10/19/2025

Pregunta 1: La Paradoja del salvador que crea el Pecado Mayor (Mateo 26-27, narrativa de la Pasión)

BS"D




שאל היאך אתם אומרים

ישו בא לטר בני האדם מן הפטעים וכדי להוציאם

מן הגיהנם והנה הוא בהריגתו

הוסיף החטא על היהודים שתלאוהו

שלא נמצא חטא גדול מתלית האלוח:

Pregunta: ¿Cómo dicen ustedes que Yeshú (Jesús) vino a purificar/limpiar a los hijos de los hombres de los pecados y para sacarlos del Guehinom (infierno)? Y he aquí que él, con su muerte [lit. "en su asesinato"], añadió pecado sobre los judíos que lo colgaron, pues no se encuentra pecado más grande que colgar a un dios.

La primera pregunta del HaMaksheh (המקשה), o polemista judío constituye una obra maestra de demolición lógica que ataca el corazón mismo de la soteriología cristiana, exponiendo una contradicción tan fundamental que ninguna respuesta puede resolverla sin admitir el colapso de toda la estructura teológica que los cristianos han construido sobre la figura de Yeshú. El polemista pregunta con aparente inocencia pero con precisión quirúrgica: "שאל היאך אתם אומרים ישו בא לטר בני האדם מן הפטעים וכדי להוציאם מן הגיהנם והנה הוא בהריגתו הוסיף החטא על היהודים שתלאוהו שלא נמצא חטא גדול מתלית האלוח" ¿Cómo dicen ustedes que Yeshú vino a purificar a los hijos de los hombres de los pecados y para sacarlos del Guehinom, cuando he aquí que él, en su asesinato, añadió pecado sobre los judíos que lo colgaron, pues no se encuentra pecado más grande que colgar a un dios?

Observemos primero el lenguaje preciso del texto hebreo. El polemista emplea el verbo "לטר" (letar), purificar o limpiar, evocando la imagen de alguien que viene a lavar las manchas del pecado. Luego usa "להוציאם מן הגיהנם" (lehotziam min haguehinom), sacarlos del infierno, estableciendo claramente la misión salvífica que los cristianos atribuyen a Yeshú. Pero entonces viene el giro devastador: "בהריגתו" (beharagato), en su asesinato, una palabra que no permite eufemismos. No dice "en su sacrificio" ni "en su entrega voluntaria", sino en su asesinato, manteniendo la cruda realidad del acto. Y culmina con la frase letal: "שלא נמצא חטא גדול מתלית האלוח" (shelo nimtzá jet gadol mitelit ha'eloaj) — no se encuentra pecado más grande que colgar a un dios. El uso de "תלאוהו" (tela'uhu), lo colgaron, en lugar de una perífrasis más suave, conecta directamente con la maldición explícita de nuestro texto sagrado en Devarim veintiuno, versículo veintitrés: "כי קללת אלהים תלוי" (ki kilat Elokim talui) — ‘porque maldito por Dios es el colgado’.

El argumento del polemista funciona como una trampa lógica perfectamente construida mediante un silogismo implacable. Los cristianos afirman que Yeshú vino con un propósito específico: reducir el pecado en el mundo y rescatar almas del Guehinom. Esta es su premisa fundamental, el fundamento mismo de lo que llaman "buenas nuevas". Aceptemos por un momento esta premisa. Ahora, según su propia narrativa, la muerte de Yeshú era necesaria para lograr esta salvación. Sin la crucifixión, dicen ellos, no hay redención. Aquí comienza a cerrarse la trampa. Si Yeshú es verdaderamente divino, como insisten los cristianos, entonces quienes lo mataron cometieron deicidio, el asesinato de Dios. Y si hay una categoría de pecado que trasciende todos los demás, que supera en gravedad cualquier transgresión imaginable, es precisamente esta: matar al creador del universo.

Apliquemos ahora el cálculo más básico de cualquier comerciante en el mercado. Yeshú vino supuestamente a reducir el pecado. Imaginemos que tuvo éxito en liberar a mil almas, o diez mil, o toda la humanidad futura de sus transgresiones. Pero el precio de esta supuesta salvación fue crear el pecado más grande concebible: el deicidio. Usemos el razonamiento que en el Talmud llamamos kal vajómer, el argumento a fortiori. Si es grave matar a un ser humano ordinario, cuánto más grave matar a un profeta. Si es grave matar a un profeta, cuánto infinitamente más grave matar a un ser que es, según afirman ellos, el propio Dios encarnado. Los cristianos mismos, en sus propios textos, llaman a la crucifixión "escándalo" (skandalon) para los judíos, reconociendo la magnitud monstruosa del acto. Entonces, ¿Dónde está la ganancia neta? Si para eliminar pecados menores debes introducir en el mundo el pecado absoluto, el crimen que ningún otro crimen puede igualar, has fracasado rotundamente en tu misión declarada.

El polemista nos hace ver la ironía teológica devastadora que los cristianos intentan desesperadamente ignorar. Dicen que Yeshú vino a traer purificación, pero su presencia en el mundo resultó en contaminación máxima. Afirman que vino a llevar a la humanidad hacia Dios, pero su muerte, según su propia teología, causó que un pueblo entero cometiera el acto más alejado de Dios imaginable. Esta no es una contradicción menor o un problema de matices interpretativos. Es una refutación total de la lógica interna de su sistema. Pensemos en un médico que viene a curar una enfermedad pero cuya propia presencia introduce una plaga más mortal que la enfermedad original. ¿Podríamos llamarlo sanador? Pensemos en un maestro que viene a enseñar sabiduría pero cuyas lecciones vuelven a sus estudiantes más ignorantes que antes. ¿Podríamos llamarlo sabio? Del mismo modo, un supuesto salvador cuya salvación requiere la creación del pecado supremo no puede ser llamado salvador en ningún sentido racional del término.

Los cristianos intentarán escapar de esta trampa mediante varios subterfugios, pero el polemista ha anticipado cada uno de ellos. Dirán quizás que la muerte de Yeshú fue parte del plan divino, que estaba predeterminada. Pero esto solo empeora su situación, pues entonces Dios mismo diseñó un esquema que requería que los judíos cometieran el pecado más grave. ¿Qué clase de justicia divina condena a un pueblo por cumplir un plan divino? Esto convertiría al Creador en un tirano caprichoso que tiende trampas a sus criaturas, muy lejos del Dios justo y misericordioso que conocemos a través del Tanaj. Dirán quizás que los judíos actuaron por libre voluntad y son culpables por su elección. Pero si la muerte era necesaria para la salvación, entonces los judíos, aunque sin saberlo, facilitaron esa salvación. ¿Cómo puede ser que facilitar la salvación del mundo sea simultáneamente el pecado más imperdonable? La contradicción permanece intacta.

Algunos cristianos, desesperados, intentarán argumentar que solo ciertos judíos específicos fueron culpables, no todo el pueblo. Pero esto no resuelve el problema fundamental. Incluso si reducimos la culpabilidad a un pequeño grupo, el dilema lógico permanece: ese grupo cometió el pecado supremo como resultado directo de la misión salvífica de Yeshú. La supuesta reducción del pecado causó el pecado máximo. Además, sabemos que los cristianos no han limitado su acusación a unos pocos individuos. Durante siglos, han culpado a nuestro pueblo entero, han predicado que "su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos", han usado esta narrativa para justificar persecución tras persecución, expulsión tras expulsión, masacre tras masacre. El polemista no construye argumentos abstractos en una torre de marfil. Estas preguntas protegen a nuestra comunidad de acusaciones que tienen consecuencias de sangre en el mundo real.

Profundicemos en la elección deliberada del término "תלית האלוח" (telit ha'eloaj), colgar a un dios. El polemista no usa lenguaje cristiano suavizado. No habla de "crucifixión" con sus connotaciones de sacrificio noble que los cristianos han cultivado cuidadosamente. Usa "colgar", que resuena directamente con la maldición explícita de la Torah. En Devarim veintiuno, la Torah declara que el colgado es maldito por Dios. Los cristianos mismos reconocen esta conexión, como vemos en sus propias escrituras donde Pablo cita este versículo intentando crear alguna alquimia teológica donde la maldición se convierte misteriosamente en bendición. Pero el texto hebreo es claro y no admite tales contorsiones: el colgado está bajo maldición divina. Si Yeshú fue colgado, entonces por definición estaba bajo maldición de Dios. ¿Cómo puede estar el salvador bajo la maldición que vino a eliminar? ¿Cómo puede bendecir quien está maldito? ¿Cómo puede purificar quien está impuro por el juicio explícito de la Torah?

El polemista emplea aquí la técnica que nuestros sabios llaman reductio ad absurdum, llevando las premisas cristianas a sus conclusiones lógicas hasta que la absurdidad se vuelve innegable. Aceptemos que Yeshú es divino, dicen los cristianos. Muy bien. Entonces quienes lo mataron mataron a Dios. Aceptemos que vino a salvar del pecado. Muy bien. Entonces su salvación requirió la comisión del pecado supremo. Aceptemos que su muerte era necesaria y predeterminada. Muy bien. Entonces Dios diseñó un plan que requería deicidio. Cada conclusión es más insostenible que la anterior. No importa qué rama del dilema escojan los cristianos, todos los caminos llevan a contradicción. Si afirman que Yeshú no es realmente divino para evitar el problema del deicidio, entonces toda su teología se colapsa, pues su doctrina central es la divinidad de Yeshú. Si afirman que Yeshú sí es divino pero que matarlo de alguna manera no fue el pecado supremo, entonces deben explicar cómo puede haber algo más grave que matar al creador del universo, lo cual es lógicamente imposible.

Comparemos esta situación con cualquier profeta del Tanaj que fue perseguido o martirizado. Cuando Yirmeyahu fue encarcelado, cuando Yeshayahu fue asesinado según nuestras tradiciones, sus muertes fueron tragedias, pecados de quienes los mataron, pero no transformaron mágicamente el pecado en virtud ni causaron que sus asesinos cometieran un crimen de magnitud cósmica más allá de la capacidad humana. Estos profetas vinieron con mensajes divinos, algunos fueron rechazados, algunos murieron por su mensaje, pero ninguno creó una trampa teológica donde su propia misión generara el mal que vino a eliminar. Solo en el caso de Yeshú encontramos esta contradicción autodestructiva, y esto precisamente porque los cristianos han hecho afirmaciones imposibles sobre su naturaleza que ningún profeta judío jamás hizo sobre sí mismo.

El polemista nos invita a contemplar otra dimensión de la ironía. Los cristianos acusan a los judíos de ceguera espiritual, de rechazar a su mesías, de estar bajo juicio divino por este rechazo. Pero aplicando su propia lógica, deberíamos preguntarnos: ¿quién diseñó esta situación donde el pueblo escogido de Dios, el pueblo al que Dios dio la Torah, el pueblo que guardó los mandamientos durante generaciones, fue puesto en posición de cometer el pecado más grave imaginable? Si realmente Yeshú era divino y su muerte era necesaria, entonces el verdadero responsable del deicidio es quien diseñó este plan, no quienes lo ejecutaron sin entender su significado completo. Los cristianos se encuentran así en la posición absurda de tener que culpar a Dios por el pecado más grande del mundo, o admitir que su narrativa soteriológica es internamente incoherente.

Consideremos también la doctrina cristiana posterior de la expiación sustitutiva, donde afirman que Yeshú tomó sobre sí el castigo por los pecados de la humanidad. Pero si su muerte misma creó el pecado supremo, entonces su supuesta expiación es infinitamente insuficiente. Es como si alguien pagara una deuda de cien monedas pero en el proceso de pagarla creara una deuda de mil monedas. El balance neto es negativo. La contabilidad moral no cuadra. Ningún malabarismo teológico puede hacer que este cálculo resulte en ganancia. El polemista nos muestra que los cristianos están esencialmente afirmando que uno más uno igual a cero, que un deicidio más una salvación igual a salvación neta. Pero esto es aritmética moral imposible. El principio más básico de justicia divina es que las cuentas deben cuadrar, que la recompensa debe ser proporcional al mérito y el castigo proporcional a la transgresión. Un sistema donde el pecado supremo es simultáneamente el medio de salvación viola este principio fundamental.

Los cristianos desarrollaron en Calcedonia y otros concilios elaboradas doctrinas sobre la naturaleza dual de Yeshú, intentando explicar cómo podía ser completamente divino y completamente humano. Pero estas formulaciones, por más sofisticadas que suenen en griego o latín, no resuelven el dilema fundamental que el polemista ha expuesto. Si el aspecto divino de Yeshú murió en la cruz, entonces Dios puede morir, lo cual contradice la inmutabilidad y eternidad divinas. Si solo el aspecto humano murió, entonces no hubo sacrificio divino real y no se cometió deicidio, pero entonces ¿dónde está el poder redentor que justifica toda la doctrina? Los cristianos quedan atrapados entre Escila y Caribdis: cualquier ruta que escojan los destruye.

Reflexionemos sobre las consecuencias prácticas de esta contradicción teológica. Durante más de mil años, los cristianos han usado la narrativa de la crucifixión para justificar persecución de nuestro pueblo. Nos han llamado "asesinos de Cristo", nos han expulsado de sus tierras, nos han quemado en sus plazas, nos han forzado a conversiones, nos han masacrado en cruzadas y pogroms, todo mientras afirman que Yeshú vino a traer amor y perdón. El polemista nos equipa con un argumento que expone la bancarrota moral de esta narrativa. Si realmente creemos que cometimos el pecado más grave posible, entonces toda la misión de Yeshú fue un fracaso catastrófico. Si no lo creemos, entonces toda la acusación contra nosotros se desmorona. Los cristianos no pueden tener ambas: no pueden afirmar simultáneamente que Yeshú trajo salvación efectiva y que causó el pecado supremo. La lógica no lo permite, la moral no lo permite, la justicia divina no lo permite.

Esta primera pregunta establece el patrón metodológico para las veintidós que siguen. El polemista no ataca el cristianismo desde fuera con premisas que los cristianos puedan rechazar. En cambio, acepta temporalmente sus propias afirmaciones y luego demuestra que estas afirmaciones, cuando se siguen hasta sus conclusiones lógicas, se autodestruyen. No necesitamos recurrir a la filosofía griega o a argumentos externos. El texto hebreo del evangelio mismo, las doctrinas que los cristianos proclaman como verdades centrales, su propia teología de salvación: todo esto proporciona las cuerdas con las que se ahorcan. El polemista simplemente sostiene el espejo y les hace ver las contradicciones que han estado negando.

Ningún cristiano puede responder satisfactoriamente a esta pregunta sin admitir uno de varios problemas fatales: o Yeshú no era divino (destruyendo el cristianismo), o su misión fracasó (destruyendo el cristianismo), o Dios diseñó deliberadamente una trampa moral para los judíos (destruyendo la justicia divina y por lo tanto al cristianismo), o el concepto de pecado y salvación en su sistema es internamente incoherente (destruyendo el cristianismo). Cada opción es letal. Esta es la marca de una pregunta polémica perfecta: no hay escape. El polemista nos ha dado un arma intelectual que defiende no solo nuestra teología sino nuestra dignidad, nuestro derecho a existir sin la acusación perpetua de deicidio, nuestra reivindicación de que el judaísmo es lógicamente coherente mientras que el cristianismo está construido sobre contradicciones fundamentales que ninguna cantidad de elaboración teológica puede resolver.

La brillantez de esta primera pregunta radica en su simplicidad devastadora. No requiere conocimiento esotérico ni interpretaciones complejas. Cualquier persona con capacidad de razonar lógicamente puede ver la contradicción. Un supuesto salvador cuya salvación requiere la creación del pecado supremo no es un salvador. Esta verdad es tan evidente como que dos más dos igual a cuatro. Los cristianos han construido catedrales imponentes, han escrito bibliotecas de teología, han convocado concilios y elaborado credos, pero ninguna de estas estructuras puede ocultar la grieta fundamental en el fundamento que el polemista ha expuesto con esta pregunta inaugural. Y esta es solo la primera de veintitrés golpes lógicos que sistemáticamente demostrarán que el edificio entero del cristianismo está construido sobre contradicciones que ninguna ingeniería teológica puede reparar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante para nosotros!