12/17/2025

¿Janucá Sin Milagro?: La Agenda Oculta de los Gerim defectuosos, por Tamara Maleh


por Tamara Maleh

Existe en nuestros días una especie particularmente perniciosa de gerim defectuosos que, habiendo abandonado apenas ayer las iglesias evangélicas de las que provienen, se creen súbitamente capacitados para dictar cátedra sobre qué constituye o no constituye judaísmo auténtico. Estos especímenes ---que ni siquiera han completado el proceso de giur en muchos casos, o que lo completaron con rabinos igualmente contaminados por la mentalidad protestante--- se dedican ahora a socavar sistemáticamente las tradiciones del pueblo judío mediante el empleo selectivo de metodologías académicas que jamás aplicarían a sus propias creencias cristianas previas. Su objetivo es transparente: congraciarse con sus antiguos correligionarios evangélicos demostrándoles que el judaísmo, después de todo, no es tan diferente del cristianismo racionalizado que ellos profesan; que nuestras tradiciones son igualmente cuestionables, igualmente 'míticas', igualmente susceptibles de ser descartadas cuando resultan inconvenientes para sus agendas sincréticas.

El caso del ataque contra la historicidad del milagro de Janucá constituye un ejemplo paradigmático de esta estrategia de demolición interna. Tomando como autoridad supuestamente definitiva las opiniones de Jaim Zelig Slonimski ---un científico del siglo XIX cuyas credenciales en historia antigua y literatura talmúdica eran, en el mejor de los casos, tangenciales--- estos conversos mal intencionados proclaman triunfalmente que 'el milagro no ocurrió' y que cualquier enseñanza normativa al respecto es 'especulación sin fundamento'. Lo que resulta verdaderamente revelador no es tanto el contenido de su argumento ---que es débil desde cualquier perspectiva historiográfica seria--- sino su metodología selectiva y sus motivaciones apenas disimuladas.

El argumento del silencio y sus falacias metodológicas

La columna vertebral del argumento contra la historicidad del milagro del aceite descansa enteramente sobre la falacia lógica conocida como argumentum ad ignorantiam o argumento del silencio: dado que Flavio Josefo, 1 Macabeos y 2 Macabeos no mencionan explícitamente el milagro del aceite, ergo, el milagro no ocurrió. Esta es una inferencia metodológicamente inválida que ningún historiador serio aplicaría a eventos del mundo antiguo, donde la ausencia de mención en fuentes supervivientes constituye la norma, no la excepción.

Consideremos el testimonio de Flavio Josefo en Antigüedades Judías 12.7.7 (§323-325), donde describe la victoria macabea y la rededicación del Templo. Josefo escribe que establecieron una festividad de ocho días llamada τὰ φῶτα (ta phōta, 'las luces'), explicando que este nombre surgió porque 'la libertad brilló sobre nosotros de manera inesperada'. Los conversos defectuosos y sus mentores evangélicos interpretan esta explicación metafórica como evidencia definitiva de que Josefo desconocía cualquier tradición sobre un milagro del aceite. Esta interpretación revela una incomprensión fundamental tanto de los métodos historiográficos de Josefo como del contexto apologético en el que escribía.

Josefo escribía para una audiencia greco-romana educada en el escepticismo filosófico helenístico. Su obra entera está diseñada para presentar el judaísmo como una filosofía racional y respetable, minimizando sistemáticamente elementos que pudieran parecer 'supersticiosos' a oídos gentiles. Cuando Josefo ofrece una explicación metafórica para el nombre 'Fiesta de las Luces', no está necesariamente negando la existencia de tradiciones milagrosas; está proporcionando una interpretación aceptable para su público objetivo. Este es un patrón consistente en toda su obra: Josefo rutinariamente racionaliza o reinterpreta narrativas bíblicas y tradicionales para hacerlas palatables a lectores greco-romanos.

Más revelador aún es el hecho de que los mismos conversos que proclaman que 'Josefo nunca menciona el milagro, por lo tanto no ocurrió' jamás aplicarían este estándar de prueba a sus propias creencias cristianas previas. Josefo tampoco menciona la resurrección de Jesús, ni los milagros del Nuevo Testamento, ni prácticamente ningún evento significativo del cristianismo primitivo. ¿Concluirían estos gerim defectuosos que la resurrección 'nunca ocurrió' porque Josefo no la menciona? Por supuesto que no. Su racionalismo es estrictamente selectivo, desplegado únicamente cuando sirve para erosionar la confianza en las tradiciones judías, pero cuidadosamente archivado cuando podría cuestionar las narrativas cristianas de las que aún no se han desintoxicado completamente.

El testimonio de Meguilat Taanit y la antigüedad de la tradición

Lo que resulta particularmente risible en el argumento de estos conversos es que ignoran completamente ---o deliberadamente suprimen--- el testimonio más antiguo disponible sobre Janucá: Meguilat Taanit, una compilación tannaítica que data del período del Segundo Templo o inmediatamente posterior. Este documento registra escuetamente:

בכ״ה ביה יום חנוכה תמניא יומין דלא למספד

En el veinticinco del mismo [Kislev], el día de Janucá, ocho días en los cuales no se ayuna ni se lamenta.

Esta es una fuente contemporánea o casi contemporánea a los eventos macabeos, anterior por siglos a la redacción del Talmud Bavlí donde aparece el relato detallado del milagro. La existencia de esta fuente establece varios hechos incontrovertibles que los conversos defectuosos prefieren ignorar. Primero, la celebración de ocho días ya estaba firmemente establecida en el período más temprano, lo cual plantea inmediatamente la pregunta: ¿por qué ocho días? La victoria militar ocurrió en un día específico; la rededicación del altar pudo haberse completado en uno o dos días como máximo. ¿Qué justificaba extender la celebración a ocho días completos?

Los libros de Macabeos ofrecen una explicación: que se celebró a imitación de Sucot, que también dura ocho días. Esta explicación es plausible pero plantea sus propias dificultades. Si Janucá era simplemente una 'celebración tardía de Sucot', ¿por qué no se estableció como una observancia temporal de un año, sino como festividad perpetua con estatus halájico propio? ¿Por qué se desarrolló un ritual distintivo de encendido de luces completamente ajeno a Sucot? La explicación de que 'compensaban Sucot que no pudieron celebrar' funciona para el primer año, pero no explica por qué la festividad se perpetuó con características únicas que la diferenciaban radicalmente de Sucot.

El escolio arameo a Meguilat Taanit ---que aunque compilado posteriormente preserva tradiciones antiguas--- proporciona precisamente la respuesta a esta pregunta:

ומה ראו להדליק את הנרות אלא בימי מלכות יון שנכנסו בית חשמונאי להיכל... ומה ראו לגמור בהם את הלל אלא שכל תשועה ותשועה שהקב״ה עושה להם לישראל היו מקדימין לפניו בהלל בשירה ובשבח ובהודאה

Traducción: "¿Y por qué vieron [los sabios] que debían encender las luces? Pues en los días del reino griego cuando entraron los Hashmonaim al Templo... ¿Y por qué vieron que debían completar en ellos el Halel? Pues cada salvación y salvación que el Santo Bendito Sea hace para Israel, precedían ante Él con Halel, con canto, con alabanza y con acción de gracias."

Esta tradición preservada en el escolio establece dos elementos litúrgicos fundamentales de Janucá: el encendido ceremonial de luces y la recitación completa del Halel durante los ocho días. ¿De dónde surgieron estas prácticas si no existía tradición alguna sobre un milagro relacionado con el aceite del Templo? Los conversos defectuosos no tienen respuesta coherente para esta pregunta, porque cualquier respuesta honesta los obligaría a reconocer que las prácticas litúrgicas distintivas de Janucá presuponen precisamente el tipo de tradición que ellos niegan.

La naturaleza de la literatura talmúdica y la transmisión oral

El argumento de que el relato talmúdico del milagro es 'una invención tardía' revela una incomprensión fundamental ---o más probablemente, una tergiversación deliberada--- de cómo funciona la literatura rabínica. El Talmud Bavlí en Shabat 21b registra la siguiente tradición:

מאי חנוכה... כשנכנסו יונים להיכל טמאו כל השמנים שבהיכל וכשגברה יד בית חשמונאי ונצחום בדקו ולא מצאו אלא פך אחד שהיה מונח בחותמו של כהן הגדול שלא נטמא ולא היה בו להדליק אלא יום אחד ונעשה בו נס והדליקו ח׳ ימים

Traducción: "¿Qué es Janucá?... Cuando entraron los griegos al Templo profanaron todos los aceites que había en el Templo, y cuando prevaleció la mano de los Hashmonaim y los vencieron, buscaron y no encontraron sino una jarra de aceite que estaba sellada con el sello del Sumo Sacerdote que no se había contaminado, y no había en ella para encender sino un día, y se hizo con ella un milagro y encendieron ocho días."

La formulación misma de la pregunta ---מאי חנוכה ('¿Qué es Janucá?')--- indica que los rabinos talmúdicos no estaban inventando una festividad nueva ni fabricando una narrativa desde cero. Estaban explicando y preservando una tradición ya existente cuyo significado requería elaboración para generaciones posteriores que no habían vivido los eventos originales. Esta es precisamente la función de la literatura oral: preservar, transmitir y explicar tradiciones recibidas de generaciones anteriores.

Los conversos defectuosos aplican aquí un estándar de evidencia completamente anacrónico, propio de la historiografía positivista del siglo XIX que Slonimski representaba. Exigen 'documentación contemporánea' del milagro, como si las sociedades del mundo antiguo operaran con los mismos protocolos de verificación histórica que las universidades modernas. Esta es una falacia metodológica que ningún historiador serio de la antigüedad cometería. La vasta mayoría de lo que sabemos sobre el mundo antiguo ---incluidos eventos que nadie cuestiona--- carece del tipo de 'documentación contemporánea' que estos gerim exigen para el milagro de Janucá.

Más importante aún es reconocer que la tradición oral judía operaba según principios de transmisión extremadamente rigurosos. Los rabinos del Talmud no eran narradores casuales de cuentos folklóricos; eran custodios escrupulosos de la mesorah (tradición recibida). Cuando atribuían una enseñanza a una fuente específica, cuando transmitían una tradición en nombre de rabinos anteriores, cuando establecían prácticas halájicas basadas en precedentes históricos, lo hacían con un cuidado meticuloso que contrasta dramáticamente con la ligereza irresponsable con la que estos conversos descartan siglos de transmisión cuidadosa.

El patrón de destrucción desde dentro

Lo que resulta verdaderamente revelador en todo este episodio no es tanto el contenido específico del argumento contra el milagro de Janucá ---que como hemos demostrado, es metodológicamente defectuoso e historiográficamente insostenible--- sino el patrón más amplio que representa. Estos conversos defectuosos han identificado una estrategia efectiva para socavar el judaísmo tradicional mientras simultáneamente se presentan como judíos 'modernos', 'ilustrados', 'académicos'. La estrategia es simple: tomar prestadas metodologías críticas desarrolladas en contextos académicos seculares, aplicarlas selectivamente a tradiciones judías (pero nunca a las creencias cristianas de las que provienen), y proclamar que cualquier tradición que no sobreviva este escrutinio anacrónico debe ser descartada como 'mito' o 'leyenda'.

El objetivo final es transparente: demostrar a sus antiguos correligionarios evangélicos y a los misioneros de 'Raíces Hebreas del Cristianismo' que el judaísmo, después de todo, no es fundamentalmente diferente del cristianismo que profesaban. Que nuestras tradiciones son igualmente cuestionables, igualmente 'míticas', igualmente susceptibles de ser reinterpretadas o descartadas cuando resultan inconvenientes. Buscan establecer una equivalencia moral e intelectual entre el judaísmo y el cristianismo, erosionando así cualquier fundamento sólido desde el cual el judaísmo pudiera rechazar las pretensiones mesiánicas cristianas.

Este no es un ejercicio académico honesto; es una quinta columna operando desde dentro de nuestras comunidades. Estos individuos, que apenas ayer asistían a servicios dominicales evangélicos donde se predicaba que los judíos estamos condenados por rechazar a Jesús, ahora se presentan como autoridades en judaísmo, dictando qué tradiciones merecen respeto y cuáles deben ser descartadas como superstición. Su judaísmo es enteramente negativo, definido no por lo que afirma sino por lo que niega, no por lo que construye sino por lo que destruye.

El hecho de que algunos de estos conversos puedan eventualmente servir en Tzahal no los exime de la crítica que merecen. El servicio militar es admirable pero no confiere autoridad en asuntos de tradición judía ni legitimiza estrategias de erosión interna. Un converso puede servir valientemente en defensa del Estado de Israel mientras simultáneamente socava las bases espirituales e intelectuales del pueblo judío. De hecho, esto es precisamente lo que hace esta categoría de gerim defectuosos tan peligrosa: su contribución práctica al Estado les proporciona cobertura para su sabotaje espiritual de la nación.

La posición intelectualmente honesta

Una posición académica genuinamente honesta sobre el milagro de Janucá reconocería lo siguiente. Sabemos con certeza histórica que Janucá se celebraba ya en el período del Segundo Templo, que la celebración duraba ocho días, que involucraba el encendido ceremonial de luces, que incluía la recitación del Halel completo, y que conmemoraba la rededicación del Templo tras la victoria macabea. Estas son todas verdades históricas incontestables atestiguadas por fuentes múltiples e independientes.

La pregunta de si el milagro específico del aceite que duró ocho días ocurrió exactamente como lo narra el Talmud es, desde una perspectiva historiográfica rigurosa, una pregunta que no puede responderse definitivamente con los estándares de evidencia modernos. No podemos 'probar' que el milagro ocurrió en el sentido que exigiría un laboratorio científico moderno. Pero tampoco podemos probar que no ocurrió. Y más importante aún, la ausencia de 'prueba científica' no justifica la descalificación de una tradición transmitida cuidadosamente durante siglos por custodios escrupulosos de la memoria histórica judía.

Lo que resulta metodológicamente inválido ---y lo que marca la diferencia entre erudición genuina y sabotaje disfrazado de academicismo--- es declarar categóricamente que 'el milagro no ocurrió' basándose únicamente en la ausencia de mención en fuentes que nunca pretendieron proporcionar catálogos exhaustivos de eventos. Es caracterizar la tradición rabínica como simple 'invención' o 'distorsión', ignorando los rigurosos procesos de transmisión que la literatura rabínica documenta meticulosamente. Es presentar el escepticismo de un científico del siglo XIX como si fuera 'confirmación' definitiva de no-historicidad, cuando en realidad representa simplemente una opinión dentro de un debate más amplio.

El pueblo judío ha sobrevivido dos milenios de exilio, persecución y asimilación forzada precisamente porque ha mantenido la mesorah (tradición) como pilar fundamental de su identidad. No necesitamos conversos recién llegados que nos expliquen qué partes de nuestra tradición merecen respeto y cuáles deben ser descartadas. No necesitamos infiltrados evangélicos operando desde dentro para 'purificar' nuestro judaísmo de elementos 'supersticiosos' que les resultan embarazosos en sus diálogos con antiguos correligionarios cristianos. Lo que necesitamos son judíos ---ya sean nacidos judíos o convertidos honestamente--- que comprendan que una tradición de más de dos mil años merece al menos el mismo respeto que estos individuos todavía otorgan, consciente o inconscientemente, a las tradiciones cristianas que supuestamente han abandonado pero que continúan contaminando su aproximación al judaísmo.

La controversia que Slonimski generó en 1891 no 'confirmó' que el milagro no ocurrió. Lo que confirmó fue que cuando los judíos adoptan acríticamente metodologías foráneas desarrolladas en contextos hostiles al judaísmo tradicional, el resultado inevitable es la erosión de la confianza en nuestras propias tradiciones. Los conversos defectuosos que hoy invocan a Slonimski como autoridad definitiva simplemente continúan este patrón de autosabotaje, sirviendo ---consciente o inconscientemente--- a los intereses de aquellos que buscan demostrar que el judaísmo carece de fundamentos sólidos y puede ser descartado o reinterpretado a voluntad. Son, en el sentido más literal del término, agentes de destrucción operando desde dentro de las murallas.