10/19/2025

Pregunta 20: Recibiendo lo que ya poseía: El absurdo de darle autoridad a Dios (Mateo 28:18, Gran Comisión)

BS"D


שאל למה אמר נתונה היא

לי כל ממשלת שמים

וארץ ואיפו נתונה לו אם הוא אלהיכם

ואלוה כמו שאתם אומרים אין

צריך למתנה והלא כל העולם כלו

שלו הוא:

Pregunta: ¿Por qué dijo “Me ha sido dada toda autoridad/dominio en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18)? ¿Y quién se la dio si él es vuestro Dios? Y si es Dios como vosotros decís, no necesita [que le sea] dada [como] regalo, ¿acaso no es todo el mundo suyo?

El polemista abre con una estocada que atraviesa el corazón de la cristología. Cita el texto hebreo que los propios cristianos preservaron en el evangelio de Du Tillet, daf 74, donde tras la supuesta resurrección se ponen en boca de este personaje las palabras: "נתונה לי כל ממשלת בשמים ובארץ" (netunah li kol memshelét bashamáyim uva'áretz) — "Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra". La brillantez devastadora radica en usar las propias escrituras cristianas para exponer su contradicción interna más fatal.

Examinemos el verbo con precisión quirúrgica. "נתונה" (netunah) es participio pasivo de "נתן" (natán), dar. La forma nif'al establece inequívocamente: hay un Donante activo y un Receptor pasivo. Este personaje no posee autoridad por naturaleza; la recibe como don en momento específico. Lo que se da es precisamente lo que antes no se tenía. El lenguaje hebreo del texto cristiano no permite escapatoria: esto es confesión de dependencia, no declaración de divinidad.

La pregunta del polemista cobra entonces su fuerza letal: "ואיפו נתונה לו אם הוא אלהיכם" (ve'eifo netunah lo im hu Elokeijém) — "¿Y quién se la dio si él es vuestro Dios?" Lógica implacable: si A da algo a B, entonces A ≠ B, y más aún, A > B. Los cristianos responderán "fue el Padre", pero al hacerlo admiten jerarquía donde proclaman igualdad. La trampa se cierra: o hay subordinación o no hay Trinidad coherente.

El término "ממשלת" (memshelét), autoridad, se reserva en el Tanaj auténtico para el dominio soberano de HaShem. En Tehilim 22:29: "כִּי לַיהוָה הַמְּלוּכָה וּמֹשֵׁל בַּגּוֹיִם" (ki laHashem hamelujáh umoshél bagoyím) — "Porque de HaShem es el reino, y Él gobierna sobre las naciones". El salmista usa formas activas del verbo, nunca pasivas. HaShem no recibe dominio; lo ejerce eternamente como expresión de Su esencia. El contraste con el texto cristiano es devastador.

Luego viene el golpe mortal: "ואלוה כמו שאתם אומרים אין צריך למתנה" (ve'Elóah kemo she'atém omrím ein tzarij lemataná) — "Y si es Dios como vosotros decís, no necesita [que le sea] dado [como] regalo". El término "מתנה" (mataná), regalo, presupone necesidad en quien lo recibe y generosidad en quien lo otorga. HaShem, por definición, no puede recibir regalos porque Él es plenitud absoluta, "מְלֹא כָל־הָאָרֶץ כְּבוֹדוֹ" (meló jol-ha'áretz kevodó) — "Su gloria llena toda la tierra" (Yeshayahu 6:3).

Los cristianos quedan atrapados entre opciones igualmente fatales: o su figura cambió al recibir lo que no tenía (y por tanto no es Dios), o la autoridad siempre fue suya (pero entonces el texto miente al decir "me ha sido dada"). No hay tercera opción que preserve coherencia lógica.

El polemista concluye con simplicidad devastadora: "והלא כל העולם כלו שלו הוא" (vahalo kol ha'olám kuló sheló hu) — "¿Acaso no es todo el mundo suyo?" La partícula "הלא" (halo) indica que la respuesta debería ser obvia para cualquiera que piense con claridad. En Tehilim 24:1, hablando del verdadero Dios: "לַה הָאָרֶץ וּמְלוֹאָהּ" (laHashem ha'áretz umelo'áh) — "De HaShem es la tierra y su plenitud". No dice que la tierra "fue dada" a HaShem, sino que la tierra "es de" HaShem por derecho de creación. Más explícito en Tehilim 89:12: "תֵּבֵל וּמְלֹאָהּ אַתָּה יְסַדְתָּם" (tevél umeloáh atá yesadtám) — "El mundo y su plenitud, Tú los fundaste".

Aquí está la estructura lógica mortal: HaShem posee porque Él creó. Si este personaje fuera Dios, el cielo y la tierra le pertenecerían desde que los creó. Pero según su propio texto, le fueron "dados" posteriormente, lo que significa que no los poseía por derecho de creación. Por tanto, no es el Creador. Por tanto, no es Dios. El silogismo es inescapable.

Los cristianos intentarán escapar diciendo que esto se refiere solo a la "naturaleza humana" exaltada. Pero esto multiplica los absurdos: si solo su humanidad recibió autoridad mientras su divinidad ya la poseía, tenemos una persona con autoridad dividida. Esto no es la unión hipostática de Calcedonia; es esquizofrenia ontológica.

Otros invocarán "relaciones intra-trinitarias eternas" donde el Hijo eternamente recibe del Padre. Pero esto es subordinacionismo disfrazado con jerga técnica. Si el Hijo eternamente recibe mientras el Padre eternamente da, hay jerarquía eterna, no igualdad. El que recibe no es igual al que da. Lógica elemental, no sofisma teológico.

Examinemos el tiempo verbal. En el griego del Evangelio Griego de Mateo en el Codex Sinaiticus folio 217 del cual se tradujo este texto hebreo, "ἐδόθη" (edothé) es aoristo pasivo: acción puntual en pasado definido. "Fue dada" en momento específico, no "ha sido poseída eternamente". Si la autoridad fue dada en momento específico, entonces antes no la poseía. Un ser que alguna vez careció de autoridad sobre el universo no puede ser el Creador del universo.

La construcción "נתונה לי" (netunah li), literalmente "dada a mí", usa pronombre dativo que enfatiza recepción personal. El texto no dice "poseo autoridad" sino específicamente "me fue dada a mí". Esta formulación refuerza dependencia absoluta. Cuando el hebreo bíblico auténtico describe posesión inherente de HaShem, usa construcciones como "שלי" (shelí - mío por naturaleza), no "נתונה לי" (transferida a mí desde otro).

Consideremos también el término "כל" (kol - toda). Si recibió "toda" autoridad, ¿qué le quedó al Padre? Si el Padre retuvo alguna, entonces no dio "toda" y el texto miente. Si dio toda, el Padre quedó sin autoridad, lo cual es absurdo. Si ambos tienen toda autoridad simultáneamente, "toda" pierde significado. El lenguaje colapsa en incoherencia.

La tradición judía, basada en el Tanaj auténtico, es clara: "אֲנִי יְהוָה הוּא שְׁמִי וּכְבוֹדִי לְאַחֵר לֹא־אֶתֵּן" (aní HaShem hu shemí ujvodí leajér lo-etén) — "Yo soy HaShem, ese es Mi nombre, y Mi gloria a otro no daré" (Yeshayahu 42:8). Si HaShem no da Su gloria a otro, ciertamente no da Su autoridad universal. Pero el texto cristiano describe exactamente tal transferencia. O Yeshayahu el profeta miente (blasfemia impensable), o este personaje es efectivamente "otro" distinto de HaShem y por tanto no es Dios.

La necesidad misma de recibir autoridad indica contingencia. Los seres contingentes dependen de factores externos para su existencia y atributos. HaShem es el Ser Necesario, "אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה" (Ehyéh ashér Ehyéh) — "Yo soy el que soy" (Shemot 3:14), que existe por necesidad de Su propia naturaleza y no depende de nada externo. Si este personaje dependió de otro para recibir autoridad, es ser contingente. Ningún ser contingente puede ser Dios.

Aquí está la ironía más amarga: los cristianos han perseguido judíos durante siglos por supuestamente "rechazar al verdadero dios". Pero según su propio evangelio preservado en hebreo, este personaje no es Dios que posee autoridad por naturaleza, sino alguien que la recibió por gracia de otro superior. No rechazamos a Dios, bendito sea; rechazamos la blasfemia de igualar a HaShem con alguien que según sus propios textos admite depender de Otro para su autoridad.

La coherencia está completamente del lado judío. HaShem es único, "שְׁמַע יִשְׂרָאֵל ה אֱלֹהֵינוּ ה אֶחָד" (Shemá Yisraél HaShem Elohéinu HaShem Ejád) — inmutable, independiente, poseedor eterno de autoridad por derecho de creación. Nadie se la dio porque nadie existe antes o superior a Él. Su soberanía es inherente, no conferida; eterna, no temporal; absoluta, no delegada. Esto es monoteísmo puro, la fe de Avraham, Moshé y los profetas.

Los cristianos deben mantener simultáneamente que su figura es Dios (y posee autoridad eterna) y que recibió autoridad (lo cual niega posesión eterna). Deben afirmar igualdad mientras describen jerarquía, proclamar inmutabilidad mientras narran cambio. Su teología es torre de Babel donde las palabras pierden todo significado.

La pregunta final resuena con fuerza implacable: "¿Acaso no es todo el mundo suyo?" Si este personaje fuera Dios, obviamente sí, y entonces no necesitaba recibir nada. Si no lo es, entonces no es Dios. No hay escape de este dilema. Su propio evangelio hebreo, en el supuesto momento de triunfo, proclama subordinación y con ello refuta su divinidad.

El texto cristiano no exalta a su figura a igualdad con HaShem; lo confirma como criatura según sus escrituras. La trampa cierra perfectamente: admitir que recibió autoridad es negar que sea Dios. Y su evangelio en hebreo hace precisamente esta admisión fatal. Un dios que necesita regalos no es Dios. 


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