solo tenemos un tumulto, un connato de violencia contra la persona de Pablo, y la intervención armada del ejército no para salvar la vida del que a ojos de todo el pueblo es tenido como un traidor, ¿un traidor, pero a qué? Flavio Josefo en su obra Antiguedades de los judíos ofrece la información que el Nuevo Testamento cristiano prefiere omitir, y porque no, ocultar. Muchos pensarán que esa omisión es producto del mensaje intrínseco que destila "del evangelio de Yeshú", del Jesús de Pablo por supuesto.

No obstante, es la clase de información que uno esperaría encontrar en un libro que supuestamente narra unos acontecimientos no poco importantes para adquirir una mayor comprensión de estos. ¿Por qué los romanos se llevan a Pablo? ¡para interrogarle seguro! pero ¿interrogarle sobre qué? ¿por qué razón Pablo había sido causa de semejante alboroto? El Nuevo Testamento omite estas pruebas y apenas si son mencionadas de forma vaga.

Pablo no es salvado de la multitud para ser puesto en libertad dos calles más abajo sino arrestado, que quede esto bien claro. No se trata de un "no, si yo solo pasaba por aquí y de pronto fuí asaltado", Pablo es encontrado culpable del amotinamiento popular. El motivo es evidente, los romanos ven en él a un adversario político capaz de amenazar a Roma. Su presencia en el Templo provocó un levantamiento que para apaciguarlo fue necesaria la intervención de una cohorte, así que no estamos frente a un suceso sin importancia, una riña sin consecuencias; Estamos frente a un hecho grave del cual los romanos quería algo más que unas simples explicaciones y excusas.

¿Quién era capaz de enfrentar a los romanos? los grupos de zelotai, los celosos por la Torah. No obstante en el tumulto que casi le cuesta la vida a Pablo los zelotai parecía, según el relato de Hechos, que eran precisamente los amotinados y sin embargo los soldados arrestan a un solo individuo. Pablo estaba amenazado por los zelotai por considerarlo un traidor a Israel, a la Torah y a la fe judía que emana de ella. Cuarenta hombres se prometen eliminarlo de la escena pública y juran no tomar comida, ni beber hasta haber cumplido su misión.

Aparece en escena un misterioso sobrino de Pablo que advierte del complot, y su tío es inmediatamente trasladado bajo escolta pesada de Jerusalem a Cesarea, allí ejerciendo su doble ciudadanía romana apela el derecho a presentarse ante el emperador. ¿Por qué Hechos narra que sus captores tuvieron temor cuando le oyeron apelar a Cesar?.

Allí en Cesarea, Pablo conversará de forma cordial con Félix el procurador romano. Pero no solo con este prócer hombre del imperio, también con el cuñado de éste al que sin duda conocía de mucho antes.

 

Pablo era poseedor de una fortuna nada desdeñable, como lo sugiere que a pesar de su juventud fuera ayudante del Cohen HaGadol, y quien cumplía las funciones de policía contra los temidos zelotai. Por otra parte la ciudadanía romana no es un detalle menor a pesar de que poco se alude a su gran relevancia y significación real. La ciudadanía no era algo que podía comprarse con unas monedas enmohecidas, ni que se otorgaba por el simple hecho de haber nacido en una ciudad romana, muchos ciudadanos de la propia Roma carecían de tal alto honor y derecho, incluso hubo generales romanos que la consiguieron luego de haber demostrado por años su valor y su entrega en los campos de batalla. Y aquí tenemos a Pablo que la tiene desde su nacimiento.

 

Mayor motivo para que la jefatura de Jerusalem dudara de su sinceridad y le tomará desde el principio por un falso y un mentiroso, con dudosas pero previsibles intenciones.

La influencia de Pablo no se limitaba a ser la mano derecha y violenta del Cohen HaGadol, también gozaba de relaciones poderosas en el gobierno títere de Israel como lo demuestra que uno de sus colaboradores se llame Herodión, que no es un nombre sino un apelativo. Poco característico para un discípulo de Yeshú. Encontramos además que otro de sus más íntimos colaboradores escogidos es Menahem, nada menos que el hermano del tetrarca Herodes, la influencia de la que podía disfrutar era tremenda y muy peligrosa para los grupos de zelotai y adversarios a Roma.

 

Todo en Pablo sugiere otra lectura e invita a la sospecha, no es lógico que un reo sea mantenido bajo la custodia de una escolta de lujo, ni en unas condiciones físicas que poco tienen que ver con las de un preso vulgar, y desde aquí hasta su desaparición absoluta de la escena novotestamentaria. Pablo aparece como el protegido de Roma, Pablo mediante un engaño intenta convencer a la jefatura de Jerusalem que se ha convertido al movimiento del mumar de Yeshú, ¿por qué dudan de él los líderes de la "iglesia"?, la respuesta es porque esa supuesta visión que Pablo afirma haber tenido nada tiene que ver con la realidad del Yeshú que ellos habían conocido y no le creen. Quienes piensan que esa "primitiva iglesia" ya en Hechos había roto con las tradiciones de Israel y con la Torah, se equivocan, la "conversión" del tal Pablo les hace sospechar que pretende entrar a la comunidad no como un "converso" sino como un espía, es por este motivo que deciden enviarlo cuanto más lejos mejor, y será desde allí donde Pablo forjará al Jesús crístico del que poco después evolucionaría una religión que nada tenía que ver con los planteamientos iniciales. Estos quizá lo tuvieron como mesías, y quizá estaban convencidos que los tiempos del Mashiaj ya habían llegado, la destrucción del Templo y la diáspora de Israel les convenció rapidamente de su tremendo error, para entonces el mal ya estaba hecho, Pablo había sentado las bases del cristianismo creando al Jesús de los gentiles.

 

En este sentido una advertencia; Muchos son los cristianos que como aquel Pablo, especialmente del campo de los evangélicos de la rama protestante, que se acercan a los judíos fingiendo amor por el pueblo de Israel y que con palabras empalagosas de cariño y afecto disfrazado de verdad, engañan a los más débiles. No les creáis; pues ese amor que dicen que tienen es mentiroso y lo manifiestan de muchas formas, unos apelando a los sufrimientos de Israel, otros expresando solidaridad por los problemas actuales, y aun otros en nombre de un Yeshú descafeinado para hacerlo más atractivo a los judíos incautos, todos estos comportamientos no son sino una falsa apariencia, engañosa, dañina y perversa. Cuando se les confronta con la Torah, acaban siempre mostrando su verdadera cara. Alejaos pues de todos ellos porque sus labios son mentirosos y sus abrazos hieden a destrucción.

  

Pues está escrito:

“Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te diere señal o prodigios, y acaeciere la señal o prodigio que él te dijo, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador, porque Hashem tu Elokim os está probando, para saber si amáis a Hashem vuestro Elokim con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. En pos de Hashem vuestro Elokim andaréis, a él temeréis, guardaréis sus mandamientos, y escucharéis su voz…” 

-Devarim 13.


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