6/26/2023

Las dañinas lecturas al Tanaj heredadas por Jesús, el Cristo.

BS"D


Por Neshamot Deot 

En la mayoría de lectores, de cualquier tipo de documento, suele reposar un prejuicio de orden empirista que desborda y atrapa siempre al arriesgado proceso intelectual de la lectura. ¿En qué consiste? En considerar –y he ahí el error- que por el hecho de leer ya sé puede entender de manera inmediata; el lector promedio y básico piensa que el texto sé va a entregar a su intelecto sin esfuerzo y trabajo alguno, que éste no requiere de ahondamiento y profundización.  En realidad, leer es recordar, en principio, que hay o hubo del otro lado de la hoja impresa - con su tiempo, idiomas, tradiciones y conocimientos- un intelecto que produjo ese documento desde otro nivel de conciencia, de vida, de experiencia. Por eso al leer sé intenta, o sé debería intentar, superar un abismo: el abismo de un particular poder de comprensión que se enfrenta al superior –por lo general- poder de redacción y concreción del escriba o redactor.

Al leer el Tanaj tenemos un problema idéntico, pero de – y quiero emplear irónicamente una expresión conocida- magnitudes bíblicas a la hora de abordar su contenido y la consecuente interpretación de la manera adecuada. Y lo peor es que hay quienes, basándose en esa o esas lecturas, pretenden presentarla como la mejor versión para llegar a la cabal comprensión y entendimiento de sus palabras, pues consideran que así y solo así debe ser interpretada. Y desde esa perspectiva comenten un error enorme porque olvidan e ignoran toda la tradición en la que el Tanaj en su composición literaria, cultural, lingüística y espiritual surge, se mantiene y continúa siendo estudiada.       

¿Qué interrumpió o entorpeció el camino hacia una lectura sana y potente del Tanaj? La respuesta es simple, pero presenta varias aristas: su núcleo es la clave interpretativa que el cristianismo empleó para abordar al Tanaj y el centro reside en la egoísta perspectiva que Jesús empleó como llave al trasladar todo el peso de su fuerza textual a los límites del "mi" que había sido inundado por la fuerza y necesidad de asimilarse o haber sido asimilado a la palabra de "Mesías" que no tardaría en ser concebida como Cristo para sus futuros seguidores.   

El Nuevo Testamento hace que surja una estructura mental que se organiza como una sintaxis desastrosa en la que un orden determinado de paradigmas manipulados por doctrinas subyacentes en conjunto manipula y genera una serie de esquemas de pensamiento reconocibles por sus ideas falaces e inadecuadas. Además de eso hace algo a un más dañino que no solo tergiversa el presente moral y espiritual del creyente: obnubila a la inteligencia para que no pueda comprender el valor espiritual que el Tanaj tiene y como en su tejido lingüístico resguarda precisos tesoros tanto para judíos como para no judíos y, por el contrario, hace leer al Tanaj desde su perspectiva cristiana, haciendo que sea leído como si en efecto fuera un texto cristiano y un antecedente histórico necesario para llegar a Jesús o, en su versión menos agresiva, como si todo su objetivo se cifrara en la esperanza en un mesías. Y nada lejos de la realidad, el Tanaj es un texto cuyo valor no depende de doctrinas o esperanzas, sino del trayecto espiritual que el pueblo judío recorre en la historia mientras, a su vez, recorre sus páginas y se recuerda a sí mismo, en el análisis de los días y las sagradas palabras, la misión colectiva de aportar luz al mundo. 

Por siglos muchos han leído el Tanaj en calidad de "antiguo testamento", como si de un libro cristiano se tratase y todo en clave de Jesús; eso además de un error, ha originado una serie de lecturas que pretenden explicar y dar cuenta al lector de cómo debería ser leído y comprendió en su origen, motivo y propósito, abarcando desde las perspectivas más metafísicas en el gnosticismo hasta la versión académica de la Hipótesis documentaria, pasando por la tipología del catolicismo y la "alienigenización" de sus descripciones y algunos de sus "personajes", para valerme de un neologismo. Esas lecturas inician, en buena medida, en la voz del humilde hombre que no dudaba decir a boca llena "Yo soy" y es continuidad por eso sus seguidores, llámense gnósticos, mesiánicos, netzaritas, nazratim, mormones o cualquier combinación de estos, quienes cometen el error de leer a Jesús en todas las escrituras y extienden eso, a través de varios mecanismos, a los escritos del Nuevo Testamento o aquellos que quedaron por fueran del canon, tanto apócrifos o la literatura patrística: libros rebosantes de cristocentrismo, literatura doctrinera perdida en ese aspecto en el que pretende hallar su liberación. 

Jesús fue un exégeta de su ego, y de eso dan testimonio los textos que pretenden defender sus credenciales; por ejemplo en Lucas 24:44, encontramos estas palabras "Y les dijo: Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos".  ¿A caso hay algo escrito sobre él en estos tres órdenes del canon judío? Salvo en el pasaje de la advertencia sobre el falso profeta en el Libro de Devarim, nada. También, en el evangelio de Juan 5:39-47, encontramos estas palabras, partes de un delirante y contradictorio discurso donde el ego del protagonista sale a relucir:  

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ese recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

"Sobre mí", "venir a mí", "de mí…", "a mí", "me creeríais a mí ", no puede Pasar tres líneas sin hacer autorreferencia: si Jesús hubiese conocido que era una galaxia la hace girar sobre sí mismo. Con razón dice que "gloria de hombres no recibe" si con la que él mismo se da le basta y le sobra.  Además, ¿por qué manda a otros a que escudriñen las Escrituras y que crean en Moisés? Creo que debería hacerlo él primero, cuando precisamente por leer a Moshé no puede creerse en él, están en las antípodas. Como sea, desde esta perspectiva, asumiéndola, tomándola como una guía digna para la lectura del Tanaj, sus primeros seguidores pensaban y redactaban (si es que fueron ellos) escritos en los que comenzaban a comprender la realidad a partir de la llegada de su "Maestro". De ahí que el redactor anónimo de la llamada Carta a los hebreos inicia su proclamación diciendo:    

En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas (Carta a los hebreos 1: 1-2, versión Dios Habla Hoy).

De este modo, con esta retórica, se inaugura una nueva dinámica para asumir la lectura y la actitud hacia las Escrituras Hebreas, además de gestar con ello un dualismo temporal en el que la oposición de antes-ahora va a relucir a lo largo y ancho del discurso y la propaganda cristiana que encontrará en esta y otras fuentes de su principal texto sagrado, las bases para establecer y decretar que era antiguo y nuevo, que correspondía al pacto judío y cual al nuevo mensaje que traía el cristianismo y que, en conjunto, desembocará en la llamada teología del reemplazo. 

Desde ahí, con esa creencia de superioridad moral, intelectual, espiritual, se va a leer el "Antiguo Testamento". Por ejemplo, en el libro "Pentateuco" del autor católico Eugenio Lakatos Janoska[1] se define al Tanaj como: "[…] Colección de libros sagrados que han sido escritos antes de la llegada de Jesucristo y contienen la historia del pueblo de Dios con sus instituciones que anunciaban la salvación venidera de la persona del Mesías". Una definición tan dependiente a los gustos mesiánicos de los cristianos es un despropósito con todos los autores y todos los guardianes materiales e intelectuales del Tanaj. 

Pero estas y otras palabras no son sino eco de las ya formuladas por Agustín de Hipona cuando en De catechizandis rudubuz 4,5, declaraba: "El Antiguo Testamento no contienen otra cosa sino misterios que miran a Cristo". ¿Solo contiene eso? ¿Las vidas y enseñanzas de todos los sabios, reyes y profetas solo contienen tales misterios? Por supuesto que no. Cada aspecto del Tanaj apunta a muchos niveles y estratos de conocimiento y no se quedan solamente apuntando a la idea de un Mesías, así se trate del auténtico. Para el cristianismo esa es la base para hacer la llamada "Lectura tipológica" del Antiguo Testamento, esa que asegura que todo lo que aconteció y es descrito en sus páginas es un tipo o figura que anticipa lo que le sucedió a Jesús. ¡Ni más faltaba! Pero de esta manera se traza una relación entre los personajes del Tanaj y, supuestamente, la figura de Jesús: Adam, Moisés, Josué, David… anticipan a Jesús; las dos esposas de Abraham, sirven para referirse simbólicamente a los dos testamentos: Agar, la esclava, prefigura al Antiguo Pacto; Sara, la libre, señala al Nuevo Pacto; de igual modo, todo lo bueno que le corresponde a Israel es en realidad para el Nuevo Israel, la Iglesia de Cristo. ¿Y lo malo? Eso sí se queda con el viejo Israel, el de la carne. (Romanos 5:14; 1 de Corintios 10:11; Gálatas 4:24 y 6:16) 

No hay sistema interpretativo - que es a la vez una mecánica de lectura- más pobre, facilista y rudimentario que el de la tipología: nada propone, nada indaga, en nada se avanza con él. Todo lo opuesto al PaRDeS de la hermenéutica clásica del mundo judío con todas sus reglas, normas y principios de disertación, desde los cuales, durante siglos se han elaborado los más ricos comentarios que tratan todos los aspectos que pueden ser despendidos en el correcto estudio de la Toráh y de los que se aprenden un sin fin de enseñanzas de un alto nivel moral, intelectual y espiritual.

De igual modo, en el mismo De catechizandis rudubuz IV, 8 el ya mencionado Agustín de Hipona declaraba: "[…] El Nuevo Testamento en el Antiguo está en un estado latente, y el Antiguo Testamento en el Nuevo está en un estado patente." Las dos oraciones no pueden ser más falsas, por un lado, nada del Nuevo Testamento ni por motivo, espíritu o intención está en el "Antiguo" (si por ello se refiere al Tanaj), nada en sus páginas late y anuncia alguna de las doctrinas neotestamentarias. Y sin duda alguna tampoco el Nuevo Testamento refleja lo que el "Antiguo" pretende decir: que emplea una traducción de él, que lo emplee para hacer parecer y validar su postura es otra cosa. Es frecuente en el Nuevo Testamento que se introduzcan las citas con las siguientes fórmulas: "¿No han leído ustedes?", "Está escrito que…", o " se cumple lo que dijo el profeta", "…para que se cumpliera la Escrituras", o "…dicen las Escrituras…"; pero no son más que artificios que operan en dos vías: pretendiendo demostrar que en Jesús se cumple lo que está escrito en el Tanaj (cf. Mt 13.14-15; Jn 19.28) y como el planteamiento del Tanaj se cumple en el Nuevo Testamento. Y todos estos a pesar que, como ya es muy sabido, hay citas que no concuerdan con el texto del Antiguo Testamento, en varios casos no está claro de dónde se está citando el pasaje, hay comparaciones raras o ajenas al documento que pretenden citar o se hacen interpretaciones forzadas, En definitiva, una vorágine de citas acomodadas al gusto doctrinal que la ocasión amerite.  

Estas palabras de Agustín de Hipona no hacen sino dar cuenta de algo que ya empleaban hace siglos en el cristianismo para abordar el estudio de las Escrituras y que son otras dos clases de lecturas: la de "Promesa-cumplimiento" y la que considera al Antiguo Testamento como pedagogo hasta Cristo. En cuanto a la primera, opera de un modo muy simple: El Antiguo Testamento contiene promesas hechas por Dios al pueblo de Israel y se cumplieron en Jesús; regla que se aprende de él mismo cuando en Lucas 4:21 se dice que: "Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros". Idea que puede verse también operando en pasajes como Mateo 1:22; 2:23: 4:14; Romanos 10:4 y en 2 de Corintios 3:7-11.  

En cuanto a la lectura del Antiguo Testamento como pedagoga, se aprende de Pablo, cuando en Gálatas 3:23-25 afirma: "Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo". La palabra que en la Versión de Reina-Valera se traduce como "ayo", corresponde al griego Paidagogo, que era, para los tiempos de la redacción de la carta, el esclavo tutor que se encargaba de educar y proteger al hijo de un potentado, minimizando con esa analogía la dignidad de la Toráh.[2] 

Esta clase de pensamiento, formado por la doctrina paulina llega a todos los rincones de las enseñanzas del cristianismo, desde el Catolicismo Romano que lo publica en cuanto libro, folleto o página de Internet puede,[3] hasta las sectas más apartadas del dogma central conocido, como es el caso del mormonismo que en su libro sagrado, en varios pasajes, hace un eco burdo y amplificado de esta idea. Tómennos por ejemplo esta cita del Libro de Mosíah 13:2-33, donde se declara:

Ahora bien, habéis dicho que la salvación viene por la ley de Moisés. Yo os digo que es preciso que guardéis la ley de Moisés aún; más os digo que vendrá el tiempo cuando ya no será necesario guardar la ley de Moisés. Y además, os digo que la salvación no viene solo por la ley; y si no fuera por la expiación que Dios mismo efectuará por los pecados e iniquidades de los de su pueblo, estos inevitablemente perecerían, a pesar de la ley de Moisés. Y ahora os digo que se hizo necesario que se diera una ley a los hijos de Israel, sí, una ley muy estricta; porque eran una gente de dura cerviz, presta para hacer el mal y lenta para acordarse del Señor su Dios; por tanto, les fue dada una ley; sí, una ley de prácticas y ordenanzas, una ley que tenían que observar estrictamente de día en día, para conservar vivo en ellos el recuerdo de Dios y su deber para con él. Mas he aquí, os digo que todas estas cosas eran símbolos de cosas futuras. Y bien, ¿entendieron la ley? Os digo que no; no todos entendieron la ley; y esto a causa de la dureza de sus corazones; pues no entendían que ningún hombre podía ser salvo sino por medio de la redención de Dios. Pues he aquí, ¿no les profetizó Moisés concerniente a la venida del Mesías, y que Dios redimiría a su pueblo? Sí, y aun todos los profetas que han profetizado desde el principio del mundo, ¿no han hablado ellos más o menos acerca de estas cosas?

De igual modo en otros versículos del canon mormón pueden verse como en su "evangelio restaurado" no hacen sino continuar con los viejos prejuicios al continuar sosteniendo esos lugares comunes de todo el cristianismo con respecto a la “La Ley de Moisés”, como que era altamente simbólica y llena de semejanzas que señalaban hacia Cristo y su expiación futura, o que era en realidad un “evangelio preparatorio” que incluía ciertos principios (como el arrepentimiento o la remisión de pecados). Una mezcla de la lectura tipológica, la pedagógica y la del cumplimiento-promesa al servicio de los seguidores de Joseph Smith 


Esta última forma de lectura, enseñada por Pablo, fue continuada de manera más radical por Marción de Sinope y Maní, quienes también leían al Antiguo Testamento pero desde una clave dualista que ya no solo oponía a la Toráh y al evangelio (o Antiguo Testamento y Nuevo Testamento), sino que los declaraban abiertamente antagónicos, decidiéndose a favor de este último bajo la seña de afirmar que la Toráh representaba la justicia, el rigor, la dureza y era el producto de un dios menor y creador de la materia; mientras el Nuevo Testamento (en una versión reducida a Lucas y algunas cartas de Pablo, en el caso de Marción) representaba al amor, la misericordia y la libertad producto del dios mayor y padre de Jesús; uno era sinónimo de la oscuridad en la que estaba sumida la humanidad y el otro era el mensaje de liberación de la materia al que solo se accedía por la vía de la gnosis. 

Lo interesante es que estas dos lecturas, al cabo de los siglos, fueron transmutándose en sectas, movimientos, herejías, y fueron quedando, dejando sus rastros y sus huellas hasta alcanzar -a mi modo de ver- a "reencarnarse" en dos posturas extremas y aún más empobrecedoras del Tanaj y que, aun moviéndose por vías disímiles, buscan menoscabar su integridad: la interpretación racionalista e hipercriticista de la Hipótesis Documentaria y la lectura fantasiosa que he llamado "interpretación alienígena". La primeras postulando una multiplicidad de textos y fuentes para  dar cuenta de un supuesto origen histórico de la Toráh, y que aún es defendida (o más bien creída) por muchos académicos que no saben que esa hipótesis es como el flogisto a la química; y la segunda, defendida por entusiastas del fenómeno OVNI que han engendrado títulos como El Libro de Urantia o doctrinas como las del llamado Movimiento Raeliano, que estiraron hasta la imaginación desbordada las palabras de Jesús cuando dijo que su reino no era de este mundo. Sería integrante y raro, poder contemplar un debate entre Erich von Däniken y Julius Wellhausen.

Estos tipos o clases de lecturas son las que subyacen a las ideas, conceptualizaciones e hipótesis que se tienen sobre el Tanaj y desde los cuales muchos lo abordaron para dar sus interpretaciones propias y entenderlo bajo alguno de esos lentes, pero no se percatan que dichos lentes fueron puestos por Jesús para dañar con ellos la imagen que tienen de las Escrituras Hebreas e imponer su lectura egocéntrica. 


Notas.
1. Lakatos Janoska, Eugenio. Pentateuco Facultad de Filosofía. Universidad Santo Tomás de Aquino. USTA, 1992. Bogotá, pp. 9.
2.  Véase en la página Oraj HaEmet en el Comentario llamado Contra la Carta a lo Gálatas lo siguiente:
"[…] pedagogo, y un esclavo del hogar encargado de mantener a los hijos (divinos) fuera de problemas y escoltarlos fuera de la casa. Pablo al llamar a la Torah como una pedagoga indican su papel temporal y la inmadurez de sus pupilos, es decir de la nación de Israel, el pueblo judío. Nuevamente Pablo considera la inferioridad de la Torah así como degrada al pueblo judío, este es el verdadero antisemita de Pablo de Tarso".
3.  A manera de ejemplo lo que dijo El Papa Francisco 11 de agosto de 2021 cuando centraba un proyecto de catequesis en la Carta a los Gálatas y la página católica www.exaudi.org ha iniciado el encabezado del articulo diciendo que:
"[…] ha destacado que “la Ley no da la vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa, porque no está en la condición de poder realizarla”, que es “un camino que te lleva adelante hacia el encuentro”, el “pedagogo hacia la fe en Cristo, es decir el maestro que te lleva de la mano al encuentro. Quien busca la vida necesita mirar a la promesa y a su realización en Cristo”. https://www.exaudi.org/es/ley-pedagogo-fe-cristo/

6/20/2023

Ezequiel 37:15–17: ¿Es el Libro de Mormón el "Palo de Yosef" mencionado en el profeta Yejezkel (Ezequiel)? (Primera Parte)

BS"D

Por Neshamot Deot

Es algo muy común entre los grupos religiosos de creencias sectarias preferir ciertos pasajes de escrituras sagradas y servirse, de manera sesgada, de la información ahí provista para luego aplicar una interpretación dogmática que filtra la comprensión del texto, a fin de sostener desde ahí las afirmaciones que pretenden exponer. Un ejemplo de ello es la creencia mormona que toma el pasaje del libro del profeta Yejezkel (Ezequiel) 37:15–17 y asegura que la expresión "Palo de José", en hebreo etz Yosef, es una referencia al Libro de Mormón, un documento que ellos pretenden inspirado divinamente y que fue "traducido" del egipcio reformado y/o hebreo por "el don y poder de Dios" otorgado al supuesto profeta Joseph Smith, y luego publicado en ingles en 1830. En este escrito vamos a ver como esto, desde luego, no es así.

Uso, provisionalmente, la traducción de la Reina Valera en español del pasaje del profeta, ya que es desde ella, o en la King James en inglés, la que emplean para hacer su particular interpretación:

Vino a mí palabra de Jehová (sic), diciendo: Hijo de hombre, toma ahora un palo, y escribe en él: Para Judá, y para los hijos de Israel sus compañeros. Toma después otro palo, y escribe en él: Para José, palo de Efraín, y para toda la casa de Israel sus compañeros. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y serán uno solo en tu mano.

En la "mentalidad" mormona, (es decir en su filtro doctrinal) ante este pasaje se forma una simple y falsa ecuación con la que establecen una equivalencia entre dos elementos que en realidad nada tienen en común, en el que las expresiones "Palo de Judá" es la Biblia, y "palo de José" es el Libro de Mormón. El primer documento o palo, fue preservado por el pueblo judío y el segundo palo fue preservado por los descendientes del ficticio personaje llamado Lehi que se supone era descendientes de José, de acuerdo a pasajes de El Libro de Mormón como 2 Nefi 3:12 y Alma 10:3.

En el documento llamado "Guía para el Estudio de las Escrituras" (que sirve de apéndice a la tripleta de libros canónicos del mormonismo), en la entrada "El palo de Efraín o palo de José", se define a este documento así:

Registro de un grupo de la tribu de Efraín que fue guiado desde Jerusalén hasta América alrededor del año 600 a.C. A dicho registro, que es el Libro de Mormón, se le llama el palo de Efraín o el palo de José. Al unirse al palo de Judá (la Biblia), ambos registros constituyen un testimonio unido del Señor Jesucristo, de Su resurrección de la tumba y de Su obra divina realizada entre estas dos ramas de la casa de Israel.

En este pasaje, como en otros, de la literatura mormona, podemos ver cuál es el fin que tiene, según los santos de los últimos días, la unión de esos dos "palos" y por lo tanto el presunto cumplimiento de "Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y serán uno solo en tu mano".

¿En quién se cumple esta profecía según los mormones? En la Iglesia de los Santos de los Últimos Días en particular o las múltiples facciones de creyentes "mormones" que no se afilian a la rama más conocida pero que creen en la inspiración de ese libro. Ellos, se supone, fuero quienes unieron estos dos palos y, de paso, le dieron una finalidad que no está de manera explícita en el pasaje del profeta Yejezkel, pues, no dice que una vez unidos servirán para dar testimonio de un tal " Señor Jesucristo", como lo puede apreciar cualquiera que lea completo el pasaje en cuestión,   

Desde luego estamos ante un monumental "buen ejemplo" de tergiversación textual. Pero el asunto no termina ahí. José Smith a través de su hipostasis o "profeta" Nefi (1: 13:40), expresa una idea muy común de los predicadores estadounidenses del período de gestación de El Libro de Mormón en cuanto a lo que creían encontrar o debería conservarse en el Pentateuco o el Antiguo Testamento en cuanto a su proclamado mesías: 

Y el ángel me habló, diciendo: Estos últimos anales que has visto entre los gentiles, establecerán la verdad de los primeros, los cuales son los de los doce apóstoles del Cordero, y darán a conocer las cosas claras y preciosas que se les han quitado, y manifestarán a todas las familias, lenguas y pueblos que el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre, y es el Salvador del mundo; y que es necesario que todos los hombres vengan a él, o no serán salvos.

Para muchos cristianos, de entonces, de antes y aun de ahora, fue, es y ha sido claro que muchos pasajes de las Escrituras hebreas no son tan directos a la hora de mencionar a su mesías como ellos desearían. Por eso tuercen, transforman e inventan profecías donde no las hay. Y como no es fácil aceptar lo más simple, es decir, reconocer que dichas alusiones, referencias o profecías no están, arman esquemas apofénicos que hacen aparecer y creer, por el "sesgo del francotirador", que ahí está lo que su dogma necesita que el crédulo lector lea.  

Como sea, de acuerdo al texto citado de 1 Nefi, El Libro de Mormón, o como se describe ahí los “últimos anales”, y la Biblia o “los primeros [anales]”, serian los documentos que conservarían la supuesta verdad: que "el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre, y es el Salvador del mundo; y que es necesario que todos los hombres vengan a él, o no serán salvos". ¿Pero fue para eso que se le dijo al profeta Yejezkel que juntara los dos palos? Claramente no, y examinando el resto del pasaje (algo que saben obviar quienes prefieren leer un texto desde la selección hecha en un libro doctrinero) uno se percata que una vez unidos los dos palos (¡No dos libros!) se anunciarán como señal para indicar el cumplimiento de cerca de veintisiete aspectos que nada tienen que ver con la creencia en Jesús, ni con el mensaje del Nuevo Testamento, ni con lo predicado en El Libro de Mormón. ¿Sí esa era razón por qué no se lo dijo ahí mismo Dios a su profeta, y a través de él a todo el pueblo y a los futuros lectores?  

Aun basándose en la Reina Valera es fácil darse cuenta que el contenido del mensaje expresado en el capítulo 37 del profeta Yejezkel es que Dios promete (21-28), una vez unidos estos dos "palos":  1) tomar a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron; 2) los recogerá de todas partes; 3) los traerá a su tierra; 4) los hará una nación en la tierra, en los montes de Israel; 5) un rey será a todos ellos por rey; 6) nunca más serán dos naciones; 7) nunca más serán divididos en dos reinos; 8) no se contaminarán con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; 9) los salvará de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, 10) los limpiará; 11) que le serán por pueblo; 12) Él será a ellos por Dios; 13) Su siervo David será rey sobre ellos, y tendrán un solo pastor; 14) andarán en sus preceptos; 15) sus estatutos guardarán; 16) los pondrán por obra; 17) habitarán en la tierra que dio a su siervo Jacob; 18) en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; 19) su siervo David será príncipe de ellos para siempre; 20 hará con ellos pacto de paz perpetuo con ellos; 21) los establecerá y los multiplicará, 23) pondrá su santuario entre ellos para siempre; 24) estará en medio de ellos su tabernáculo, 25) será a ellos por Dios, 26) ellos le serán por pueblo; 27) sabrán las naciones que HaShem santifico a Israel, estando su santuario en medio de ellos para siempre. En todas esas veintisiete promesas, ¿dónde está la promesa de un "Jesucristo"? Es una profecía de clara intención de restablecimiento de Israel y no el anuncio de un cordero salvífico.

Pero el asunto no termina ahí, más adelante, en un despliegue de megalomanía y de profecía autoreferencial, Joseph Smith se inventa y redacta, en su tortuoso estilo, una profecía que atribuye a José (a Yozef haTzadik) y explica que los escritos producto del "fruto de tus lomos" crecerá juntamente con lo que escriba" el fruto de los lomos de Judá", es decir que se unirán El Libro de Mormón y La Biblia. Así aparece en 2 de Nefi 3: 12-21:

Por lo tanto, el fruto de tus lomos escribirá, y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que escriba el fruto de tus lomos, y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán juntamente para confundir las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y establecer la paz entre los del fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus padres en los postreros días, y también al conocimiento de mis convenios, dice el Señor. Y de la debilidad él será hecho fuerte, el día en que mi obra empiece entre todo mi pueblo para restaurarte, oh casa de Israel, dice el Señor. Y así profetizó José, diciendo: He aquí, el Señor bendecirá a ese vidente, y los que traten de destruirlo serán confundidos; porque se cumplirá esta promesa que he recibido del Señor tocante al fruto de mis lomos. He aquí, estoy seguro del cumplimiento de esta promesa; y su nombre será igual que el mío; y será igual que el nombre de su padre. Y será semejante a mí, porque aquello que el Señor lleve a efecto por su mano, por el poder del Señor, guiará a mi pueblo a la salvación. Sí, José así profetizó: Estoy seguro de esto, así como estoy seguro de la promesa de Moisés; porque el Señor me ha dicho: Preservaré a tu descendencia para siempre. Y ha dicho el Señor: Levantaré a un Moisés; y le daré poder en una vara, y le daré prudencia para escribir. Mas no desataré su lengua para que hable mucho, porque no lo haré grande en cuanto a la palabra. Pero le escribiré mi ley, con el dedo de mi propia mano, y prepararé a un portavoz para él. Y también me dijo el Señor: Levantaré a uno para el fruto de tus lomos, y prepararé para él un portavoz. Y he aquí, le concederé que escriba la escritura del fruto de tus lomos, para el fruto de tus lomos; y el portavoz de tus lomos la declarará. Y las palabras que él escriba serán las que yo en mi sabiduría juzgue conveniente que lleguen al fruto de tus lomos; y será como si los del fruto de tus lomos les hubiesen clamado desde el polvo, porque conozco su fe. Y clamarán desde el polvo; sí, el arrepentimiento a sus hermanos, sí, aun después de haber pasado sobre ellos muchas generaciones. Y sucederá que su clamor saldrá, sí, según la sencillez de sus palabras. A causa de su fe sus palabras saldrán de mi boca a sus hermanos, que son el fruto de tus lomos; y la debilidad de sus palabras yo fortaleceré en su fe, a fin de que recuerden mi convenio que hice con tus padres.

Este extenso, repetitivo y aburrido pasaje, lleno de inconsistencias, en el que se hacen evidentes las esperanzas de un José Smith que anhelaba tener éxito en su misión, intentando proclamar su suerte ante sus adversarios siendo que terminaría muriendo de manera trágica y por lo tanto enunciando en nombre de Dios una falsa profecía y además contradiciendo con su pluma fácil y sus sermones grandilocuentes esa falsa humildad que pretendía y que en realidad estaba envuelta en el deseo de ser reconocido, este texto, la verdad, es básicamente una desfachatez.  ¿En qué parte del libro de Bereshít está esa profecía donde Yosef haTzadik habla de Joseph Smith? En ninguna parte, salvo en la versión amañada y editada al final de la "Perla de Gran Precio" a manera de apéndice y que llaman "Selecciones de la traducción de José Smith de la Biblia en Inglés", la cual no es muy publicitada porque se ha descubierto que es una "versión" que añade partes del comentario bíblico de Adam Clarke, según explica el articulo A Recently Recovered Source: Rethinking Joseph Smith’s Bible Translation:[1]

Our research has revealed that the number of direct parallels between Smith’s translation and Adam Clarke’s biblical commentary are simply too numerous and explicit to posit happenstance or coincidental overlap. The parallels between the two texts number into the hundreds, a number that is well beyond the limits of this paper to discuss. A few of them, however, demonstrate Smith’s open reliance upon Clarke and establish that he was inclined to lean on Clarke’s commentary for matters of history, textual questions, clarification of wording, and theological nuance. In presenting the evidence, we have attempted to both establish that Smith drew upon Clarke, likely at the urging of Rigdon, and we present here a broad categorization of the types of changes that Smith made when he used Clarke as a source.

Y aún más, la propia Iglesia de los Santos de los últimos días en su propio sitio web, reconocen que[2]:

José Smith no empleó los textos fuentes en hebreo y griego, ni diccionarios ni conocimiento alguno de idiomas bíblicos para dar un nuevo texto en inglés. Más bien, él usó un ejemplar de la Biblia, la versión del Rey Santiago (King James, en inglés), como el punto de partida para su traducción, dictando cambios y adiciones inspirados a escribientes quienes, al principio, los registraron en papel y posteriormente como notas al margen de la misma Biblia. Las revisiones que hizo se pueden agrupar en varias categorías. Al comienzo de su obra de traducción, se revelaron largos pasajes que José dictó a sus escribientes; tal como él hacía al recibir las revelaciones en Doctrina y Convenios. Algunos de esos pasajes ampliaron dramáticamente el texto bíblico. El ejemplo más conocido de este tipo de revisión se encuentra actualmente en el libro de Moisés en la Perla de Gran Precio. José Smith también hizo muchos cambios menores para mejorar la gramática, modernizar el lenguaje, corregir puntos de doctrina o resolver incongruencias. A medida que trabajaba en esos cambios, parece que en muchos casos él consultó los comentarios respetados de eruditos bíblicos, para estudiarlos en su mente como parte del proceso revelatorio.

En últimas no se trata de ninguna traducción de ningún texto y por eso luego la Iglesia mormona la llamo "Revisión Inspirada". Según lo apreciado, Smith no solo sirvió para revelar el "Palo de José", sino que además "corrigió" el palo de Judá y de paso desvió todo el proyecto de la profecía tal y como fue dictada a Yejezkel para publicitar sus delirios egomaniacos en donde se percibía así mismo como un tipo de nuevo Moisés y a su libro, según sus propias declaraciones  como “[…] el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro.”[3] Y por eso mismo en el octavo artículo de fe no se duda en redactar: "Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios". Donde reluce, por supuesto, la ausencia de la cláusula " hasta donde esté traducido correctamente" porque sería impropio atribuirle a su inerrante "profeta" una mala traducción.

Una vez asimilada la idea de que "El palo de José" de la profecía de Yejezkel es en efecto El Libro de Mormón no hay mucho más que agregar sino llenar de detalles pseudoeruditos que adornan a un más la inadecuada relación y por eso las voces académicas de la Brigham Young University no se cansan de escribir documentos en los que hacen eco de las palabras de Smith. Así, por ejemplo, Bruce L. Brown, un profesor de Psicología, no dudaba en proclamar en su artículo The stick of Joseph and the stick of Judah[4]:

Les doy mi testimonio de este José, el Profeta de la Restauración. Sé que él era un profeta de Dios. Por supuesto, este registro que iba a producir para llevar al pueblo del Señor a la salvación es el Libro de Mormón. Ezequiel, el profeta del exilio, previó la aparición en los últimos días de este libro de Escrituras que había dormido en el polvo. Se refirió a él como el palo de José. Predijo que los santos de los últimos días lo combinarían con el antiguo bastón de Judá, la Biblia, y que los dos se convertirían en uno en su mano.

Otro de los muchos casos llamativos por la manera de forzar la interpretación a costa de información circunstancial, es la que el autor mormón Boyd K. Packer, que en el artículo “Las Escrituras”, publicado en la revista Liahona, (enero de 1983, pág. 98), cita a un artículo de Keith Meservy llamado “Ezekiel’s Sticks and the Gathering of Israel”, que le presenta una prueba material de que, en efecto, un palo o madero, al servir de soporte para la escritura de documentos (algo que hasta el día de hoy se hace en muchos lugares del mundo) ayuda a entender (y aquí viene el salto olímpico) que por eso es un sinónimo de un libro, y un libro sagrado que se redactará en América por cuenta de unos dudosos descendientes de José que lo ocultaran para que siglos después otro José (Joseph) en la EEUU del siglo XIX lo revelara al mundo gracias a una traducción que no era traducción ya que se supone él dictó lo que veía mientras unas imágenes eran visualizadas en el interior de un sombrero:    

Un profesor de escritos antiguos indicó: “El descubrimiento en 1953 de… tablillas con escritos de la ciudad bíblica de Cala en Mesopotamia cambió el modo de pensar de los eruditos sobre la forma en que las culturas de Medio Oriente llevaban los anales. Las tablillas de madera rellenadas con cera representan las ‘formas más antiguas de libros antiguos que se conocen’ y nos ayudan a entender una importante profecía de Ezequiel que predecía la unión de la Biblia y del Libro de Mormón”.

Otra prueba "increíble" de que en algún momento "el palo de Judá y el de José" se juntarían se describe en el comentario mormón a Ezequiel 37, donde sin pena alguna se dice que[5]:

Una manera en que la Biblia y el Libro de Mormón están unidos es mediante notas al pie de página, las cuales proporcionan referencias correlacionadas entre los dos libros. Busca algún versículo del Libro de Mormón que testifique de Jesucristo (por ejemplo, Helamán 5:12). Observa las notas al pie de página del versículo que hayas buscado y localiza algún pasaje de la Biblia que testifique de Jesucristo. 

Es claro que con el Nuevo Testamento pueden hacer eso, ya que El Libro de Mormón por principio se define como "Otro Testamento de Jesucristo" y es una proclama misionera de un delirante de Cristo, pero en cuanto al Tanaj, dicha unión solo puede darse por la relación de imitación del lenguaje de la única traducción de la Biblia que conoció Smith, la King James Bible. Por lo demás todo el espíritu, tradición, principios y sistema de estudio son diametralmente opuestos. Además, hasta empleado una mala traducción del Antiguo Testamento, ¿Cómo pueden los mormones siquiera comparar a El Libro de Mormón con La Biblia? ¿Qué Cantar de los cantares hay en él? (Libro que además fue sacado del Canon por la voluntad ignorante de Smith) Qué obra literaria como Job o que reflexión filosófica como la de Kohelet encontramos en sus páginas? ¿Hay, acaso algún libro semejante a Los Salmos entre Jarom y Omni? Aridez plena en virtudes literarias las de los nefitas. Pero regresando al punto, ¿notas de pie de página para demostrar una profecía?  Si es así sería fácil demostrar que la obra de Milton, Whitman, Nietzsche o Borges son igualmente "el palo de José" ya que podemos hacer una relación de citas de pie de página con "el palo de Judá".

El ya mencionando Boyd K. Packer, quien fue presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, en el artículo previamente citado[6], continuaba aportando más elementos para que no dudáramos de tan tremenda relación entre los dos palos que alegorizan a dos libros considerados sagrado: 

“El palo o registro de Judá —el Antiguo y el Nuevo Testamento— y el palo o registro de Efraín —el Libro de Mormón, que es otro testamento de Jesucristo— están ahora entrelazados de tal manera que el estudiar uno nos insta a estudiar el otro; el aprender de uno aclara el conocimiento del otro. Son, sin duda, uno en nuestras manos. La profecía de Ezequiel se ha cumplido

Con el transcurso de los años, estas Escrituras producirán generaciones sucesivas de cristianos fieles que conocerán a Jesucristo y estarán dispuestos a obedecer Su voluntad […]

[Podrán] gozar de la claridad de las revelaciones como nunca nadie lo ha podido hacer en la historia del mundo. En sus manos están los palos de José y de Judá; adquirirán un conocimiento del Evangelio mucho más amplio que el que sus antepasados pudieron lograr. Tendrán el testimonio de que Jesús es el Cristo y la capacidad de proclamarlo y defenderlo”

La imagen no puede ser más patética y dulzona, más para el alma entregada a una creencia tal debe ser un aliciente para continuar aferrado a una interpretación forzada: cada vez que algún mormón toma en sus manos El Libro de Mormón y La Biblia está actualizando y dando fe del cumplimiento de dicha profecía. ¡Qué más prueba del cumplimiento de lo anunciado a Ezequiel! Un edificio entero levantado en una sección.

Pero la alucinación no termina ahí, y el non plus ultra del conglomerado de maromas doctrinales nos llega de la mano de un nuevo y extravagante documento: The Stick of Joseph in the Hand of Ephraim, un equivalente a las versiones mesiánicas y hebraizadas del Nuevo Testamento, donde El Libro de Mormón es presentado por el misionero Adrian Larsen como un documento de "naturaleza hebraica" y, por el título con que lo presenta, una referencia directa a la profecía de Yejezkel (Ezequiel) del capítulo 37. Pero todo esto lo explicaré en una segunda parte de este documento.

 


[1] A Recently Recovered Source: Rethinking Joseph Smith’s Bible Translation, en web.archive.org/web/20180511224722/http://jur.byu.edu/?p=21296

[2] Traducción de José Smith de la Biblia, en www.churchofjesuschrist.org/study/history/topics/joseph-smith-translation-of-the-bible?lang=spa

[3] José Smith, Introducción del Libro de Mormón, pg. V.

[4] Bruce L. Brown The stick of Joseph and the stick of Judah, July 22, 1986 Brigham Young University. All rights reserved. (https://speeches.byu.edu/talks/bruce-l-brown/stick-joseph-stick-judah/)

[5] Guía de estudio del Antiguo Testamento para alumnos del curso de estudio individual supervisado de seminario, Unidad 29: Día 2, Ezequiel 37. Tomado de https://www.churchofjesuschrist.org/study/manual/old-testament-study-guide-for-home-study-seminary-students-2015/introduction-to-ezekiel/unit-29-day-2-ezekiel-37?lang=spa

[6] “Las Escrituras”, Liahona, enero de 1983, pág. 101.



El impacto en la cultura occidental de la enmarañada y terrible senda de la divinización de Jesús


Por Neshamot Deot

Se sabe que en las fiebres teológicas de los primeros siglos del cristianismo las heterodoxias, las herejías, las sectas y toda una serie de variopintas enseñanzas pulularon junto al presunto monoteísmo dogmático de la iglesia que se arrojaban la ortodoxia y al politeísmo ancestral, diverso y descomunal, que poblaba los territorios del que fuera el gran Imperio Romano.

Hacia el siglo IV, un obispo que se propuso expurgar la falsedad dentro de la comunidad cristiana, mencionó un total de 156 creencias y herejías cristianas; tal fue la variedad de credos que se necesitó de todo un nuevo argot para categorizar y describir a los descarriados y cismáticos: arcónticos, barbelognosticos, cerintios, encratitas, donatistas, menandrianos, nazarenos, ofitas, ebionitas, decimocuartos, estratióticos, valentinianos. Estos eran algunos de los nombres que aparecían en tan enriquecida lista y que serían recordados como ejemplos execrables de las muchas sectas que llegaron a ser totalmente condenadas y perseguidas luego que se estableciera como dogma definitivo la divinidad de Jesús, ese mismo dogma que millones de personas creen y sin cuestionamiento alguno admiten, olvidando que más allá de conservar la herencia de  una fe ancestral es en realidad una perversa formulación teológica excluyente que atrapa la conciencia y la encierra en una luminosa jaula de aislamiento espiritual que ha sido el móvil íntimo de toda una civilización.

Así pues, no hay que olvidar que la divinidad de Jesús ha costado sangre de miles y miles de personas que negaron y que contradijeron lo afirmado por sus seguidores, aquellos que han reclamado como única verdad su igualdad con Dios, como si tal cosa fuese posible. Y esa presunta igualdad, tan extraña al antiguo monoteísmo judío y aun tan cuestionable para los cientos de religiones no formalizadas que se agruparon en el paganismo, es una de las afirmaciones religiosas, es decir un dogma, que más daño a causado a la humanidad entera.

No en vano por ninguna otra divinización se ha discutido tanto. Los romanos pre-cristianos no debatían la deificación de  sus emperadores, los hindúes habían hecho divinos a cuanto elemento encontraban y a cuanto sadú elevaban al lado de los devas, en una tranquilidad que a duras penas se veía oscurecida por unas escaramuzas locales promovidas por seguidores que terminaban fusionándolas con otros dioses; los celtas, escandinavos y todos aquellos grupos asociados por el frio hiperbóreo, saludaban a sus héroes caídos como los nuevos luminosos que desde su respectivo paraíso de guerra alcanzaban su apoteosis en un conflicto divino. Pero nada de brutales y masivas imposiciones.

Jesús no, Jesús el “unigénito” tenía que ser dios por la espada, y por una espada que él no manipulaba porque su reino no era de este mundo, sino que la manipulaban sus adeptos, su rebaño de lobos, sus dedos carnales que operaban su fantasmal voluntad, los mismos que con el idioma psico-guerrero de su evangelio, blandían la espada confusa de una doctrina que se alzó a fuerza de negar las otras visiones e imaginarios propios que también habían considerado a Jesús de muchas otras formas y que decían fundarse en sus ambiguos discurso, ciertos o atribuidos.  

 

Confuso mensaje que sigue aprovechando para gastar tinta y para hacer que personas tan inteligentes como yo se dediquen a escribir sobre estos asuntos que hace siglos deberíamos haber superado, pero que se deben tratar porque el mal engendrado debe ser menguado así sea por medio del ejercicio de escriba electrónico. Confuso, como decía, porque desde sus propios textos doctrineros Jesús mismo crea la confusión con respecto a su naturaleza divina y su relación con Dios -en mayúscula-, al que identificaba como Padre en una calidad especial y excluyente del resto de la humanidad, como si los demás fuéramos seres materiales menores que, por un pérfido acto de fe, en este caso es la aceptación de una afirmación insostenible e incongruente, que nos permitirá –supuestamente-, por medio de una extraña adopción, ser hijos de Dios con una minúscula bien merecida por ser pecadores merecedores del más hondo de los avernos del que se supone el colgado nos rescató.  

Jesús lo único que hizo y ha hecho es causar confusión. Si su enseñanza y su vida fueron realmente ejemplos de claridad, ¿por qué entonces tantos albergan tantas dudas sobre ellas? ¿Por qué se escriben tantos libros para satisfacer la idea de que existió como ser histórico?  Entre todos aquellos que fueron arrastrados por sus doctrinas debatieron por siglos con sangre y maldición sobre su naturaleza, unas veces más humana y otra veces más divina, gestando doctrinas y acusándose mutuamente de herejía, intentando entender lo que no hay que entender, haciendo malabares de dudosa dialéctica, sirviéndose con espantoso fervor del preciado legado de los filósofos griegos más ilustres, y en últimas desarrollando un complejo psico-cultural que penetraría por siglos en el alma de millones de seres que se vieron subyugados a ignorar todo su potencial, a desconocer la totalidad de su ser. ¡Que grandes habrían sido los grandes de la historia que aparecieron luego de sus enseñanzas si tiempo atrás se hubiera abandonado semejante pequeñez!

Así pues, sí Jesús fue claro sobre sí mismo, ¿por qué -pero por qué- existieron doctrinas como el docetismo, que aseguraba que la humanidad de Cristo fue una mera apariencia y no una realidad? ¿O el ebionismo, en el que Cristo no fue engendrado por el Padre Celestial sino por un José muy carnal y sólo fue Cristo o “Mesías” hasta el bautizo? ¿O el adopcionismo dónde Cristo es un simple hombre, adoptado por Dios como portador de una gracia divina?  o las decenas de variantes de la gnosis cristiana, en el que Jesús no es Dios sino un "eón" (un poder dentro de muchos) en medio de los demás que ha venido para dar el conocimiento al hombre engañado por sus sentidos? ¿O el arrianismo, en el que Jesús es hijo de Dios pero no consubstancial al Padre sino una suerte de dios menor? ¿O el apolinarismo, que niega al alma humana de Cristo, creyendo que esa alma humana sería como la nuestra, pecaminosa? ¿O el nestorianismo, que sostenía dos personas en Cristo, una divina y otra humana, sin unión alguna? ¿O el monofisismo, que sostenía una sola naturaleza en Cristo, la divina? ¿O – y última, porque toca detenerse- el monotelismo, que sostenía una sola voluntad en Cristo, la divina? Y la nueva pregunta que me queda es: ¿Cómo ese matorral de ideas en chisguete tiene el descaro de presentarse como monoteísmo? No me hagan reír.  La Segunda Persona ha sufrido un ataque de esquizofrenia severa, cuando no de personalidad múltiple, y lo peor, nos han querido heredar ese legado.

¿Por qué tantas versiones de Jesus-Cristo? ¿Por qué no una sola si se supone que él es uno como se dice que lo es con su Padre? Porque sencilla y llanamente Jesús-Cristos es el ejemplo cultural más enfermizo de un arte antiguo que se ha renovado hasta la indecencia gracias a los ordenadores: el copy and paste. Así es, este personaje de presunta historicidad es el resultado de una gran cantidad de ideas, figuras, imágenes, dioses, reyes, mitos, fábulas que el clero que lo promueve congregó y mezcló en un cuerpo imaginario que habría de habitar la mente de todos aquellos a los que se le impusiera su figura.

 

Y aún más para poder que esa figura fuera creíble la ubicaron en un lugar del Imperio, un lugar propenso a riñas y polémicas contra el poder establecido; así pues, tomaron la vida de un reo envalentonado con ínfulas proféticas que fue condenado bajo las leyes de un pueblo que desconocían y que creían superar gracias a unas enseñanzas de aspecto pío y sabio. Y así, como los juguetes actuales, lo exhibían en varias presentaciones: pescando, en la playa, sanando, obrando milagros, predicando, en la cruz, resucitando, cenando, a la diestra de dios padre, en el corazón de todos, como juez universal. Y luego para gusto de todo el orbe conocido lo exhibieron como taumaturgo, profeta, rey trágico, sanador, intérprete, carpintero y una larga serie de actividades que ni Cantinflas ni Condorito han tenido en sus diversas ediciones.

Esta imagen no nació, desde luego, de la noche a la mañana, sus componentes fueron tomados y seleccionados del amplio mundo del mediterráneo y aún más allá, es decir de todos los ámbitos, geografías, tiempos y lugares donde los pasos jurídicos y soldadescos del Imperio Romano impusieron su paz: la paz del desierto, la desolación y la tiranía. Dioniso, Orfeo, Ahis, Osiris, Mitra y varios pasajes de los misterios de Eleusis se refundieron y sirvieron para formar la imagen, vida y obra de Jesús-Crito el Nazareno, el olvidado brujito al que se lo edulcoro con versiones amañadas de pasajes del Tanaj, la “Biblia” Hebrea, a fin de darle un trasfondo profético mucho más antiguo que validara sus tortuosas enseñanzas. De este modo el Jesús resultante fue politeísmo enfrascado en un cuerpo y vendido luego con ínfulas de un monoteísmo poco convincente. Es un senado romano de deidades queriendo fundirse para ser un Augusto Cósmico que por más que se intentó no alcanzó sino para hacerlo segundo del Dios hebreo. 

Antes de Nicea muchos cristianos aceptaban su divinidad, pero muchos otros la rechazaban y otros tantos la relativizaban o la reinterpretaban, pero los cristianos de línea “ortodoxa” bien podían alegar en contra de todos aquellos grupos que condenaban por herejes que ellos no estaban estableciendo, a gusto y voluntad, la idea de que Jesús era “el Hijo de Dios” como equivalente a aseverar que fuese Dios. Los mismos evangelios canónicos, algunos de ellos escritos casi 200 años antes de Nicea, hacen unas 40 menciones a Jesús como Hijo de Dios en el sentido de la ortodoxia, o uno muy parecido al de consubstancialidad, sin percatarse que un dios que se precie de ser el verdadero no debería tener padre. Dios es Dios porque sencillamente no le debe nada a nadie ni necesita de nada ya que es Autosuficiente. 

Así en los evangelios vemos a Tomás diciendo al ver a Jesús resucitado  (Juan 20:28): “Mi Señor y mi Dios”; O en Romanos 9:5, Pablo asegura: “de ellos [los judíos] son los patriarcas, y de la carne ha surgido el Cristo, que es Dios, y está por encima de todo"; o en  Tito 2:13: "… esperamos que se manifieste la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo"; o en 2 Pedro 1:1: “Simón Pedro, sirviente y apóstol de Jesucristo, a aquellos que por la justicia de nuestro Dios y salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la nuestra”. Pero preciosa es una galaxia y no este galimatías insustancial. ¡Pero que iba a saber de galaxias ese pobre seguidor de un loco! Como sea, estos textos del Nuevo Testamento son doctrinalmente confirmados por algunos de los llamados Padres de la Iglesia, los que escribieron mucho antes del Concilio de Nicea. Así en la  Carta a los efesios de San Ignacio de Antioquía, (c. 35-c.107): “Pues nuestro Dios, Jesucristo, fue según el designio de Dios, concebido en el vientre de María, de la estirpe de David, pero por el Espíritu Santo". ¿Quién puede entender eso de que Dios fue designado por Dios? Claro un confundido que quiere confundir. Y aún más, ¿quién que se precie de ser Dios es designado? Pero claro, dirán que es el Padre al Hijo, ¿Y que Dios que se respete tiene Padre, como ya escribí? Dislates de inconformes politeístas que no comprendieron lo que abandonaron y pretendían entender un monoteísmo para el que no se habían educado.

Pero hay otras mohosas perlas: en Diálogo con Trifón, Justino Mártir, (c.100-c.165 d.e), escribe: “Si hubieses entendido lo escrito por los profetas, no habrías negado que Él [Jesús] era Dios, Hijo del único, inengendrado, insuperable Dios”; ¿Insuperable Dios? ¿Entonces por qué tiene Padre quien se supone lo designa? Además, precisamente porque se entendió a los profetas fue que lo rechazaron. Por su parte Ireneo de Lyon (c. 130 -200 d.e) en el tercer libro de Contra los herejes, afirma de Jesús: "Él  es el santo Señor, el Maravilloso, el Consejero, el Hermoso en apariencia, y el Poderoso Dios, viniendo sobre las nubes como juez de todos los hombres”. Clemente de Alejandría (190 d.e) ya diría, en Exhortación a los griegos, agregando el condimento de su humanidad: "Sólo Él [Jesús] es tanto Dios como hombre, y la fuente de todas nuestras cosas buenas". Un poco más desquiciado En el alma 41: 3, Tertuliano (c. 210 d.e) comenta: “Sólo Dios está sin pecado. El único hombre sin pecado es Cristo, porque Cristo también es Dios". Don Tertuliano no hay humano que no peque, y peca muchas veces no por que quiera, sino por inadvertencia, y peca, aún más, porque tiene cuerpo –y cuerpo físico- que es contingente y está sometido a un sinfín de limitaciones, ergo si tenía cuerpo no podía ser Dios y si era Dios no tenía cuerpo, pero si no tenía cuerpo no podía redimirnos y no era hombre… y en fin mejor no le sigo la corriente a la ignorancia. Después, Orígenes (c.185-c.254 d.e.), en Las doctrinas fundamentales 1:0:4, no ve problema en esto: "Aunque [el Hijo] era Dios, tomó carne; y habiendo sido hecho hombre, permaneció como era: Dios" ¿Entonces la carne es Dios? ¿Pero qué carne? La sagrada carne que se comen en la misa y luego acusan a judíos y barbaros de ser vampiros y hombres lobo.

Así pues, aunque muchos historiadores mal informados no lo digan o lo ignoren, antes de Nicea ya se había definido muy bien lo que en Nicea se impuso como verdad absoluta de todo el cristianismo. En Nicea lo que se debatió fue las enseñanzas de Arrio, un sacerdote alejandrino al que se le consideró herético porque enseñaba que Jesús no era Dios, sino un dios menor. Doctrina que resucitó de los muertos el masón Charles Taze Russell, el fundador de los Testigos de Jehová. ¿Y acaso no tenía razón Arrio? Pues a veces me parece que sí porque el mismo Jesús llama bueno solo a Dios y se reconoce como menor que el Padre en los mismos evangelios que sus oponentes citaban para afirmar lo contrario. ¿Pero qué clase de prueba constituyen estos textos escritos en un griego chapucero que calca mal algunas palabristas hebreas y arameas como para no quedar mal? En fin, hasta dónde se sabe de unos 250 obispos que asistieron al Concilio de Nicea sólo dos votaron a favor de la postura de Arrio, mientras que los demás confirmaron lo que hoy se recita en el Credo, que el Hijo de Dios, el homoousios -que no es un insulto a su sexualidad- es de la misma naturaleza o substancia que el Padre y con ello fueron edificando el enredo triádico que existen en el mayor dogma del cristianismo.

Tenemos tres versiones de lo que supuestamente fue o es jesús-cristo: la de los diversos grupos cristianos heréticos que no concordaban entre sí, la de la revisión histórica que afirma que todo en torno a Jesús es la conjunción de diversos mitos y la de la ortodoxia que afirma que su título hijo de Dios lo hace igual a Dios. De todas ellas la última fue la que triunfó como la versión autorizada, y esa es la que más pesa en el cuerpo colectivo de sus seguidores, si bien muchos a lo largo y ancho de su historia han pretendido revivir o recordar las otras versiones.

 

Pero todas estas versiones solo están hechas, pensadas y diseñadas para esconder un hecho más penoso, un hecho concluyente que identifica en verdad el cuerpo que las teorías y las patrañas con aires teológicos que han escondido bajo el nombre de Jesús. ¿Y quién es Jesús? Esta es la conclusión a la que he llegado: Es un personaje inventado por el Imperio Romano basado en un reo que fue castigado en Judea en tiempos de Pesaj (Pascua) noventa años antes del nacimiento del Jesús que se conoce en los evangelios. Éste fue un hereje que consiguió algunos discípulos y traicionó a los sabios hebreos; se le conoció como Ieshu ben Pantera, ya que su padre fue un soldado romano que adulteró con una mujer llamada Miriam; se destacó por no terminar sus estudios ya que fue expulsado de las academias y en cambio aprendió, mientras estuvo en Egipto, magia y brujería con los cuales hizo trucos que hizo pasar por milagros y le sirvieron para engañar al pueblo logrando hacer varios discípulos que también fueron ejecutados. ¿De dónde sacó esa información? Del Talmud, esa gran biblioteca inconexa de saber que ya se imaginaran por qué razón fue perseguido, quemado y destruido, además de fraguado y calumniado durante los siglos que la Iglesia que alzó a Jesús como dios y juez del mundo dictaba que era bueno y que era malo.

Así pues de esa historia los romanos se basaron para ir elaborando su mito; mito al que le fueron asociando temas, dogmas y misterios de religiones del periodo y con ello hicieron su versión de Jesús, el Cristo. No en vano, por eso creo que el Papa León X -se supone- dijo: “Quantum nobis notrisqüe qüe ea de Christo fábula profuérit, satis est ómnibus séculis notum” (Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo). Lo mismo se puede decir que hicieron con Satanás, una figura creada para crear miedo en las almas y que es el resultado, una vez más, del copy and paste del imperio aplicado a las deidades maléficas del mediterráneo.

Luego de todo esto, y ya que Jesús no cumplía su promesa de regreso (el añorado regreso), sus seguidores -en medio de la añoranza, el desespero y las burlas de los politeístas y el desprestigio ante los judíos- ahora convertidos en déspotas que ostentaban el poder gracias al delirio visionario del Emperador Constantino, sabían que tenían que volver a traer a Jesús de algún modo y la mejor forma era hacerlo rey en el centro conocido de su mundo: Roma. Así Roma se fue evangelizando, a la fuerza y con una que otra aceptación crédula.  Por eso y mucho más el vocablo griego kyrios, que fue el topos nominal de combate del siglo I, II, y III, se empleó a diestra y siniestra para tergiversar (en virtud a su polivalencia) y hacer equivalente una cantidad de apelativos judaicos que expresaban cómo se percibía a la Divinidad por parte de los seres humanos. Porque sepámoslo de una vez, el Nuevo Testamento en particular y la variada y fraguada literatura cristiana en general, pusieron a circular entre los gentiles, en especial los helénizados y los romanos (de nacimiento y por ciudadanía), un vocabulario hebraico que no comprendieron ni unos ni otros, y mucho menos los propios redactores de los libros sagrados del cristianismo que sin saberlo emplearon paradigmas ajenos para elaborar libros sagrados con una sintaxis desprovista del indisociable elemento cultural judío que la componía. De ahí el gran malentendido que hasta el día de hoy nos acompaña.

Pero para ese entonces, para la época a la que me refiero, esos años que precedieron al Concilio de Nicea el dilema estaba en ¿quién podía acaparar el sentido de los nombres divinos de las Escrituras? ¿César o Cristo? La solución cristiana fue hacer de los dos uno y así cristianizaron a Roma y romanizaron las Escrituras hebreas, más aun, y motivados por la decepción, a sabiendas que su amado maestro -para ese entonces un dios menor en medio de muchos dioses- no les cumplió llevando su reino a Jerusalén, sus discípulos en un acto político y de consecuencias históricas fatales hicieron para su Iglesia un reino en Roma, como antesala de lo que aún todavía esperan.

La peor patada que el cristianismo –y en especial la Iglesia católica-  ha pegado en los estómagos espirituales de sus seguidores se puede aún evidenciar en la tensión que mantiene y manipula la a través de la malsana dialéctica de la semejanza y la imitación. Un cristiano, un buen cristiano debe siempre, y ese es la exigencia, imitar a Cristo, pero jamás debe pensar que se puede volver semejante. Esto último debería ser el régimen natural de esta doctrina, mas no es así: se busca mantener bien a raya y bien diferenciado ese límite. ¿Hasta dónde debe llegar la devoción de un feligrés para que se acerque y sea un mono de Cristo?  ¿Hasta dónde debe llegar para que no quiera ser como él, o sea él, e intente usurpar su puesto a la diestra de su dios padre? Sin embargo también la naturaleza de esa historia ha surgido en los rostros de aquellos que siendo consecuentes con su espíritu se laceran como nuevos cristos. Sin lugar a dudas, como casi todos los problemas de esa iglesia, ha sido un asunto de poder. Esta iglesia permite que se llegue a Cristo hasta el punto en que se mantenga la diferencia en la que el fiel es y seguirá siendo un hijo entro otros hijos, un siervo (malo) entre muchos siervos (malos), mientras su Cristo seguirá siendo el Hijo, el Primogénito. Desprecian pues la semejanza, le tienen terror porque en ella el creyente absorbe la dunamis que Cristo prometió en el madero (y que el evangelio apócrifo de Pedro recuerda en el grito desgarrador de una hipóstasis vencida y maniatada por los oscuros poderes de este mundo cuando muere en un madero a las afueras de Jerusalén, diciendo “Poder mío, poder mío, ¿Por qué me has abandonado?”) y podría proclamarse como un nuevo Hijo de Dios, o acaso él mismo. Saben que el poder de la semejanza puede traer, en el fervor, la idea de una nueva religión que nacería de una secta, de un movimiento heterodoxo, como rama desgajada de su propio árbol. Con miedo el cristianismo reconoce su humilde y traicionero pasado y quieren evitar que se repita el fallido intento que quiso alguna vez darle a su antecesor, el judaísmo: esa visión perpetua y jovial de lo divino que no puede tener miedo de buscar la semejanza con todo aquello que se proclama celestial.  Pero no han podido del todo de vez en cuando, y como salidos del infierno que tanto temen, emergen falsos cristos que les recuerdan el origen escatológico de su fe.

Todo lo anterior lo escribo como un mero preámbulo de un trabajo que vengo redactando paso a paso, haciéndole antropología a la teología y en el que pretendo sostener -desde luego no sin pruebas- que la civilización occidental es el resultado de episodios convulsivos y de encuentros y desencuentros entre distintas culturas, iniciando por la judía, la griega y la romana. Esa situación se refleja muy bien en los inconvenientes intelectuales y espirituales que se dieron entre estas culturas al intentar interpretar y comprender un texto mal traducido: El Tanaj, un libro –y más que un libro- que se convirtió por obra y gracia de una serie de escritos sectarios conocidos como Nuevo Testamento, en un Antiguo Testamento; Textos Sagrados que de enseñanza y épica nacional de un solo pueblo, pasó a ser una ley abrogada y una epopeya mal entendida por un grupo de gente que no podía entender nada porque todo en su textualidad era propio de una cultura que desconocían y cuyos valores éticos –que lo impregnan- ignoraban por completo. Y a un más, porque esas mismas gentes, ahora erigidas como un clero que pretendía desplazar a Israel, impusieron, a la fuerza algunos de los elementos propios de las Escrituras hebreas como reglas de vida y de fe a pueblos que ya tenían lo suyo, que ya tenían sus propias costumbres e historia y que fueron en gran medida borradas por la sobre escritura de una serie de traducciones de dicho texto sagrado que no se basaron en sus originales hebreo-arameo sino en versiones griegas y latinas que ya contenían fuertes errores de traducción que se originaban en prejuicios hacia la cultura que lo produjo y con prejuicios hacia la cultura que traducían, haciendo que dichas traducciones influyeran, contribuyeron -y aún más- operaran y forjaran otros actos culturales muy concretos que se desarrollarían en la vida social de los diversos pueblos de Occidente y de todos aquellos que éste dominaría, formando prácticas, creencias y sobre todo un destino, que en la mayoría de los casos, no se había escogido.

Por todo esto es necesario –y no por ello importante- internarse en entender cómo y cuándo se formó a Jesús para demostrar cómo ese personaje es el ejemplo máximo de la confusión y la mala asociación de idearios sociales, y lo peor, de cómo en la vida y enseñanzas que le atribuyeron se configura el esquema y el estereotipo del individuo occidental que es transformado, para su propio mal personal y colectivo, al agregarle capas y capas de tradiciones y pensamientos ajenos con el fin de borrar al humano y hacer inolvidable al mito: un mito que en realidad subyuga el alma mientras asegura que la libera.