10/19/2025

Pregunta 3: El "Mesías" que abolió lo que juró nunca abolir: La Farsa de la Circuncisión (Mateo 5:17-18, Sermón del Monte)

BS"D


שאל אם אלהים הוא לטה

קרא עצמו בן אדם

והלא מצינו בכמה מקומות

שמזהיר לנו התורה שלא לדמות

לבן הארם כמו שכתוב לא איש

אל ויכזב ובן אדם ויתנחם ועוד

אמר דוד אל תבטחו בנדיבים בבן

אדם וכו' ועוד כתוב ארור הגבר

אשר יבטח באדם וכל אילו הדברים

היו בישו שנקראו בן אדם:

Pregunta: Si él es Dios, ¿por qué se llamó a sí mismo "hijo de hombre" (ben adam)? ¿Acaso no encontramos en muchos lugares que la Torá nos advierte que no confiemos/nos asemejemos al hijo del hombre, como está escrito: "Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta" (Números 23:19)? Y además dijo David: "No confiéis en príncipes, ni en hijo de hombre" (Salmos 146:3), y además está escrito: "Maldito el hombre que confía en el hombre" (Jeremías 17:5). Y todas estas advertencias se aplican a Yeshú, que se llamó a sí mismo "hijo de hombre".

La tercera pregunta del polemista despliega una estrategia de brillantez exquisita, atacando no las acciones de Yeshú ni las doctrinas posteriores de sus seguidores, sino las palabras que él mismo eligió para describirse. Esta es polémica de precisión quirúrgica: usar el lenguaje preferido del oponente como la cuerda que lo ahorca. El polemista pregunta con una inocencia que apenas disimula el filo de su lógica: "שאל אם אלהים הוא למה קרא עצמו בן אדם" — Si él es Dios, ¿por qué se llamó a sí mismo "ben adam", hijo de hombre? Y luego, antes de que los cristianos puedan intentar alguna justificación, cierra la trampa citando no uno sino tres textos del Tanaj que explícitamente advierten contra confiar en precisamente aquello que Yeshú afirmó ser.

Observemos primero el término central del argumento: "בן אדם" (ben adam), hijo de hombre. Los cristianos nos dicen que este era el título favorito de Yeshú, la designación que usaba más frecuentemente para referirse a sí mismo en sus enseñanzas. Según sus propios evangelios, Yeshú usó esta expresión decenas y decenas de veces. "El ben adam no tiene dónde recostar su cabeza", "El ben adam tiene autoridad para perdonar pecados", "Verán al ben adam viniendo sobre las nubes". Este no era un título ocasional o accidental, sino su forma característica de autoidentificación. Los estudiosos cristianos han llenado bibliotecas enteras analizando por qué Yeshú prefería este término, qué profundidades cristológicas contenía, cómo conectaba con la visión de Daniel de una figura celestial. Pero el polemista judío tiene una pregunta más simple y más devastadora: si realmente eres Dios, ¿por qué elegirías el término que el propio Tanaj usa consistentemente para contrastar lo humano con lo divino, lo mortal con lo eterno, lo falible con lo perfecto?

El polemista no depende de su propia interpretación del término. En cambio, convoca a tres testigos impecables del Tanaj para establecer el campo semántico de "ben adam". Primero, de la Torah misma, del libro de Bamidbar que los cristianos llaman Números, capítulo veintitrés, versículo diecinueve: "לֹא אִישׁ אֵל וִיכַזֵּב וּבֶן אָדָם וְיִתְנֶחָם" (lo ish El vikazzev uven adam veyitnajam) — ‘Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta’. Detengámonos en este versículo porque su fuerza es absoluta. Bila’am, el profeta gentil, está pronunciando una de las declaraciones más claras sobre la diferencia ontológica entre Dios y la humanidad en todo el Tanaj. La estructura del versículo es un paralelismo perfectamente equilibrado: "Dios no es ish" se balancea con "ni ben adam". Los dos términos, ish y ben adam, son sinónimos que enfatizan lo mismo: la humanidad en su mortalidad, su falibilidad, su capacidad de mentir y arrepentirse, su mutabilidad fundamental. Y el versículo no simplemente dice que Dios es diferente de ben adam, sino que usa la formulación más enfática posible en hebreo: "לֹא" (lo), no, definitivamente no, categóricamente no. Dios NO ES ben adam.

Ahora los cristianos se encuentran en una posición imposible. Afirman que Yeshú es Dios, completamente divino, poseedor de todos los atributos divinos de omnisciencia, omnipotencia, inmutabilidad, eternidad. Pero Yeshú se autodenominaba consistentemente "ben adam", el término preciso que la Torah usa para contrastar con la divinidad. ¿Cómo puede ser Dios quien se identifica con el término que la Torah usa para decir lo que Dios NO es? La contradicción no podría ser más directa. Es como si alguien afirmara ser completamente honesto mientras consistentemente se autodenominara "el mentiroso". Las palabras significan cosas, y "ben adam" en el Tanaj significa específicamente aquello que no es divino.

Pero el polemista no se detiene con un solo testigo. Convoca al rey David, de los Tehilim que los cristianos llaman Salmos, capítulo ciento cuarenta y seis, versículo tres: "אַל תִּבְטְחוּ בִנְדִיבִים בְּבֶן אָדָם" (al tivteju bindivim beben adam) — ‘No confiéis en príncipes, ni en hijo de hombre’. El polemista cita solo el comienzo, pero cualquier judío educado conoce la continuación devastadora del versículo: "שֶׁאֵין לוֹ תְשׁוּעָה" (she'ein lo teshuá) — porque no hay en él salvación. Aquí la ironía se vuelve casi insoportable. Los cristianos proclaman que Yeshú es precisamente el salvador, el que trae teshuá, redención, liberación. Pero él se identificaba como "ben adam", y David, inspirado por el Espíritu Santo según hasta los cristianos admiten, declaró explícitamente: no confiéis en ben adam porque no hay salvación en él. ¿Puede haber contradicción más clara entre la autodesignación de Yeshú y el testimonio profético sobre ese mismo término?

Consideremos la progresión cuidadosa del argumento del polemista. El primer texto, de Bamidbar, establece la diferencia ontológica: Dios no es ben adam. El segundo texto, de Tehilim, establece la consecuencia práctica: por lo tanto, no confíes en ben adam. Si alguien se autodenomina ben adam, y el rey David, hablando por inspiración divina, dice "no confíes en ben adam porque no hay salvación en él", entonces lógicamente no deberíamos confiar en quien se autodenomina ben adam y ciertamente no deberíamos buscar salvación de él. Los cristianos están haciendo exactamente lo que David prohibió: confiando en ben adam para salvación. Están violando una advertencia profética explícita porque ignoran el significado del término que su propio mesías usaba para describirse.

El polemista convoca entonces al tercer testigo, del profeta Yirmeyahu que los cristianos llaman Jeremías, capítulo diecisiete, versículo cinco: "אָרוּר הַגֶּבֶר אֲשֶׁר יִבְטַח בָּאָדָם" (arur haguever asher yivtaj ba'adam) — ‘Maldito el hombre que confía en el hombre’. Aquí la advertencia se intensifica de prohibición a maldición. Ya no es simplemente "no hagas esto", sino "maldito quien hace esto". El versículo continúa: "וְשָׂם בָּשָׂר זְרֹעוֹ" (vesam basar zero'o’) — y pone carne por su brazo, quien busca fuerza en la carne mortal en lugar de en el Dios eterno. Los cristianos afirman que Yeshú era Dios encarnado, Dios hecho carne. Pero Yirmeyahu pronuncia maldición sobre quien confía en la carne en lugar de en Dios. Si Yeshú era carne, entonces confiar en él para salvación es precisamente lo que Yirmeyahu maldijo. Si Yeshú era Dios, entonces ¿por qué se autodenominaba con términos de carne y humanidad?

Observemos la estructura tripartita perfecta del argumento del polemista. Ha citado uno de cada sección del Tanaj: Torah (Bamidbar), Ketuvim o Escritos en Tehilim, y Profetas (Yirmeyahu). Esto no es accidental. En el método rabínico de interpretación, cuando un principio se establece en las tres divisiones del Tanaj, su validez es incuestionable. El polemista no está construyendo un argumento sobre un versículo aislado que podría ser interpretado de múltiples maneras. Está mostrando un patrón consistente que atraviesa todo el Tanaj: "ben adam" es el término usado consistentemente para designar aquello que no es divino, aquello en lo que no se debe confiar para salvación, aquello que contrasta con Dios.

La progresión también aumenta en severidad retórica. Primero, una declaración de diferencia ontológica: Dios no es ben adam. Segundo, una advertencia práctica: no confíes en ben adam. Tercero, una maldición: maldito quien confía en adam. El polemista ha construido una escalera de condenación donde cada peldaño es más devastador que el anterior. Y al final de esta escalera se encuentra Yeshú, quien consistentemente se autodenominaba ben adam, y sus seguidores cristianos, quienes confían en él para salvación a pesar de todas estas advertencias.

Consideremos ahora la naturaleza específica del término "ben adam" en el lenguaje bíblico hebreo. No es simplemente un término neutral que significa "ser humano". Es un término que enfatiza la mortalidad, la debilidad, la naturaleza efímera de la existencia humana. Cuando el Tanaj quiere hablar de humanidad en términos neutrales o dignos, usa "adam" solo, o "ish", o "enosh". Pero cuando quiere enfatizar la fragilidad humana, la diferencia entre el creador eterno y la criatura mortal, frecuentemente usa "ben adam". En el libro de Iyov, Job, cuando Dios responde desde el torbellino, usa lenguaje que enfatiza la pequeñez humana. En Yejezkel, Ezequiel, Dios llama al profeta consistentemente "ben adam", recordándole su humanidad ante la presencia divina. El término lleva connotaciones de limitación, no de exaltación.

Los cristianos intentan escapar de esta trampa apelando a Daniel, capítulo siete, versículo trece, donde en una visión apocalíptica aparece una figura "como hijo de hombre" (ke'bar enash en arameo, ke'ben adam en hebreo) viniendo con las nubes del cielo. Dirán que Yeshú usaba este título para referirse a esta visión profética, que estaba reclamando ser esta figura celestial y divina. Pero el polemista ha anticipado este argumento y lo demolido antes de que pueda ser articulado. Incluso si aceptamos que la visión de Daniel incluye una figura celestial importante, el término usado es "como ben adam", con el comparativo "ke", como, similar a. Y la visión describe a esta figura acercándose al Anciano de Días, no siendo el Anciano de Días. Más importante, los tres versículos que el polemista ha citado no dejan espacio para excepciones. No dicen "no confíes en ben adam excepto si es una figura celestial". Dicen categóricamente: no confíes en ben adam, porque Dios no es ben adam, y quien confía en ben adam está maldito.

Reflexionemos sobre la elección de lenguaje del polemista en su conclusión devastadora: "וכל אילו הדברים היו בישו שנקראו בן אדם" (vejol eilu hadevarim hayú beYeshú sheniqra ben adam) — Y todas estas advertencias se aplican a Yeshú, que se llamó a sí mismo ben adam. El verbo "היו ב" (hayú be) es particularmente significativo. Puede significar "están en" o "se aplican a" o incluso "se cumplieron en". Cada lectura es condenatoria. Si las advertencias se aplican a Yeshú, entonces confiar en él viola las prohibiciones explícitas del Tanaj. Si se cumplieron en él, entonces él personificó exactamente aquello contra lo que el Tanaj advierte. De cualquier manera, el resultado es el mismo: un hombre que se autodenomina con el término que el Tanaj usa para advertir contra confiar en humanos no puede ser el objeto legítimo de fe salvífica.

La frase "שנקראו בן אדם" (sheniqra ben adam), que se llamó a sí mismo ben adam, es crucial. El verbo está en forma reflexiva: él se llamó, él se denominó, él eligió este término. No fue una designación impuesta por otros o un malentendido de sus seguidores. Según los propios evangelios cristianos, este era el título que Yeshú consistentemente escogía para referirse a sí mismo. Aproximadamente ochenta veces en los evangelios aparece "el hijo del hombre" en labios de Yeshú. Esta era su forma característica de autoidentificación. Y esta elección lingüística lo condena según el propio Tanaj que supuestamente vino a cumplir.

Imaginemos el impacto de este argumento en un debate público medieval. El polemista no necesita apelar a interpretaciones complejas o a tradiciones rabínicas que los cristianos puedan rechazar. Simplemente abre el Tanaj que ambas partes aceptan como palabra de Dios, lee tres versículos claros en su contexto obvio, y luego señala que Yeshú se autodenominaba con el término preciso que estos versículos usan para advertir contra confiar en humanos. La contradicción es tan obvia que hasta un niño que apenas ha comenzado a estudiar Jumash podría verla. Dios dice en la Torah: "No soy ben adam". Yeshú dice de sí mismo: "Soy ben adam". David dice: "No confíes en ben adam para salvación". Los cristianos dicen: "Confía en Yeshú para salvación". Yirmeyahu dice: "Maldito quien confía en ben adam". Los cristianos confían en Yeshú. La lógica es inescapable.

Los cristianos desarrollaron elaboradas doctrinas cristológicas en los concilios de Nicea, Éfeso, Calcedonia, intentando explicar cómo Yeshú podía ser simultáneamente completamente divino y completamente humano, dos naturalezas en una persona, sin confusión ni mezcla ni separación. Estas fórmulas teológicas suenan impresionantes en griego, con términos técnicos como homoousios (consustancial) y hypostasis (hipóstasis). Pero el polemista judío no necesita filosofía griega para exponer el problema. Simplemente necesita hebreo bíblico y lógica básica. Si Yeshú era completamente divino, entonces no debería haberse autodenominado con un término que el Tanaj usa para contrastar con lo divino. Si era completamente humano, entonces las advertencias contra confiar en humanos se aplican plenamente. Si era ambos simultáneamente, entonces la contradicción permanece: está usando terminología humana para una identidad que afirma ser divina, violando el uso bíblico consistente de ese término.

Consideremos también la dimensión práctica y pastoral de este argumento. Los cristianos han predicado durante siglos que los judíos debemos poner nuestra fe en Yeshú para ser salvos, que debemos confiar en él como nuestro salvador, que él es el único camino hacia Dios. Misioneros cristianos han venido a nuestras comunidades exigiendo que abandonemos la Torah y abracemos a su mesías. Pero el polemista nos equipa con una respuesta simple y poderosa: "Vuestro propio mesías se autodenominaba ben adam, y nuestro Tanaj nos ordena explícitamente no confiar en ben adam para salvación. Si obedecemos el Tanaj, no podemos confiar en quien se autodenomina ben adam. Si confiáramos en él, estaríamos violando las advertencias explícitas de Mosheh, David y Yirmeyahu. Estáis pidiéndonos que desobedezcamos la palabra de Dios para seguir a un hombre que admitía ser ben adam."

La ironía se profundiza cuando consideramos el contexto de los versículos que el polemista cita. En Bamidbar veintitrés, Bila’am está profetizando sobre la fidelidad de Dios a Israel. Está diciendo que Dios no es como los humanos que prometen y no cumplen, que cambian de opinión, que son inconsistentes. Dios dice lo que hará y lo hace, precisamente porque no es ben adam. Ahora los cristianos vienen y dicen: "Dios se hizo ben adam en Yeshú". Pero esto contradice precisamente el punto del versículo, que la confiabilidad de Dios depende de que NO sea ben adam, de que no tenga las características de cambio y arrepentimiento que definen la humanidad.

En Tehilim ciento cuarenta y seis, David está exhortando a confiar en Dios en lugar de en poderes humanos. El contexto es claro: los príncipes y nobles, por más poderosos que sean, son mortales y falibles. Mueren y sus planes perecen con ellos. Pero Dios es eterno y fiel. Por lo tanto, poner confianza en ben adam, incluso en príncipes poderosos, es necio porque no hay salvación en la mortalidad. Los cristianos responden diciendo que Yeshú es diferente, que aunque era ben adam también era Dios. Pero David no hace excepciones. Dice categóricamente: no hay salvación en ben adam. Si Yeshú es ben adam, como él mismo afirmaba, entonces según David no hay salvación en él.

En Yirmeyahu diecisiete, el profeta está contrastando dos tipos de personas: quien confía en adam y pone su fuerza en la carne, y quien confía en el Señor. El primero es como arbusto en el desierto que no ve cuando viene el bien. El segundo es como árbol plantado junto a las aguas. La maldición sobre quien confía en adam no es meramente una prohibición ritual, sino una declaración sobre la futilidad espiritual de depender de lo mortal en lugar de lo eterno. Los cristianos afirman que Yeshú era Dios encarnado, Dios en carne. Pero esto es precisamente el problema: "poner carne por su brazo" es exactamente lo que Yirmeyahu maldice, y la encarnación es precisamente poner la confianza divina en forma carnal.

El polemista también está protegiendo a nuestra comunidad contra la acusación de dureza de corazón. Los cristianos frecuentemente nos acusan de rechazar a Yeshú por obstinación, por ceguera espiritual, por orgullo. Pero el polemista muestra que nuestro rechazo no es irracional ni obstinado, sino obediencia a mandamientos bíblicos explícitos. No rechazamos a Yeshú a pesar del Tanaj, sino precisamente porque somos fieles al Tanaj. Cuando el Tanaj dice "no confíes en ben adam" y Yeshú se autodenomina "ben adam", nuestra conclusión de no confiar en él no es ceguera sino claridad, no es desobediencia sino obediencia. Los ciegos no somos nosotros que seguimos las advertencias claras del Tanaj, sino ellos que las ignoran para seguir a un hombre que se autodenominaba con el término que el Tanaj usa para advertir contra depositar confianza salvífica.

Reflexionemos también sobre las implicaciones filosóficas más profundas del argumento. En la teología judía, uno de los fundamentos más básicos es la distinción categórica entre Creador y criatura, entre lo divino y lo creado. Esta distinción no es meramente de grado sino de tipo. Dios no es un ser humano muy poderoso; es ontológicamente diferente, existe en una categoría completamente distinta. Los atributos divinos de necesidad, eternidad, inmutabilidad, simplicidad, no son versiones magnificadas de atributos humanos sino cualidades completamente diferentes. Esta distinción categórica es lo que protege el monoteísmo. Una vez que se borra la línea entre Creador y criatura, entre lo divino y lo humano, el monoteísmo se colapsa en confusión.

El término "ben adam" en el Tanaj funciona precisamente para mantener esta distinción clara. Cuando dice "Dios no es ben adam", no está simplemente haciendo una observación factual, sino estableciendo una frontera ontológica. Esta frontera no puede ser cruzada sin destruir la coherencia del monoteísmo. Los cristianos, con su doctrina de la encarnación, intentan cruzar esta frontera, afirmando que Dios se hizo ben adam sin dejar de ser completamente Dios. Pero el polemista muestra que el propio lenguaje del Tanaj resiste este cruce. "ben adam" es precisamente el término usado para designar aquello que Dios NO es, aquello en lo que NO se debe confiar, aquello que contrasta con lo divino. Intentar decir que Dios es ben adam es una contradicción en términos según el uso bíblico del lenguaje.

Los cristianos a veces responden que están siendo más fieles al Tanaj que los judíos porque toman en serio la doctrina de que Dios puede hacer cualquier cosa, incluyendo hacerse humano. Pero esta respuesta confunde la omnipotencia divina con la coherencia lógica. Dios puede hacer cualquier cosa que sea lógicamente posible, pero no puede hacer lo lógicamente imposible, no porque esté limitado sino porque lo lógicamente imposible no es realmente "algo" que pueda hacerse. ¿Puede Dios hacer un círculo cuadrado? La pregunta no tiene sentido porque "círculo cuadrado" es una contradicción en términos, no una cosa que podría existir. Similarmente, "Dios que es ben adam" es una contradicción en términos según el uso bíblico, porque ben adam es precisamente el término que define aquello que Dios no es.

Consideremos la estrategia retórica magistral del polemista. No comienza con una tesis filosófica abstracta sobre la imposibilidad de la encarnación. Comienza con una pregunta aparentemente simple sobre terminología: "¿Por qué se llamó a sí mismo ben adam?" Esta pregunta inocente abre la puerta a una avalancha de citas bíblicas que establecen que cualquiera que se autodenomina ben adam no puede ser objeto legítimo de confianza salvífica. El argumento avanza desde la simple observación lingüística hasta la condenación teológica tan suave y naturalmente que los cristianos apenas notan que han sido atrapados hasta que ya es demasiado tarde para escapar.

El polemista también demuestra dominio completo del texto hebreo del evangelio. Sabe que Yeshú usaba "ben adam" como su autodesignación preferida. No está atacando algo marginal o disputado sobre Yeshú, sino su forma característica de referirse a sí mismo. Esto hace el argumento irrefutable. Los cristianos no pueden negar que Yeshú se llamaba "ben adam"; sus propios evangelios lo testifican decenas de veces. No pueden argumentar que el término es irrelevante; era la forma favorita de autoidentificación de su maestro. Todo lo que pueden hacer es intentar redefinir lo que "ben adam" significa, pero el polemista ha cerrado esta vía de escape citando múltiples usos bíblicos claros que establecen su significado: aquello que no es divino, aquello en lo que no se debe confiar, aquello que contrasta con Dios.

Esta pregunta también establece un patrón metodológico que veremos repetirse: el polemista usa las propias palabras y acciones de Yeshú contra la teología cristiana posterior. No ataca solamente lo que Pablo o los concilios dijeron, sino lo que Yeshú mismo dijo y hizo según los propios evangelios cristianos. Esta estrategia es devastadoramente efectiva porque no puede ser desestimada como malentendido de doctrinas posteriores. Si el problema está en las propias palabras de Yeshú, entonces el problema es fundamental, no corregible mediante refinamientos teológicos posteriores.

Para la audiencia judía medieval que escuchaba esta pregunta, el impacto era inmediato y personal. Cada uno de ellos había crecido estudiando el Tanaj, memorizando los versículos que el polemista cita. Cuando el polemista dice "לא איש אל ויכזב ובן אדם ויתנחם" (lo ish El vikazzev uben adam veyitnajam), docenas de voces en la audiencia podrían completar el versículo de memoria. Cuando cita "אל תבטחו בנדיבים" (al tivteju bindivim), todos conocen la continuación. Estos no son versículos oscuros de libros proféticos menores que requieren explicación. Son declaraciones centrales, memorizables, parte del vocabulario espiritual básico de todo judío educado. El polemista está apelando a conocimiento compartido, a textos que resuenan en la memoria y el corazón de cada oyente judío.

La pregunta también funciona como vacuna intelectual contra el proselitismo cristiano. Un judío que ha escuchado este argumento está equipado para responder cuando venga un misionero cristiano. "Vuestro maestro se llamaba ben adam. Nuestro Tanaj dice explícitamente que no confiemos en ben adam para salvación, que Dios no es ben adam, que está maldito quien confía en adam. Por lo tanto, si soy fiel al Tanaj, no puedo aceptar a vuestro maestro. No estoy rechazando a Dios; estoy obedeciendo la palabra de Dios que advierte contra confiar en ben adam." Esta es una defensa intelectualmente sólida, textualmente fundada, y emocionalmente satisfactoria. No requiere entrenamiento teológico sofisticado para entenderla o articularla.

El polemista concluye su pregunta con la frase que resuena como veredicto judicial: "וכל אילו הדברים היו בישו שנקראו בן אדם" (vejol eilu hadevarim hayú beYeshú sheniqra ben adam) — y todas estas advertencias se aplican a Yeshú, que se llamó a sí mismo ben adam. La palabra "כל" (kol), todas, es enfática. No algunas de estas advertencias, no ciertas interpretaciones de estas advertencias, sino todas ellas, sin excepción, sin ambigüedad. La palabra "היו" (hayú), se aplican o se cumplieron, es igualmente definitiva. No "podrían aplicarse" o "tal vez se apliquen", sino definitivamente se aplican. El veredicto es claro: Yeshú, al autodenominarse ben adam, se colocó precisamente en la categoría sobre la cual el Tanaj advierte no depositar confianza salvífica.

Esta tercera pregunta, como las dos anteriores, crea una trampa lógica de la que no hay escape. Si los cristianos admiten que "ben adam" significa lo que el Tanaj consistentemente muestra que significa, entonces deben admitir que Yeshú se autodenominó con un término inapropiado para alguien que reclama divinidad. Si intentan redefinir "ben adam" para acomodar su cristología, entonces deben explicar por qué el Tanaj usa el término consistentemente de la manera opuesta. Si argumentan que el uso de Yeshú del término era diferente, entonces deben admitir que estaba usando lenguaje bíblico de manera no-bíblica, redefiniendo términos establecidos para sus propios propósitos. Cada opción es fatal. La coherencia está del lado judío: usamos "ben adam" como el Tanaj lo usa, para designar humanidad mortal que no debe ser objeto de confianza salvífica. Los cristianos violan este uso al adorar a quien se autodenominaba con este término.

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