11/20/2025

πληρῶσαι en Mateo 5:17: La evidencia filológica de que Yeshú terminó la Torah

BS"D


La historia del cristianismo primitivo está plagada de incómodas verdades textuales que las corrientes modernas prefieren ignorar. Una de las más perturbadoras se encuentra en el corazón mismo del Sermón del Monte, específicamente en Mateo 5:17, donde aparece la enigmática palabra griega πληρῶσαι (plērōsai). Este término ha sido objeto de manipulación hermenéutica durante siglos, pero un examen riguroso de las fuentes patrísticas, talmúdicas y marcionitas revela una conclusión que derrumba los fundamentos teológicos de movimientos contemporáneos como las Raíces Hebreas, el cristianismo mesiánico y las diversas denominaciones protestantes y católicas que insisten en alguna forma de continuidad con la Torá mosaica. La tesis es simple y devastadora: tanto la lectura canónica como la lectura marcionita de Mateo 5:17 conducen al mismo resultado práctico, a saber, que la Ley mosaica ya no tiene vigencia para los seguidores de Yeshú (Jesús).

El Codex Sinaiticus, datado alrededor del año 350 de la era común y considerado uno de los manuscritos griegos más antiguos del Nuevo Testamento, presenta el texto de Mateo 5:17 de la siguiente manera: "μη νομιϲητε ο τι ηλθον καταλυϲαι τον νομον η τουϲ προφηταϲ ουκʼ ηλθον καταλυϲαι αλʼλα πληρωϲαι" (No penséis que vine a destruir la Ley o los Profetas; no vine a destruir sino a cumplir/completar). Este texto, que representa la tradición textual que eventualmente se impuso como ortodoxa, contiene una antítesis aparentemente clara entre καταλῦσαι (katalysai, destruir) y πληρῶσαι (plērōsai, cumplir/completar). Sin embargo, esta aparente claridad se desmorona cuando examinamos no solo las fuentes patrísticas que documentan la lectura marcionita del pasaje, sino también cuando analizamos críticamente el significado preciso de los términos griegos empleados y su contexto cultural.

La primera cuestión que debe abordarse es la del término mismo νόμον (nomon) en el texto griego. En el contexto judío helenístico, la palabra griega νόμος (nomos) traducía el hebreo תּוֹרָה (Torá), pero esta traducción no era semánticamente neutral. El término griego νόμος tenía connotaciones específicas en el mundo greco-romano que no se correspondían perfectamente con el concepto hebreo de Torá. Más problemático aún es el uso de este término cuando se considera que en arameo, la lengua que probablemente hablaba Yeshú, la palabra נָמוּסָא (namusah, transliterada del griego nomos) significaba específicamente "costumbre o práctica pagana". El Targum de Onkelos sobre Levítico 20:23 usa precisamente este término: וְלָא תְהָכוּן בְנִמוֹסֵי עַמְמַיָא (No debes practicar las costumbres de los gentiles). El Midrash Rabá sobre Génesis 48:18 emplea la misma raíz: עלת לקרתה הלך בנימוסה (Cuando hayas entrado en una ciudad, sigue su costumbre). Como indica la etimología griega, νόμος esencialmente se traduce como "derecho consuetudinario", y en contextos judíos, específicamente como "derecho consuetudinario entre los gentiles" (חֻקֹּ֣ת הַגּ֔וֹי).

Esta dimensión semántica plantea una posibilidad interpretativa radicalmente diferente: si Yeshú pronunció su discurso en griego o en arameo utilizando la palabra nomos o nimusa, no estaría haciendo alusión a la Torá de Moisés en absoluto, sino a la ley de los gentiles, es decir, a la ley romana o a las costumbres paganas. En tal caso, la declaración "no vine a destruir el nomos sino a cumplirlo" no tendría nada que ver con la Toráh, sino que sería una afirmación política sobre su relación con el imperio romano. Esta lectura se ve reforzada por el segundo término del pasaje: προφήτας (profetas). En el contexto griego clásico, un προφήτης (profētēs) no era un profeta hebreo en el sentido bíblico, sino específicamente "alguien que habla por un dios e interpreta su voluntad al hombre". Heródoto en Las Historias 8.36 se refiere a "profetas intérpretes de Delfos", Esquilo en Euménides 19 habla de "un intérprete de Apolo de Delfos", y Eurípides en Bacantes 551 menciona "intérprete, expositora de la voluntad de Zeus, de Tiresias". Si tomamos estos términos en su sentido griego natural, Mateo 5:17 estaría diciendo: "No penséis que vine a destruir el derecho romano y los oráculos de los dioses greco-romanos; no vine a destruirlos sino a cumplirlos". Esta lectura parecería absurda en un contexto cristiano, pero es precisamente lo que el texto griego dice si se toman los términos en su sentido cultural original en lugar de asumir que son meras traducciones del hebreo Torá y Neviim.

Esta ambigüedad terminológica no es un mero ejercicio académico, sino que apunta a un problema fundamental en la transmisión del mensaje de Yeshú de un contexto semítico a uno helenístico. Los redactores griegos de los evangelios enfrentaron el dilema de cómo traducir conceptos judíos a un público greco-romano, y en el proceso, los términos que eligieron trajeron consigo connotaciones culturales que no necesariamente correspondían a las intenciones originales. Esta ambigüedad se vuelve aún más problemática cuando examinamos las fuentes patrísticas que documentan interpretaciones radicalmente divergentes del pasaje.

En el diálogo antimarcionita conocido como Adamantius 2.15, encontramos que los seguidores de Marción citaban a Yeshú diciendo exactamente lo opuesto:

"οὐκ ἦλθον πληρῶσαι τὸν νόμον ἀλλὰ καταλῦσαι" 

(No vine a cumplir la Ley sino a destruirla). 

Más revelador aún es el pasaje de Marc. 4.33.9, preservado en De recta in Deum fide 2.830e, donde se acusa explícitamente a los "judaizantes" de haber falsificado el texto:

"τοῦτο οἱ Ἰουδαϊσταὶ ἔργαψαν, τὸ οὐκ ἦλθον καταλῦσαι τὸν νόμον ἀλλὰ πληρῶσαι· οὐκ οὕτως δὲ εἶπεν ὁ Χριστός, λέγει γάρ· οὐκ ἦλθον πληρῶσαι τὸν νόμον ἀλλὰ καταλῦσαι" 

(Esto escribieron los judaizantes: "no vine a destruir la Torá sino a cumplirla"; pero Cristo no dijo así, pues dice: "no vine a cumplir la Torá sino a destruirla").

Esta no es una mera disputa interpretativa, sino una acusación directa de corrupción textual. Los marcionitas sostenían que el texto original decía lo contrario de lo que se encuentra en los manuscritos proto-ortodoxos, y acusaban a la facción judaizante de la Gran Iglesia de haber invertido deliberadamente los términos de la antítesis para hacer compatible el mensaje de Yeshú con la continuidad de la Toráh.

Esta acusación marcionita de falsificación textual debe tomarse en serio, no porque los marcionitas fueran necesariamente correctos, sino porque revela la existencia de una batalla textual y teológica fundamental en el siglo II sobre la relación de Yeshú con la Torá. La pregunta que surge naturalmente es: ¿cuál versión es la original? Desde una perspectiva crítica textual moderna, la respuesta más probable es que la versión del Codex Sinaiticus representa la forma textual más antigua que sobrevivió en los manuscritos proto-ortodoxos, mientras que la versión marcionita fue probablemente una alteración teológicamente motivada. Sin embargo, esta conclusión no resuelve el problema fundamental que plantea la palabra πληρῶσαι, porque incluso en la versión canónica, el término es profundamente ambiguo y puede interpretarse de manera que conduce exactamente a la misma conclusión teológica que los marcionitas defendían explícitamente.

El verbo πληρόω (plēroō), del cual πληρῶσαι es el infinitivo aoristo activo, tiene un campo semántico amplio y complejo en el griego helenístico. Según el Liddell-Scott-Jones, el léxico estándar para el griego clásico y helenístico, πληρόω significa fundamentalmente "hacer lleno, llenar, completar". Entre sus acepciones documentadas se encuentran: llenar completamente de una sustancia (con genitivo), saciar o hartar, tripular naves, completar períodos de tiempo, pagar en su totalidad, cumplir promesas u obligaciones, y llevar algo a su término o finalización. Esta última acepción es particularmente relevante. En Heródoto 6.63, por ejemplo, encontramos "τοὺς δέκα μῆνας πληρῶσαι" (completar los diez meses), donde el sentido claramente es que el período de tiempo llega a su fin. En contextos legales y administrativos, πληρόω se usa para "completar el tiempo de una condena" (τὸν τῆς καταδίκης χρόνον πληρῶσαι), es decir, cumplir la sentencia hasta que expire. En Platón, Leyes 866a, encontramos "πληρῶσαι τοὺς χρόνους" (completar los tiempos), y en Timeo 39d, "πληρῶσαι τὸν ἐνιαυτόν" (completar el año). En todos estos casos, el verbo πληρόω implica llevar algo a su plenitud y, por tanto, a su conclusión natural.

La cuestión crucial es esta: cuando se aplica πληρῶσαι a la Torá, o más problemáticamente al νόμος (que puede significar derecho consuetudinario gentil), ¿qué significa exactamente? ¿Significa darle plenitud de sentido, como argumenta la interpretación cristiana tradicional? ¿O significa completar su curso, llevarla a su término, acabar con ella? Filológicamente, ambas interpretaciones son perfectamente legítimas. El problema para las corrientes que insisten en la continuidad de la Torá es que la segunda interpretación no es una lectura forzada o caprichosa del texto, sino una aplicación perfectamente natural del significado documentado de πληρόω en contextos temporales y legales. Cuando uno "completa" un período de tiempo, ese período termina. Cuando uno "completa" una obligación contractual, el contrato expira. Cuando uno "completa" una sentencia judicial, la condena acaba. Aplicado a la Torá, πληρῶσαι puede significar legítimamente "llevar a su cumplimiento final", es decir, a su terminación.

Esta ambigüedad no es accidental ni trivial. Representa una tensión teológica fundamental en el cristianismo primitivo respecto a la relación entre el mensaje de Yeshú y la Toráh. Esta tensión se hace aún más evidente cuando examinamos otras fuentes que abordan el mismo tema. El Talmud Bavlí Shabat 116a-b, preserva una tradición sobre lo que Yeshú supuestamente dijo respecto a la Torá: "לא למפחת מן אוריתא דמשה אתיתי ולא לאוספי על אוריתא דמשה אתיתי" (No vine a restar de la Torá de Moisés, ni vine a añadir a la Torá de Moisés). Esta formulación es radicalmente diferente tanto de la versión canónica como de la marcionita. Aquí no hay mención de "destruir" ni de "cumplir/completar", sino una afirmación neutral de que Yeshú no alteraba en nada la Toráh. Esta versión talmúdica puede representar una tradición semítica independiente, una reformulación polémica rabínica, o evidencia de que circulaban múltiples versiones del dicho desde muy temprano. Lo que es innegable es que la formulación con πληρῶσαι no era la única forma en que se transmitía esta enseñanza, y que la comunidad rabínica consideró necesario preservar una versión que eliminara completamente la ambigüedad del término griego.

La perspectiva marcionita sobre Mateo 5:17, incluso cuando lee la versión canónica del texto, es instructiva. Desde el punto de vista filológico marcionita, πληρῶσαι se leería como "completar/terminar/llevar a su fin", específicamente en el sentido de llevar algo a su cumplimiento final. La distinción clave que los marcionitas habrían hecho es entre καταλῦσαι (destruir violentamente, arbitrariamente, sin propósito) y πληρῶσαι (completar su curso natural, llevar a término, acabar). El argumento sería: "No penséis que vine a destruir prematuramente la Ley o los Profetas; no vine a destruirla sino a completarla, llevándola a su término definitivo". Para un marcionita, esto significaría que la Torah tuvo su tiempo y propósito bajo el Demiurgo, que Yeshú vino a completar ese ciclo, es decir, a terminarlo de manera ordenada, y que completar no equivale a perpetuar. Una vez completado algo, ya no sigue vigente. El cumplimiento es su terminación, como cuando se "completa" un período de tiempo en Heródoto, lo que significa que ya terminó.

La ironía devastadora es que, filológicamente, ambas lecturas del texto conducen al mismo resultado práctico. Si uno lee la versión canónica con πληρῶσαι interpretado como "completar/terminar", la conclusión es que la Ley ya no está vigente porque ha sido completada, es decir, llevada a su fin. Si uno lee la versión marcionita con καταλῦσαι, la conclusión es que la Torah ya no está vigente porque ha sido destruida. En ambos casos, el resultado final es el mismo: la Torá ha dejado de tener autoridad vinculante sobre los seguidores de Yeshú. La diferencia es meramente de matiz y énfasis, no de sustancia teológica.

Esta conclusión se ve reforzada dramáticamente cuando examinamos otros pasajes del evangelio marcionita. En la antigua versión griega de Marción de Lucas 16:17, se leía: 

"εὐκοπώτερον (δέ ἐστιν) τὸν οὐρανὸν καὶ τὴν γῆν παρελθεῖν ἢ τῶν λόγων μου μίαν κεραίαν (πεσεῖν)" 

(Más fácil es que pasen el cielo y la tierra que caiga una sola tilde de mis palabras). 

Nótese bien: no dice "de la Torá" (τοῦ νόμου) sino "de mis palabras" (τῶν λόγων μου). Esta es una diferencia textual de enorme importancia. La versión canónica de Lucas 16:17 en el Codex Sinaiticus dice:

"ευκοπωτερον δε εϲτιν το ουρανον και την γην παρελθιν η του νομου μιαν καιρεαν πεϲιν" 

(Más fácil es que pasen el cielo y la tierra que caiga un punto de la ley). 

La versión marcionita desplaza el foco de la permanencia de la Toráh a la permanencia de las palabras de Yeshú mismo. Esto implica una sustitución: las palabras de Yeshú reemplazan a la Toráh como la norma permanente e inamovible. Si la Toráh fuera todavía vinculante, ¿por qué cambiar el texto para que el énfasis recaiga exclusivamente en las palabras de Yeshú? La respuesta es obvia: porque los marcionitas entendían que Yeshú había establecido una nueva norma que suplantaba completamente a la antigua.

Aún más revelador es Lucas 23:2 en el Evangelio de Marción, tal como lo documenta Epifanio en Panarion 42.11.6. En la versión canónica, los acusadores judíos ante Pilato presentan tres acusaciones contra Yeshú: pervertir a la nación, prohibir pagar impuestos al César, y proclamarse rey. En el Evangelio de Marción, se añade una acusación adicional y crucial: 

"τοῦτον εὕρομεν διαστρέφοντα τὸ ἔθνος... καὶ καταλύοντα τὸν νόμον καὶ τοὺς προφήτας... (κωλύοντα φόρους... διδόναι) καὶ ἀποστρέφοντα τὰς γυναῖκας καὶ τὰ τέκνα... λέγοντα ἑαυτὸν {βασιλέα Χριστόν}" 

(Encontramos a este pervirtiendo a la nación... y destruyendo la Torá y los Profetas... prohibiendo pagar impuestos... y apartando a las mujeres y los niños... diciendo que él mismo es el rey Mesías). 

Esta acusación de "καταλύοντα τὸν νόμον καὶ τοὺς προφήτας" (destruyendo la Torá y los Profetas) no aparece en ningún manuscrito canónico de Lucas. Los marcionitas consideraban que esta acusación era auténtica y que había sido suprimida por los redactores judaizantes de la Gran Iglesia precisamente porque era verdadera. Desde la perspectiva marcionita, los judíos acusaron a Yeshú de destruir la Toráh porque eso es exactamente lo que él estaba haciendo. La acusación era correcta, aunque los acusadores no comprendían que la destrucción de la Toráh del "Demiurgo" era precisamente la misión "salvífica" de Yeshú.

Desde un punto de vista judío tradicional, esta lectura marcionita del ministerio de Yeshú no es en absoluto sorprendente ni inverosímil. Si Yeshú verdaderamente estaba predicando la abolición de la Toráh, es perfectamente lógico que las autoridades judías lo acusaran de ello ante Pilato. La pregunta incómoda que esto plantea a los movimientos de Raíces Hebreas, cristianos mesiánicos, y diversas corrientes protestantes y católicas que insisten en alguna forma de continuidad con la Torá es: ¿por qué los marcionitas consideraron necesario preservar esta acusación si no había una tradición muy fuerte en las comunidades primitivas de que Yeshú efectivamente había venido a abolir la Torá? Si la posición unánime de todas las comunidades cristianas primitivas hubiera sido que Yeshú vino a confirmar y perpetuar la Torá, ¿de dónde habría surgido la versión marcionita? La respuesta más probable es que existía una corriente muy significativa en el cristianismo primitivo, quizás la corriente mayoritaria en ciertas regiones, que entendía el mensaje de Yeshú precisamente como una ruptura radical con la Toráh.

La interpretación tradicional cristiana de Mateo 5:17, que sostiene que Yeshú vino a dar "plenitud de sentido" a la Toráh sin abolirla, enfrenta serios problemas textuales e históricos. Primero, esta interpretación debe explicar por qué πληρῶσαι, cuando se aplica a períodos de tiempo o a obligaciones contractuales en la literatura griega helenística, consistentemente significa "llevar a su término", es decir, a su finalización. Segundo, debe explicar por qué una corriente tan significativa del cristianismo primitivo, representada por Marción y sus seguidores, entendió el mensaje de Yeshú de manera radicalmente opuesta. Tercero, debe explicar por qué los propios textos canónicos del Nuevo Testamento, particularmente las cartas de Pablo, presentan una actitud hacia la Toráh que es, en el mejor de los casos, profundamente ambivalente, y en el peor, abiertamente hostil. Pablo declara en Gálatas 3:13 que "Cristo nos redimió de la maldición de la Ley", en Romanos 7:6 que "ahora estamos libres de la Ley", y en Efesios 2:15 que Yeshú "abolió en su carne la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas". Estos pasajes paulinos son extremadamente difíciles de reconciliar con la idea de que la Torá sigue siendo vinculante para los seguidores de Yeshú.

La respuesta típica de los movimientos de Raíces Hebreas y mesiánicos a estos pasajes paulinos es argumentar que Pablo se refería solo a la "Torá oral" o a las "tradiciones de los ancianos", no a la Torá escrita misma. Sin embargo, esta interpretación es insostenible filológicamente. Cuando Pablo usa el término νόμος (nomos) en sus cartas, se refiere consistentemente a la Torá en su totalidad, incluyendo los mandamientos éticos, ceremoniales y civiles. La distinción rabínica posterior entre Torá escrita y Torá oral no existía todavía en la forma en que estos movimientos la entienden, y ciertamente no es lo que Pablo tiene en mente cuando habla de la "ley de los mandamientos expresados en ordenanzas" que Yeshú abolió. Además, si Pablo realmente creía que los gentiles convertidos debían observar la Toráh, ¿por qué se opuso tan vehementemente a la circuncisión de los gentiles en Gálatas 5:2-3, donde declara: "Si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley"? Esta declaración solo tiene sentido si Pablo considera que la observancia de la Torá y la fe en Yeshú son mutuamente excluyentes para los gentiles, y probablemente también para los judíos que han aceptado el mensaje cristiano.

Más problemático aún para las interpretaciones que buscan mantener la continuidad con la Torá es el hecho de que el término νόμος mismo, como se ha señalado, tenía connotaciones en el mundo judeo-helenístico que no se correspondían perfectamente con la Torá. Si Yeshú habló en arameo y usó términos como נָמוּסָא (namusah), que específicamente designaba costumbres gentiles o paganas, entonces toda la discusión sobre si vino a "destruir" o "cumplir" el νόμος podría no tener nada que ver con la Torá en absoluto. Esta posibilidad, aunque especulativa, debe tomarse en serio porque revela cuán problemática es la transmisión del mensaje de Yeshú desde un contexto arameo/hebreo a un contexto griego. Los redactores griegos de los evangelios enfrentaron el dilema de traducir conceptos semíticos a un público helenístico, y en el proceso, inevitablemente introdujeron ambigüedades y distorsiones semánticas que han perseguido la interpretación cristiana durante dos milenios.

La interpretación católica tradicional, que sostiene que Cristo cumplió la Ley antigua y estableció una "nueva ley" centrada en el amor, es más sofisticada pero igualmente problemática. Esta posición reconoce implícitamente que la Toráh ha sido de alguna manera superada o reemplazada, pero intenta suavizar esto hablando de "cumplimiento" en lugar de "abolición". Sin embargo, si la Toráh ha sido "cumplida" de tal manera que sus mandamientos específicos ya no son obligatorios, ¿en qué sentido significativo sigue siendo "ley"? La respuesta católica es que los principios morales universales de la Toráh permanecen, pero las ceremonias y leyes civiles específicas han sido abrogadas. Pero esta distinción entre ley moral y ley ceremonial es una construcción teológica posterior que no se encuentra en el propio texto de la Toráh, donde los mandamientos éticos y ceremoniales están entremezclados sin distinción de categoría. Además, esta interpretación debe enfrentar el problema de que muchos de los "principios morales" que el catolicismo afirma retener de la Toráh han sido, de hecho, radicalmente reinterpretados o incluso invertidos por Yeshú mismo. El mandamiento de "ojo por ojo" es explícitamente rechazado en Mateo 5:38-39. Las leyes de pureza alimentaria son declaradas nulas en Marcos 7:19. El sábado es relativizado en múltiples ocasiones cuando Yeshú declara que "el Hijo del Hombre es señor del sábado" (Marcos 2:28).

Los movimientos protestantes presentan un espectro aún más amplio de interpretaciones, desde aquellos que, como los dispensacionalistas, reconocen abiertamente que la Ley mosaica ha sido abolida para la era de la iglesia, hasta aquellos que, como los teonomistas, insisten en que la ley de Dios revelada en la Toráh sigue siendo el estándar de justicia para todas las sociedades. Sin embargo, incluso entre los protestantes más conservadores que afirman la continuidad de alguna forma de "ley moral", existe un reconocimiento implícito de que la Toráh como sistema legal unificado ha dejado de ser operativa. Ningún protestante serio argumenta que los cristianos deben observar las leyes de sacrificios, las leyes de pureza ritual, o las leyes civiles específicas del antiguo Israel. La pregunta es: si estas partes de la Torá han sido abolidas, ¿sobre qué base textual o teológica se puede argumentar que otras partes permanecen? La Torá misma no se presenta como un menú del cual uno puede seleccionar los mandamientos que prefiere observar. Santiago 2:10 reconoce este problema cuando declara: "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos".

La realidad incómoda que emerge de un examen honesto de las fuentes es que tanto la interpretación canónica como la marcionita de Mateo 5:17 conducen a la misma conclusión práctica: la Torá mosaica, como sistema legal vinculante, ha llegado a su fin con la venida de Yeshú. La diferencia entre las dos interpretaciones es meramente de presentación retórica. Los marcionitas lo dijeron explícitamente: Yeshú vino a destruir la Torá del Demiurgo, como evidencia la acusación preservada en Lucas 23:2 de su evangelio donde los judíos lo acusan ante Pilato de "καταλύοντα τὸν νόμον καὶ τοὺς προφήτας" (destruir la Toráh y los Profetas). La Gran Iglesia lo expresó de manera más sutil: Yeshú vino a "cumplir" la Torá, llevándola a su plenitud y, por tanto, a su terminación. Pero el resultado final es idéntico: los seguidores de Yeshú no están obligados a observar los mandamientos de la Toráh. La evidencia marcionita de Lucas 16:17, donde se desplaza el énfasis de la permanencia de la Torá (τοῦ νόμου) a la permanencia de "mis palabras" (τῶν λόγων μου), demuestra que esta sustitución era entendida explícitamente en ciertas comunidades cristianas primitivas.

Esta conclusión es profundamente disruptiva para todos los movimientos contemporáneos que intentan construir puentes entre el judaísmo y el cristianismo, o que buscan "restaurar" las raíces hebreas del cristianismo primitivo. La verdad incómoda es que el cristianismo, desde sus primeras etapas, se definió en gran medida por su ruptura con la observancia de la Torá. Esta ruptura no fue una desviación posterior de un cristianismo primitivo "puro" que supuestamente observaba la Torá, sino que está presente desde los textos más antiguos del Nuevo Testamento, particularmente en las cartas de Pablo. La idea de que los gentiles podían ser salvos sin convertirse al judaísmo, es decir, sin observar la Toráh, fue la innovación teológica fundamental que permitió al cristianismo emerger como una religión distinta del judaísmo. Sin esta ruptura con la Toráh, el cristianismo simplemente habría sido una secta mesiánica más dentro del judaísmo del segundo templo, y probablemente habría desaparecido después de la destrucción de Jerusalén en el año 70.

La palabra πληρῶσαι en Mateo 5:17, con toda su ambigüedad semántica, captura perfectamente esta tensión fundamental. Para aquellos que desean mantener alguna forma de continuidad con la Toráh, πληρῶσαι puede interpretarse como "dar plenitud de sentido". Para aquellos que reconocen la ruptura radical que representó el movimiento de Yeshú, πληρῶσαι significa "llevar a su término, completar, acabar". Lo que no se puede hacer honestamente es ignorar que la segunda interpretación es filológicamente tan válida, si no más, que la primera, y que las fuentes patrísticas documentan que una corriente significativa del cristianismo primitivo entendió el texto precisamente de esta manera. Además, la ambigüedad del término νόμος mismo, que en contextos judeo-arameos podía referirse a costumbres gentiles y no a la Torá, añade otra capa de complejidad que las interpretaciones tradicionales prefieren ignorar.

La conclusión final es ineludible: independientemente de si uno lee Mateo 5:17 con la interpretación canónica o con la interpretación marcionita, el resultado práctico es que la Ley mosaica ya no tiene vigencia para los seguidores de Yeshú. Los movimientos de Raíces Hebreas, los cristianos mesiánicos, y aquellos católicos y protestantes que insisten en alguna forma de continuidad con la observancia de la Torá, están construyendo sobre una base textual e histórica extremadamente frágil. La evidencia filológica, patrística y talmúdica apunta consistentemente en una dirección: el mensaje de Yeshú representó una ruptura fundamental con el sistema legal de la Toráh. Esta ruptura puede expresarse de manera más o menos radical, pero es innegable.

La evidencia marcionita es particularmente devastadora para estas posiciones. Cuando Marción preserva en su evangelio la acusación de Lucas 23:2 donde los judíos acusan a Yeshú de "καταλύοντα τὸν νόμον καὶ τοὺς προφήτας" (destruir la Torá y los Profetas), está documentando una tradición que la Gran Iglesia consideró tan peligrosa que la eliminó completamente de los manuscritos canónicos. Esta supresión textual es en sí misma significativa. Si la posición de Yeshú hacia la Torá hubiera sido de simple confirmación y continuidad, ¿por qué habría sido necesario suprimir una acusación judía que era obviamente falsa? La respuesta es que la acusación no era falsa, o al menos, era lo suficientemente cercana a la verdad como para ser peligrosa. Los redactores proto-ortodoxos del evangelio de Lucas entendieron que preservar esta acusación haría demasiado obvio lo que intentaban oscurecer: que Yeshú efectivamente había venido a abolir la Toráh.

De manera similar, el cambio textual en Lucas 16:17 desde "τοῦ νόμου" (de la Torá) en la versión canónica a "τῶν λόγων μου" (de mis palabras) en la versión marcionita no puede ser accidental. Este cambio revela la comprensión marcionita de que las palabras de Yeshú habían reemplazado completamente a la Toráh como norma autoritativa. Si ambas fueran igualmente autoritativas y permanentes, no habría necesidad de hacer tal cambio. El hecho de que Marción considerara necesario hacer este cambio, o que preservara una versión más antigua que contenía esta lectura, demuestra que en ciertas corrientes del cristianismo primitivo se entendía que había una incompatibilidad fundamental entre la autoridad de la Toráh y la autoridad de las palabras de Yeshú. No podían coexistir como normas igualmente vinculantes; una debía dar paso a la otra.

La ambigüedad del término νόμος añade una dimensión adicional a esta problemática. Si Yeshú pronunció sus enseñanzas en arameo y usó términos que se referían a costumbres gentiles, entonces toda la estructura del debate cristiano sobre la continuidad o discontinuidad con la Torá podría estar basada en un malentendido lingüístico fundamental. Los redactores griegos de los evangelios, al traducir las palabras de Yeshú, pueden haber introducido una ambigüedad que no existía en el original semítico. O alternativamente, pueden haber deliberadamente usado términos ambiguos para permitir múltiples interpretaciones y así acomodar a diferentes audiencias: judía y gentil, judaizante y helenística. Esta ambigüedad estratégica permitió que el cristianismo primitivo mantuviera una tensión creativa entre continuidad y ruptura con el judaísmo, pero también sembró las semillas de las controversias que explotarían en el siglo II con figuras como Marción.

El testimonio del Talmud Bavli Shabat 116a-b, aunque hostil al cristianismo, es particularmente valioso porque preserva una tradición independiente sobre las enseñanzas de Yeshú respecto a la Torá. La formulación "no vine a restar ni a añadir" es neutra y evita completamente la terminología problemática de "destruir" versus "cumplir". Esto sugiere que los rabinos judíos, al registrar esta tradición, también eran conscientes de la ambigüedad del término πληρῶσαι y optaron por una formulación que eliminara esa ambigüedad. Sin embargo, incluso esta formulación rabínica no resuelve el problema, porque si Yeshú verdaderamente no añadió ni restó nada de la Torá, ¿cómo se explican sus múltiples transgresiones del sábado, su abolición de las leyes de pureza, su rechazo del principio de talión, y su autorización de comer con manos sin lavar? Todas estas acciones y enseñanzas documentadas en los evangelios canónicos representan modificaciones sustanciales, si no directamente contradicciones, de los mandamientos de la Toráh. La formulación talmúdica, por tanto, parece ser más un ideal rabínico de lo que Yeshú debería haber dicho si hubiera sido un maestro judío legítimo, que un registro histórico preciso de lo que realmente enseñó.

Cualquier intento de reconciliar el cristianismo con la observancia continua de la Toráh requiere no solo una lectura selectiva de los textos neotestamentarios, sino también una ignorancia deliberada de la historia de la interpretación y de las batallas teológicas del cristianismo primitivo. Los marcionitas no inventaron la idea de que Yeshú vino a abolir la Toráh; simplemente hicieron explícito lo que ya estaba implícito en las enseñanzas de Pablo y en la praxis de las comunidades cristianas gentiles. La respuesta de la Gran Iglesia no fue negar que la Toráh había sido superada, sino desarrollar una teología sofisticada del "cumplimiento" que permitiera afirmar simultáneamente continuidad y discontinuidad. Esta teología del cumplimiento, aunque retóricamente hábil, no puede ocultar el hecho de que el resultado práctico es el mismo que el marcionismo: los cristianos no observan la Toráh.

Los movimientos contemporáneos de Raíces Hebreas y mesiánicos cometen el error fundamental de confundir el origen judío del cristianismo con la continuidad de la observancia de la Toráh. Es cierto que Yeshú era judío, un mumar, que sus primeros seguidores eran judíos, y que el cristianismo emergió del judaísmo del segundo templo. Pero de esto no se sigue que el cristianismo mantuviera la observancia de la Torá como característica definitoria. De hecho, la evidencia histórica sugiere exactamente lo contrario: el cristianismo se distinguió del judaísmo precisamente por su rechazo de la necesidad de observar la Toráh para la salvación. Esta fue la controversia central de la era apostólica, como lo documenta el libro de Hechos en el concilio de Jerusalén (Hechos 15), y como lo confirman las cartas de Pablo, particularmente Gálatas. La decisión del concilio de Jerusalén de no requerir la circuncisión de los gentiles convertidos fue el momento decisivo en el que el cristianismo comenzó su trayectoria hacia convertirse en una religión separada del judaísmo.

La palabra πληρῶσαι permanece como un recordatorio lingüístico de esta verdad incómoda: cumplir algo completamente significa, inevitablemente, llevarlo a su fin. Cuando se "cumple" un contrato, el contrato termina. Cuando se "cumple" una sentencia, la condena acaba. Cuando se "cumple" un período de tiempo, ese tiempo expira. No hay razón filológica para suponer que "cumplir" la Torá signifique algo diferente. El uso consistente de πληρόω en la literatura griega helenística para indicar la finalización de períodos temporales y obligaciones legales no puede ser ignorado. Los cristianos primitivos que hablaban griego habrían entendido πληρῶσαι en este sentido natural: llevar a su término, completar, acabar. Solo posteriormente, cuando la iglesia gentil necesitó justificar su ruptura con la Toráh mientras mantenía alguna forma de continuidad con las escrituras judías, se desarrolló la teología sofisticada del "cumplimiento" como "dar plenitud de sentido" en lugar de "llevar a su conclusión".

La evidencia patrística de la controversia marcionita demuestra que en el siglo II, apenas cien años después de la muerte de Yeshú, ya existían interpretaciones radicalmente divergentes de su relación con la Torá. Los marcionitas acusaban explícitamente a los "judaizantes" de haber falsificado el texto de Mateo 5:17, invirtiendo los términos para hacer parecer que Yeshú había venido a cumplir la Toráh cuando en realidad había venido a destruirla. Los proto-ortodoxos, por su parte, acusaban a Marción de haber mutilado las escrituras para que se conformaran a su teología dualista. Ambos bandos acusaban al otro de corrupción textual. Esta batalla textual no era periférica sino central a la identidad cristiana emergente. La pregunta "¿qué hizo Yeshú con la Toráh?" era la pregunta fundamental que determinaba qué tipo de religión sería el cristianismo: una secta reformista dentro del judaísmo, o una religión universal independiente del judaísmo.

La respuesta histórica a esta pregunta es clara: el cristianismo eligió ser una religión universal independiente del judaísmo, y esta elección requirió la abolición de la observancia obligatoria de la Toráh. Los movimientos contemporáneos que intentan revertir esta decisión histórica fundamental no están "restaurando" el cristianismo primitivo; están intentando crear algo que nunca existió de manera estable: un cristianismo que sea simultáneamente fiel a Yeshú como mesías y fiel a la Toráh como ley vinculante. El cristianismo primitivo enfrentó esta misma tensión y la resolvió, de manera más o menos explícita dependiendo de la corriente, en favor de la discontinuidad con la Toráh. Los marcionitas lo hicieron explícita y radicalmente. Los proto-ortodoxos lo hicieron de manera más sutil a través de la teología del cumplimiento. Pero ambos llegaron al mismo destino práctico.

La palabra πληρῶσαι en Mateo 5:17, con toda su ambigüedad semántica, su historia de interpretaciones conflictivas, y su contexto en las controversias del cristianismo primitivo, permanece como un monumento lingüístico a esta verdad fundamental: el cristianismo nació de una ruptura con la Toráh, y cualquier intento de negar o minimizar esta ruptura requiere una violencia hermenéutica a los textos que es insostenible para cualquiera que examine la evidencia honestamente. Los movimientos de Raíces Hebreas, los cristianos mesiánicos, y las corrientes católicas y protestantes que buscan mantener alguna forma de continuidad con la observancia de la Torá están nadando contra la corriente de dos mil años de historia cristiana y contra el testimonio claro de las fuentes más antiguas. La evidencia filológica, patrística, talmúdica y marcionita converge en una sola conclusión: la Ley mosaica ya no tiene vigencia para los seguidores de Yeshú, independientemente de si uno interpreta πληρῶσαι como "destruir" o como "cumplir", porque ambas interpretaciones conducen inexorablemente al mismo resultado final.