1/14/2024

Torah Oral: Los Preceptos y sus motivos

BS"D

Por Rabi Haym Halevi Donin.


El porque de las mitzvot (Taamei Hamitzvot) ocupó la atención de todos los ilustres sabios y rabinos de Israel, un gran cuerpo de obras literarias se erigió para explicar las razones de todas las leyes de la Torá, así como de las muchas regulaciones y costumbres que aparecieron en el curso de la historia judía. La Torá en sí no ofrece específicamente razones para la mayoría de los preceptos. Si bien estas razones fueron a menudo sugeridas por las Primeras y Posteriores Autoridades, sus opiniones no fueron siempre consideradas como necesariamente correctas o válidas. Cuanto más importante fue el rabino o el sabio, mayor peso se atribuyó a sus explicaciones y razonamientos, pero en ningún momento se les dio el papel de una doctrina impuesta. Sabios que vivieron en épocas distintas y bajo otras condiciones consideraron diversos objetivos y diferentes razones para la observancia de esta o aquella ordenanza en particular. Esta variedad de explicaciones, más que derogar la validez de determinado precepto, proporciona un testimonio adicional de que la Torá es, en efecto, una ley para todas las épocas "a través de vuestras generaciones, un estatuto eterno". A pesar de las condiciones y circunstancias cambiantes, siempre fue significativa y relevante para aquellos que la estudiaron e intentaron entenderla.

La única razón que un judío devoto necesita para la observancia de cualquier precepto -sea cual fuere la forma en que estos puedan ser clasificados- es que reflejan la voluntad de D’s. Como obediente servidor del Señ-r, su deber es cumplirlos. Sin embargo, este hecho jamás a impedido al judío tratar de comprender las razones de las múltiples leyes y mandamientos. Al buscar tales razones sentía que se acercaba al espíritu de la Divinidad y que de esa manera se elevaba espiritualmente. Solo cuando se enfrentaba a una regla cuya razón se escapaba totalmente de su comprensión (esas reglas se denominan jukim en la Torá) apelaba entonces al argumento más definitivo: esto es lo que D’s exige de nosotros. La incapacidad de aprehender un propósito perceptible o de encontrar un motivo, no fue utilizada nunca por el hombre de fe como un pretexto para desechar la observancia o incluso para concluir que no existe ninguna razón o finalidad en la misma. La disyuntiva está en que uno se rinda y admita sus limitaciones, o que continúe en sus intentos esforzándose aún más en descubrir el significado y el objetivo de las disposiciones.

Existieron periodos en la vida de los judíos, particularmente cuando estos vivieron en ghettos, excluidos de contactos con influencias foráneas, en que el conjunto de ellos no considero necesario entender el porque de las cosas, sino que se satisfacía sabiendo el como de ellas. Esa época terminó. Hoy, al igual que durante otras épocas de la historia de nuestro pueblo, cuando los judíos estuvieron en contacto con otras culturas y enfrentaron otras ideologías y movimientos rivales, resulto vital para ellos desarrollar una comprensión y una apreciación de las razones y cierta comprensión del porque. Ello es importante no solo para fortalecer las convicciones del judío observante, sino también para proporcionarle los medios necesarios para refutar a aquellos que objetan o se mofan de sus practicas. Es necesario también tener la capacidad de presentar el judaísmo, tanto al judío como al no judío, como un credo dinámico, como una fe viviente, como una filosofía pertinente y como "ismos" y a las modas espirituales que de tiempo en tiempo invaden nuestra sociedad.


Para llegar a una comprensión del porqué de muchas leyes judías, es esencial reconocer la importancia de conocer a fondo no sólo lo particular, sino también lo general. Mientras que algunas leyes, como aquellas que tratan de actos de benevolencia y justicia, no requieren una explicación elaborada y pueden entenderse en forma independiente de las demás leyes, otras no se comprenden con facilidad si se las considera aisladamente. En tanto que el concepto del día de descanso semanal es fácilmente comprensible, los principios subyacentes determinados por la Halajá y el culto vinculados con el Shabat, requieren la comprensión de algunas de las ideas básicas de la filosofía religiosa judía. Hay aún otras leyes tales como las de Kashrut, que es necesario comprender en el conjunto de los principios de la Halajá y de sus metas espirituales para poder así encontrar un objeto y un sentido en los detalles. Si se tratara de explicar la Kashrut sin conectarla con el resto del judaísmo, uno quedaría confundido. Aquí es donde se desorientan muchos de los estudiosos superficiales del judaísmo.

Podríamos comparar el panorama total del judaísmo con un rompecabezas que después de armarse muestra un cuadro hermoso y estimulante. Si se saca cualquiera de las piezas del medio, no solo quedaría allí abierto un agujero que desfiguraba la belleza del cuadro total, sino que si se solicitara a alguien identificar las piezas individuales, encontraría grandes dificultades para hacerlo. Una pieza aislada del rompecabezas puede no tener ningún sentido ; podría aparecer simplemente como una masa confusa e insignificante de líneas y colores. Pero si se la restituye al lugar al que pertenece en el cuadro, no solo le restaura la belleza al cuadro, sino que la pieza sin sentido y confusa adquiere de pronto valor; cuando se la ajusta a las otras, sus líneas y colores adquieren un claro diseño. Lo mismo ocurre con la Kashrut y con otras leyes, que aisladas podrían aparecer como careciendo de toda explicación racional. Pero consideradas sobre el trasfondo del cual forman parte, como continuación de series completas de disciplinas religiosas que se refieren a cada aspecto de la vida y que tienen el propósito de enseñar a los hombres a controlar sus pasiones y apetitos, los detalles específicos de cada precepto comienzan a ser vistos bajo una luz mucho más clara.

Antes de entrar a tratar de las leyes especificas que trata este libro, desearía elaborar la razón general que tiene la Torá para exigir del judío la observancia de todas sus leyes y regulaciones : es de esa manera que Israel puede llegar a ser santo y santificado. "Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles : sed santos porque santo soy yo, el Señor, vuestro D’s" (Levítico 19 :2). Asimismo : "pero vosotros seréis para mi un reino de sacerdotes y una nación santa" (Éxodo 19 :6). Este llamado a la santificación de Israel como la razón de ser para la observancia de los mandamientos, se repite constantemente a lo largo de la Torá, a veces como introducción, a veces como conclusión de secciones enteras de leyes, y otras en relación con ordenanzas específicas.

La santidad como objetivo impregna toda la ley religiosa judía y envuelve cada uno de los aspectos que son de la incumbencia y experiencia humanas. Encontramos que el judaísmo se preocupa por: 

1) la santidad del individuo, 

2) la santidad del tiempo, y, 

3) la santidad del lugar. 

Todas las leyes religiosas judías pueden definirse en términos de una u otra de estas categorías.

La incumbencia por la santidad del individuo se refleja en las leyes que se refieren a los asuntos sociales y éticos, a las relaciones sexuales, a los hábitos alimenticios, a los modos de vestir y de hablar, a las relaciones familiares, a la higiene personal y al cuidado de la salud, la suprema importancia de la vida, incluso el respeto que se le debe a un cadáver.

La preocupación por la santidad del tiempo se enfatiza en las leyes relacionadas con el sábado y las fiestas. La santidad del lugar se refleja en los mandamientos que se refieren al Tiempo de Jerusalem (en hebreo llamado Beit Hamikdash, que significa literalmente "Casa de la Santidad"). Esto se refleja también en las leyes que conciernen al Beit Kneset -la sinagoga- y al Beit Midrash, casa de estudio.

Tal como la observancia de las leyes que se refieren a la santidad de los lugares sagrados, contribuye a aumentar la venerabilidad de los mismos y su violación, a su profanación, de igual manera la observancia de las leyes del Shabat y de las fiestas contribuyen a la santidad del día en cuestión y determinan su carácter sagrado ; y el respeto de las leyes que se refieren a la santidad del individuo o a otras santidades, contribuyen a la formación de una persona santa.

En este punto debe ser apropiado definir exactamente lo que se entiende por "una persona santa" en el marco conceptual judío. En la tradición de otras religiones y pueblos la imagen de una persona santa es generalmente la de aquella que se separa de la vida, que rechaza los placeres y deseos terrenales y que se aleja de los problemas diarios de la vida y de la sociedad. Esta imagen de asceta no es la concepción judía de una persona santa. Por el contrario, hay razones para argüir que, si bien ese ascetismo no esta prohibido, semejante disociación de la vida y la adopción de prohibiciones adicionales, esta de hecho desaprobada por el judaísmo.

La concepción judía de la santidad puede formularse en los siguientes términos : "La Santidad no reside en una separación ascética de la vida, o en el excesivo negarse a uno mismo los placeres humanos, o en la represión de los deseos del hombre. Por el contrario, debe formularse en la plena participación de los vaivenes de la vida comunitaria y social compartiendo tanto las experiencias gratas como las penosas que surgen en la vida, sin negarse a sí mismo ningún placer legítimo; pero al mismo tiempo desarrollando el sentido del propio discernimiento para poder distinguir y elegir entre el bien del mal, lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo sagrado de lo profano, lo puro de lo impuro, lo limpio de lo sucio. Cuanto mayor sea el sentido de discernimiento ético-moral-religioso, mayor será la santidad del individuo.

El denominador común entre el concepto judío de santidad y el de las otras religiones, esta claramente expresado en el concepto crucial de "estar separado". El gran comentador bíblico Rashi explica la frase kedoshim tihiyú -seres santos- como significado perushim tihiyú -vosotros os separéis. Sin embargo, las opiniones difieren cuando se considera el problema : separarse de qué, alejarse de que? Para otros, esto significó separarse de la vida. Para el judío, significo alejarse de la idolatría; separarse de lo secular; apartarse de lo vulgar y lo profano.

Así como un lugar sagrado está apartado de los lugares seculares y comunes, así como un tiempo sagrado es separado del tiempo secular o común, de la misma manera una persona santa se aparta, por medio de su conducta y de sus actos, de aquellos que llevan una vida secular o cuya conducta es vulgar y profana.

La Torá llama a los judíos a convertirse en el pueblo sagrado y llevar una existencia de santidad todo el tiempo. Este es entonces el objetivo de la observancia de las leyes de la Torá: ayudar a la santidad personal contribuyendo así a crear una sociedad más santificada.

No es una tarea fácil. Siendo gente como las demás, no todos los judíos consideran a esta meta como deseable. Con frecuencia buscan "escapar" de la "carga" que se quiere imponer sobre ellos. "Seamos como todas las otras naciones", es una exclamación que se ha escuchado a través de las centurias desde los periodos mas tempranos de la historia de Israel. En algunos casos esta frase ha sido una exigencia legitima en pro de la normalización, ya que los judíos se cansaron de servir de víctimas propiciatorias por los defectos y frustraciones de otras sociedades. Quisieron poner fin a la discriminación y obtener los derechos y los privilegios de una nación como todas las otras. Pero, con frecuencia ha sido una exclamación de rebeldía en contra las exigencias de la Torá, contra su disciplina y sus restricciones, contra los deberes que impone. Moisés anticipo esa reacción hace 3.200 años cuando en su mensaje de despedida a su pueblo le dijo:

“En verdad, esta Torah que hoy te impongo no es muy difícil para ti ni es cosa que esté lejos de ti. No está en los cielos para que puedas decir: Quién puede subir por nosotros a los cielos y nos la traerá y nos la hará oír para que así cumplamos? No está al otro lado de los mares para que puedas decir: Quien pasara por nosotros al otro lado de los mares, para que nos la traiga y nos la haga oír a fin de que la cumplamos? Porque la tienes enteramente muy cerca de ti, la tienes en tu boca y en tu corazón para que la puedas cumplir” (Devarim / Deuteronomio 30:11-14)

En otras palabras, Moisés dijo a su pueblo: ¡Todo depende de ustedes! Si existe la voluntad y la convicción, del deseo y la fe de hacerlo –todo puede ser hecho. Las palabras de despedida de Moisés nunca han perdido su frescura, su significación y su impacto a través de los milenios. Son igualmente oportunas en la época actual, porque el carácter humano no ha cambiado mucho, excepto, quizás, en las formas de racionalización utilizadas. Hoy, el termino "necesidades" se utiliza como el pretexto general y siempre útil para justificar y legitimar toda clase de conducta inmoral, amoral, antisocial o no-religiosa concebible.

Un problema real que enfrentan incluso las personas mejor intencionadas que viven en un medio no religioso, fue planteado por Maimónides en el siglo XII como "la tendencia natural del hombre a pensar y actuar como sus amigos y colegas y a seguir las costumbres de sus conciudadanos". Su consejo, tan útil en la actualidad como lo fue entonces, fue el de acentuar la importancia particular que tiene el "asociarse con hombres buenos y sabios... y apartarse de los malvados para que sus actos no influyan sobre nosotros" (Hiljot Deot 6:1).

Cuando se consideran las observancias prácticas, debemos considerar las admoniciones que lanzó Moisés a aquellos que podrían pensar que esos mandamientos no tienen valor, que el objetivo de santidad impuesto por D’s sobre Israel no tiene ningún mérito: 

“Mirad, yo os he enseñado leyes y mandamientos, como el Eterno, mi D’s, me mandó... Guardadlos y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestro entendimiento a los ojos de los pueblos, que al conocer todas estas leyes, se dirán: Ciertamente sabia e inteligente es, esta gran nación... Y, qué nación grande hay que tenga leyes y mandamientos justos como es toda esta Torá que yo pongo hoy delante de vosotros?” 

(Devarim / Deuteronomio 4:5-8).


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