12/17/2014

Rabino Shlomo Aviner: El milagro de Januca

BS"D



Ieshiva Ateret Ierushalaim
Bajo la dirección del
Rabino Shlomo Aviner

                                                 #257

El milagro de Januca
[basado en “Tal Orot”, Bereshit, Pág.135]

En la época de la rebelión de Iehudá HaMacabi no todos estaban de acuerdo con él. Por el contrario, tuvo muchos opositores, no solo griegos y judíos helenistas, sino que también dentro de Am Israel (el Pueblo de Israel), e incluso dentro de sus huestes. La mejor prueba es que incluso después de tres batallas victoriosas contra el ejército del conquistador, en la cuarta batalla en Emaus el “ejército” de él contaba solo con algunos miles de soldados: ¿Dónde estaban todos los millones de judíos que habitaban aquí en esa época? ¡¿Iehudá HaMacabi lucha por la independencia religiosa y nacional del pueblo, y cuenta con el apoyo de tan pocos?! ¡También es relatado que en el correr de las batallas, hubo soldados que lo abandonaron, a tal punto que en una de ellas, concluyeron la lucha solo una cuarta parte de los soldados que la comenzaron!
En el libro Jashmonaim es relatada una discusión entre Iehudá HaMacabi y sus soldados, en la que ellos esgrimen tres argumentos principales: En primer lugar, ellos sostienen que Iehudá no es capaz de enfrentar al ejército del conquistador, que es el ejército que conquisto casi todo el mundo conocido en ese entonces, un ejército excelente y bien entrenado. Hasta ese momento, no hubo ningún pueblo conquistado que se atrevió a desafiar a esa potencia mundial, y más aún un pueblo tan pequeño. Ellos sostienen que desean la independencia, pero hay que ser realista, y reconocer que no tienen ninguna chance. En segundo lugar, ellos sostienen que la lucha de Iehudá pone en peligro a los demás miembros del pueblo: Si él y su gente están dispuestos a arriesgarse, allá ellos, pero el opresor castigará a toda la población, como realmente lo hizo, cuando se vengó aniquilando toda la población de algún pueblo que eligieron por azar. En tercer lugar, nadie nombró a Iehudá como representante del pueblo. ¡Iehudá, hijo de Matitiau el Cohen (sacerdote), un campesino de un pueblito, declara la guerra contra el imperio griego, en representación de Am Israel sin haber sido nombrado por nadie como su dirigente! Por eso los judíos se oponían a la rebelión, y es muy comprensible.
Las respuestas de Iehudá, son expresadas en varios pasajes del libro Jashmonaim. Allí cuentan que “tomo Gorguias 5000 soldados y 1000 jinetes, y se dirigió al campamento (de Iehudá HaMacabi) en la noche, para sorprenderlos y aniquilarlos, guiados por las personas del fuerte. Iehudá supo de ello, y se dirigió con sus valientes guerreros a atacar los guardianes del rey que estaban en Emaus... cuando llegó Gorguias al campamento de Iehudá en la noche, no encontró a nadie. Los buscó en los montes, suponiendo que se escapaban de él. Y cuando amaneció, desde el valle en el que se encontraban Iehudá con sus 3000 soldados, sin escudos ni espadas como hubieran deseado tener, vieron las fuertes y experimentes huestes de los griegos, con armaduras y jinetes que los rodeaban”. ¡Sabemos de otras fuentes que en esa batalla también participaron elefantes! La situación es crítica. “Y les dijo Iehudá: No teman por su número, y no se atemoricen de su odio, recuerden cómo fueron salvados nuestros antepasados en el Iam Suf cuando los perseguían Paró con sus soldados. Le imploraremos al Señor: Si hallaremos gracia a Sus ojos, y Él recordará el pacto de los patriarcas, aniquilará a los enemigos, y todos los pueblos sabrán que hay quien es capaz de salvar y redimir a Am Israel” (Jashmonaim 1:4:1-11). Y en la batalla de la cuesta de Beit Jorón: “Y llegaron a la cuesta de Beit Jorón, y salió Iehudá a luchar contra él con pocos guerreros. Y cuando vieron al ejército al que tienen que enfrentar, le dijeron a Iehudá: ¿Cómo podremos, siendo tan pocos, luchar contra tantos y tan fuertes, cuando nosotros estamos débiles porque no hemos comido hoy? Y les dijo Iehudá: Es posible que unos pocos venzan a muchos, y no hay ningún impedimento frente a D’s de salvar a través de muchos o de pocos, porque la victoria no depende solo del esfuerzo, y la valentía proviene del cielo. Ellos vienen a luchar con su arrogancia y su maldad, a aniquilarnos a nosotros, nuestras mujeres y niños, y a saquearnos. Pero nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra Torá. Y Él los hará caer ante nosotros, y ustedes no deben temer de ellos. Y cuando concluyó sus palabras, los atacaron repentinamente y vencieron a Siron y sus soldados” (Jashmonaim 1:3:16-24). En la época de los Jashmonaim ya no hay profetas que digan cual es la voluntad de D’s. Iehudá no sabía si iba a poder vencer a los griegos, ni tampoco prometió que así será. Él dijo que es preferible morir luchando, a permanecer impasible frente a la situación insoportable a la que nuestro pueblo kadosh (santo) es reducido, y D’s hará lo que juzga correcto. ¡Por primera vez en la historia, la “mano de D’s” se transforma en un coeficiente político, militar, en la vida nacional! ¡Iehudá sopesó su genialidad estratégica, basada en el perfecto conocimiento de cada detalle topológico del campo de batalla, y la gran ventaja de la movilidad, la fuerza de voluntad y tenacidad de sus fuerzas, producto del anhelo de la victoria, y llegó a la conclusión que es posible vencer al enemigo!
Pero los opositores no se convencieron, incluso después de sus brillantes victorias. Y aquí interviene el milagro de la vasija de aceite puro. Según el Mahara”l (Ner Mitzva 68A) ese milagro es la respuesta Divina. ¿Acaso el hecho que el aceite alumbró ocho días justifica la institución de una fiesta para todas las generaciones? No fijamos días festivos por cada milagro que ocurre: ¡Nuestra historia está colmada de ellos! Y lo que es más, según la halajá está permitido utilizar aceite impuro para encender el candelabro (Ramba”m, Hiljot Tmidim Umusafim 3:10). Desde ese punto de vista, el milagro era innecesario. Explica el Mahara”l que el valor de ese milagro no es el hecho en sí, sino que es la confirmación que la victoria y todo lo que ocurrió es un milagro, y fue realizado con la ayuda y el apoyo Divino. Las explicaciones estratégicas de las victorias son ciertas, pero no niegan la ayuda de D’s, a través de los procesos naturales.
Conocemos distintos tipos de milagros. En la gmará hablan del episodio en el que David mató al oso y al león que vinieron a devorar una oveja del rebaño a su cuidado, y lo define como un “pequeño milagro” (Baba Metzia 106).

Pregunta allí Tosafot: ¿Qué tubo de milagroso? Y contesta: El milagro es que él tuvo la valentía y se valió de la estrategia necesaria para luchar. Una valentía excepcional es un milagro, es una expresión Divina. Hay milagros “astronómicos” como “el Sol se detenga en Guivón” (Ioshua 19:12). Hay milagros “físicos” como “las aguas les eran una muralla” (Shmot 14:23). Y también existe el milagro “psicológico”: Una persona normal que de pronto, se convierte en un valiente. Hay fuerzas Divinas que se esconden en la persona, y despiertan de pronto, como la valentía, y entonces, es capaz de vencer a un león y a un oso. Ese tipo de milagro, es lo que ocurrió en la época de los Jashmonaim: Sencillos campesinos, Cohanim, que de pronto se ven colmados de valentía, después de cientos de años sin independencia, con una mentalidad de galut (exilio), de miedo y necesidad de valerse de lisonjas y sobornos para subsistir. El milagro de la vasija de aceite es la señal que todo lo que hicieron los Jashmonaim era correcto, que D’s los impulsó, y nos hizo milagros en aquel entonces, en esta época.

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