Páginas

10/19/2025

Pregunta 2: ¿Vino a Redimir o a Condenar? El Absurdo del Deicidio Necesario (Mateo 26-27, crucifixión)

BS"D



שאל כתוב בספר מתי לא

באתי לחסור וכו'

וכתיב בתורת משה וביום השמיני

ימול בשר ערלתו וכתיב כל

המצוה אשר אנכי מצוך היום

תשמרון לעשות לא תוסיף עליו

ולא תגרע ממנו אם כן נמצא

שהוא חפר תורת משה:

Pregunta: Está escrito en el Libro de Mateo: “No vine a disminuir/reducir, etc.” Y está escrito en la Torá de Mosheh: “Y al octavo día será circuncidada la carne de su prepucio” (Levítico 12:3), y está escrito: “Todos los mandamientos que yo te ordeno hoy guardaréis para cumplirlos; no añadirás a ellos ni quitarás de ellos” (Devarim/Deuteronomio 13:1). Si es así, resulta que él violó/profanó la Toráh de Mosheh.

La segunda pregunta del polemista revela una estrategia aún más audaz que la primera. Aquí no ataca meramente las consecuencias paradójicas de la doctrina cristiana, sino que va directamente a la yugular: demuestra que Yeshú y sus seguidores violaron explícitamente la Torah que él mismo proclamó no venir a disminuir. El polemista pregunta con devastadora simplicidad: "שאל כתוב בספר מתי לא באתי לחסור וכו' וכתיב בתורת משה וביום השמיני ימול בשר ערלתו וכתיב כל המצוה אשר אנכי מצוך היום תשמרון לעשות לא תוסיף עליו ולא תגרע ממנו אם כן נמצא שהוא חפר תורת משה" — Está escrito en el Libro de Mateo: "No vine a disminuir", y sin embargo está escrito en la Torah de Mosheh: "Y al octavo día será circuncidada la carne de su prepucio", y también está escrito: "Todos los mandamientos que yo te ordeno hoy guardaréis para cumplirlos; no añadirás a ellos ni quitarás de ellos". Si es así, resulta que él violó la Torah de Moisés.

Observemos la construcción quirúrgica de este argumento. El polemista comienza citando las propias palabras de Yeshú del evangelio hebreo que los cristianos tienen en sus manos: "לא באתי לחסור" (lo bati lajsor), no vine a reducir o disminuir. Esta frase, que los cristianos proclaman con orgullo para demostrar que su maestro respetaba la Torah, se convierte en el arma que los destruye. Yeshú declara solemnemente que no vino a disminuir ni un ápice de la ley. Muy bien, dice el polemista, tomemos esta afirmación al pie de la letra y veamos si resiste el escrutinio.

Inmediatamente después, el polemista cita dos pasajes de la Torah de Mosheh que establecen un estándar legal inquebrantable. Primero, del libro de Vayikrá que los cristianos llaman Levítico, capítulo doce, versículo tres: "וביום השמיני ימול בשר ערלתו" (uvayom hashmini yimol bsar orlato) — ‘y al octavo día será circuncidada la carne de su prepucio’. Este no es un mandamiento ambiguo o sujeto a interpretación. Es una orden directa, específica, con un tiempo preciso. Al octavo día. No al noveno, no cuando sea conveniente, no si te apetece. Al octavo día. La Torah no deja espacio para dudas sobre la obligación del brit milá, el pacto de la circuncisión que Avraham Avinu recibió como señal eterna entre el Santo Bendito Sea y su descendencia.

Pero el polemista no se detiene ahí. Invoca la prohibición meta-legal más poderosa de toda la Torah, el versículo que actúa como guardia perpetuo contra cualquier intento de modificar la voluntad divina. De Devarim, Deuteronomio trece, versículo uno: "כל המצוה אשר אנכי מצוך היום תשמרון לעשות לא תוסיף עליו ולא תגרע ממנו" (kol hamitzvá asher anoji metzaveja hayom tishmerun laasot lo tosif alav velo tigra mimenu) — ‘todos los mandamientos que yo te ordeno hoy guardaréis para cumplirlos; no añadirás a ellos ni quitarás de ellos’. Aquí está la cerca que protege la Torah. No solamente está prohibido violar mandamientos individuales, sino que está prohibido el acto mismo de añadir o quitar, de modificar el sistema divino de mitzvot. Esto no es una prohibición entre muchas; es la prohibición que protege todas las demás prohibiciones. Es la muralla alrededor del jardín, el sello sobre el pacto.

Ahora viene el golpe letal. El polemista concluye con una sola frase devastadora: "אם כן נמצא שהוא חפר תורת משה" (im ken nimtzá shehu jafar torat Moshé) — ‘si es así, resulta que él violó la Torah de Moisés’. El término "חפר" (jafar) que el polemista elige no es casual. Podría haber usado palabras más suaves como "עבר" (avar, transgredir) o "בטל" (bitel, anular). Pero elige "חפר" (jafar), que significa cavar, socavar, profanar, violar de manera fundamental. Es el término usado cuando se habla de destruir los cimientos de algo, de profanar un pacto sagrado. En Tehilim, Salmos ochenta y nueve, versículo cuarenta, este mismo verbo describe la violación del pacto davídico: "חללת בריתו" (jilalta brito’), has profanado su pacto. El polemista está diciendo que Yeshú no meramente quebrantó una ley aquí o allá, sino que profanó, socavó, destruyó los fundamentos mismos de la Torah de Mosheh.

La brillantez de este argumento radica en su estructura de silogismo legal perfecto. Premisa uno: Yeshú afirma que no vino a disminuir la Torah. Premisa dos: La Torah ordena la circuncisión y prohíbe quitar mandamientos. Premisa tres: El cristianismo o Pablo de Tarso abolió la obligación de la circuncisión. Conclusión inevitable: Yeshú y sus seguidores violaron exactamente aquello que él proclamó no venir a violar. Esta no es una contradicción oscura que requiera interpretación rabínica sofisticada para descubrirse. Es una contradicción desnuda, visible incluso para un niño que apenas ha comenzado a estudiar Jumash.

Pero hay una dimensión adicional de esta crítica que hace el argumento aún más poderoso, una dimensión que emerge cuando consideramos qué texto tenía el polemista delante de sus ojos. El Evangelio Hebreo de Mateo que circulaba en las comunidades medievales, el único evangelio disponible en nuestra lengua sagrada, no menciona la circuncisión de Yeshú mismo. Los otros evangelios que los cristianos tienen en griego y latín no estaban accesibles en hebreo para el polemista, y específicamente el evangelio que llaman Lucas, que sí menciona que Yeshú fue circuncidado al octavo día, no estaba disponible para comparación. El polemista trabajaba con lo que tenía: el texto hebreo de Mateo de Du Tillet, y ese texto guarda silencio absoluto sobre si Yeshú mismo cumplió con el mandamiento fundamental del brit milá.

Este silencio textual es estruendoso en sus implicaciones. Reflexionemos sobre esto. Si uno está escribiendo una biografía de un judío, especialmente de uno que afirma tener una misión divina especial, ¿cómo es posible omitir su circuncisión? La brit milá no es un detalle menor o una anécdota privada. Es el momento en que el niño judío entra formalmente al pacto de Avraham, cuando recibe su nombre judío, cuando su identidad como parte del pueblo de Israel se sella literalmente en su carne. Para un judío piadoso, omitir mencionar la circuncisión de una figura religiosa importante sería tan extraño como omitir mencionar su nacimiento. El silencio del texto sugiere fuertemente una de dos posibilidades, ambas fatales para los cristianos: o Yeshú no fue circuncidado, violando así personalmente el mandamiento desde sus primeros días, o el autor del evangelio consideró la circuncisión tan irrelevante que no merecía mención, revelando así la actitud cristiana temprana hacia este mandamiento fundamental.

El polemista, trabajando con el texto que tiene delante, hace la deducción lógica. Si el evangelio hebreo no menciona la circuncisión de Yeshú, y si el cristianismo posteriormente abolió la obligación de la circuncisión, entonces la conclusión es clara: Yeshú mismo o no fue circuncidado, o si lo fue, sus seguidores consideraron este acto tan poco importante que no valía la pena registrarlo. De cualquier manera, la violación de la Torah es manifiesta. Imaginemos la fuerza de este argumento en un debate público. El polemista sostiene el evangelio hebreo y pregunta: "Muéstrenme dónde dice que su maestro fue circuncidado. Si fue circuncidado como todo judío debe ser, ¿por qué su propio evangelio lo oculta? Y si no fue circuncidado, ¿cómo puede alguien que violó el primer mandamiento corporal del judaísmo reclamar ser el mesías de Israel?"

Los cristianos se encuentran atrapados en una posición imposible. Si admiten que el evangelio hebreo no menciona la circuncisión de Yeshú, entonces deben explicar esta omisión inexplicable. Si intentan argumentar que obviamente fue circuncidado aunque no se mencione, entonces deben admitir que su propio texto sagrado es deficiente, que omite información crucial. Pero incluso si conceden este punto, el problema fundamental permanece: ¿por qué entonces el cristianismo abolió la circuncisión? Si Yeshú mismo fue circuncidado, cumpliendo personalmente este mandamiento, entonces su propio cuerpo testifica que la circuncisión es obligatoria. Su carne circuncidada sería evidencia física de que el pacto de Avraham permanece vigente. ¿Cómo pueden sus seguidores declarar opcional o abolido un mandamiento que su maestro cumplió en su propia carne?

Aquí vemos la diferencia entre un argumento que el polemista podría haber hecho si tuviera acceso al texto de Lucas, y el argumento que realmente hace. Si hubiera conocido que otro evangelio cristiano menciona explícitamente la circuncisión de Yeshú al octavo día, su crítica habría sido aún más devastadora: "Vuestro propio evangelio testifica que Yeshú fue circuncidado. Él mismo se sometió a este mandamiento. Su cuerpo llevaba la marca del pacto. Y sin embargo vosotros, sus supuestos seguidores, declaráis este mismo acto innecesario. Vuestra contradicción no podría ser más clara: lo que era obligatorio para el maestro es opcional para los discípulos. Lo que era sagrado para él es descartable para vosotros. Habéis traicionado su ejemplo con vuestras propias acciones." Este argumento habría sido una espada de doble filo, usando el propio testimonio cristiano contra ellos.

Pero el polemista no tiene acceso a ese texto, y esto en sí mismo es revelador sobre su metodología. No está inventando críticas basadas en rumores o especulaciones. Está trabajando directamente con el texto hebreo disponible, haciendo argumentos basados precisamente en lo que ese texto dice y no dice. Este es el método talmúdico aplicado a la polémica: trabajar con el texto delante de ti, extraer conclusiones lógicas de lo que está presente y lo que está ausente, construir argumentos que sean verificables y no refutables mediante apelación a textos que tu audiencia no puede examinar. La fuerza del argumento radica en su verificabilidad inmediata. Cualquier persona en la audiencia puede tomar el evangelio hebreo, leerlo de principio a fin, y confirmar: efectivamente, no menciona la circuncisión de Yeshú.

Esta omisión textual, combinada con la abolición histórica de la circuncisión por el cristianismo, crea un caso legal abierto y cerrado. El polemista no necesita especular sobre qué pasó en la infancia de Yeshú. Los hechos observables son suficientes: el texto no lo menciona, y la religión que se fundó en su nombre abolió la práctica. La conclusión es inevitable. Ya sea que Yeshú personalmente cumpliera o no el mandamiento, el movimiento que lleva su nombre lo violó, y lo hizo mientras proclamaba no haber venido a disminuir la Torah. Esta es contradicción performativa en su forma más pura: decir una cosa mientras se hace exactamente lo opuesto.

Consideremos ahora la segunda cita que el polemista invoca, la prohibición meta-legal de Devarim trece. Esta prohibición es particularmente significativa porque no solo prohíbe violar mandamientos individuales, sino que prohíbe el acto mismo de modificar el sistema de mandamientos. Los sabios de Israel entendieron que esta prohibición protege la integridad de toda la Torah. Si se permite añadir mandamientos, eventualmente la Torah original será enterrada bajo innovaciones humanas. Si se permite quitar mandamientos, eventualmente no quedará nada de la voluntad divina. La cerca que protege la Torah es la inmutabilidad de la Torah. No porque Dios no pudiera cambiarla si quisiera, sino porque Él ha declarado que esta es Su voluntad eterna para Su pueblo, y ningún ser humano, sin importar cuán carismático o milagroso pueda parecer, tiene autoridad para modificarla.

Los cristianos intentan escapar de esta trampa mediante varias estrategias teológicas, pero el polemista ha anticipado cada una. Dirán que no abolieron la circuncisión sino que la "cumplieron" o la "espiritualizaron", que ahora practican la "circuncisión del corazón" que es superior a la circuncisión de la carne. Pero esta es precisamente la definición de "quitar" que la Torah prohíbe. Si tomas un mandamiento específico, corporal, observable, con criterios claros de cumplimiento, y lo reemplazas con una metáfora interna, invisible, sin criterios objetivos, has quitado el mandamiento original. No importa cuán hermoso suene el lenguaje espiritual, si un hombre no está circuncidado en su carne al octavo día, no ha cumplido el mandamiento. Punto final.

Los cristianos citarán a su apóstol Pablo, quien escribió extensamente justificando la abolición de la circuncisión para los gentiles que se unían al movimiento cristiano. Argumentará que la circuncisión era una señal para los judíos pero no necesaria para los gentiles, que Cristo es el fin de la ley, que la fe reemplaza las obras de la ley. Pero cada una de estas afirmaciones paulinas simplemente confirma la acusación del polemista. Pablo admite abiertamente que está quitando la obligación de la circuncisión. Su justificación teológica para hacerlo no cambia el hecho de que lo está haciendo. Y al hacerlo, viola explícitamente Devarim trece, versículo uno. La Torah no dice "no quitarás de los mandamientos a menos que tengas una buena razón teológica". Dice simplemente "no quitarás". La prohibición es absoluta, sin excepciones, sin cláusulas de escape.

Más aún, la justificación cristiana de que la circuncisión solo aplicaba a los judíos es en sí misma una innovación que contradice el texto. Cuando Avraham recibió el mandamiento del brit milá en Bereshit diecisiete, la orden incluía no solo a sus descendientes biológicos sino a todos los varones de su casa, incluyendo los siervos comprados con dinero. La circuncisión siempre incluyó a los que se unían al pueblo de Israel, fueran de nacimiento judío o conversos. El concepto cristiano de una categoría separada de creyentes no-judíos que siguen al dios de Israel pero no cumplen Sus mandamientos es una invención que no tiene precedente en la Torah. Es exactamente el tipo de "añadir" y "quitar" que Devarim trece prohíbe: añaden una nueva categoría de adherentes mientras quitan la obligación de los mandamientos.

El polemista también está protegiendo a su comunidad contra una acusación peligrosa que los cristianos frecuentemente lanzan. Dicen que los judíos estamos atrapados en legalismo carnal, enfocados en rituales físicos mientras perdemos el significado espiritual. Nos acusan de valorar la letra sobre el espíritu, la ceremonia externa sobre la transformación interna. Esta crítica no es meramente teológica; ha justificado siglos de persecución. Si los judíos somos espiritualmente ciegos, entonces nuestra lectura de las Escrituras no puede ser confiable, nuestro rechazo de Yeshú es evidencia de dureza de corazón, y nuestra persecución es castigo divino. El polemista responde a esta acusación mostrando que la verdadera falta no está en mantener los mandamientos físicos de la Torah, sino en abandonarlos mientras se pretende ser fiel a la Torah. Nosotros circuncidamos a nuestros hijos al octavo día porque así lo ordenó Dios. Ellos no lo hacen. ¿Quién es fiel y quién es rebelde? La respuesta es obvia.

Consideremos también el contexto histórico en que esta pregunta resuena. El Concilio de Jerusalén, registrado en el libro cristiano de los Hechos, marca el momento decisivo cuando el movimiento cristiano temprano decidió formalmente no exigir la circuncisión a los conversos gentiles. Esta decisión, tomada apenas décadas después de la muerte de Yeshú, revela que desde el principio el cristianismo estaba dispuesto a abandonar mandamientos explícitos de la Torah por razones de conveniencia misionera. Era más fácil convertir gentiles si no se les exigía un procedimiento doloroso y culturalmente extraño. La circuncisión se convirtió en obstáculo para el crecimiento del movimiento, entonces se eliminó. Pero esta pragmática misionera es precisamente lo que la Torah prohíbe en Devarim trece. No importa cuán conveniente sea modificar los mandamientos, no importa cuántos más conversos podrías ganar, no importa cuán persuasivas sean tus razones: "no quitarás de ellos".

El polemista nos hace ver que esta no es una disputa sobre interpretaciones sutiles o sobre cómo aplicar principios ambiguos. La circuncisión no es ambigua. El octavo día no es ambiguo. Un niño varón es circuncidado o no lo es. No hay términos medios, no hay cumplimiento parcial, no hay "circuncisión espiritual" que pueda sustituir el acto físico que la Torah ordena. Los cristianos intentan crear niebla teológica alrededor de un mandamiento cristalino porque reconocen que si admiten la claridad del mandamiento, deben admitir su violación. Pero la claridad es innegable. Cualquier judío que haya asistido a un brit milá, que haya visto a un padre judío presentar a su hijo de ocho días para el pacto, que haya escuchado las bendiciones sobre "quien nos santificó con Sus mandamientos y nos ordenó la circuncisión", sabe que este no es un mandamiento opcional o interpretable. Es concreto, específico, obligatorio.

La pregunta del polemista también expone una fisura en la cristología misma. Los cristianos afirman que Yeshú vino no a abolir la Torah sino a cumplirla, incluso a perfeccionarla. Pero ¿cómo puede el "cumplimiento" de un mandamiento resultar en su abolición? Si yo "cumplo" mi obligación de honrar a mi padre cuidándolo en su vejez, esto no significa que mis hijos queden liberados de honrarme a mí. El cumplimiento de un mandamiento por una persona no anula la obligación de ese mandamiento para todos los demás. Si Yeshú "cumplió" la Torah perfectamente, como los cristianos afirman, entonces demostró que la Torah puede y debe ser cumplida, no que puede ser descartada. Su supuesto cumplimiento perfecto debería ser modelo a imitar, no excusa para abandonar lo que él cumplió.

Los cristianos desarrollaron elaboradas teologías de "antigua alianza" versus "nueva alianza", argumentando que la venida de Cristo inauguró un nuevo pacto que reemplaza el antiguo. Pero esta teología solo funciona si uno ignora completamente Devarim trece. Dios dijo explícitamente: no quitarás de los mandamientos. No dijo: no quitarás hasta que llegue un nuevo pacto. No dijo: no quitarás a menos que venga el mesías. La prohibición es absoluta y eterna. Si Dios hubiera querido que los mandamientos fueran temporales, esperando ser reemplazados por un nuevo sistema, habría sido bastante simple decirlo. En cambio, dice lo opuesto: estos mandamientos son para vosotros y vuestros hijos por todas vuestras generaciones. "לעולם" (leolam), para siempre. No hasta que alguien los cambie, sino para siempre.

Reflexionemos sobre la naturaleza específica del mandamiento que el cristianismo eligió abolir primero. La circuncisión no es meramente un mandamiento entre seiscientos trece. Es el pacto físico que Dios estableció con Avraham, el fundamento de la identidad judía, la señal corporal permanente de pertenencia al pueblo elegido. Es el mandamiento que se cumple una sola vez pero marca para toda la vida. Es el mandamiento que ningún judío puede olvidar porque está inscrito en su propia carne. De todos los mandamientos que los cristianos podrían haber modificado primero, eligieron este. Esto no es accidental. Al abolir la circuncisión, el cristianismo declaró que no estaba meramente ajustando detalles ceremoniales, sino redefiniendo fundamentalmente qué significa ser parte del pueblo de Dios. Estaban diciendo que la señal física que Dios mismo instituyó como pacto eterno ya no era necesaria, que habían encontrado una manera mejor, más espiritual, más universal de relacionarse con Dios.

Pero esta presunción es exactamente lo que Devarim trece prohíbe. Ningún ser humano, sin importar cuán iluminado se considere, tiene autoridad para declarar obsoleto lo que Dios declaró eterno. Ningún profeta, ningún maestro, ningún supuesto mesías puede decir: "Sé que Dios dijo para siempre, pero ahora yo digo que ya no es necesario." Esta es la definición misma de falso profeta según la Torah: alguien que intenta alejar al pueblo de los mandamientos que Dios ordenó. No importa cuán impresionantes sean sus señales, cuán persuasivas sus palabras, cuán carismática su personalidad. Si intenta cambiar los mandamientos, es falso profeta. La Torah misma nos da este criterio de evaluación en Devarim trece, y Yeshú, o al menos el movimiento que lleva su nombre, falla esta prueba de manera espectacular.

El polemista concluye su pregunta con la frase devastadora: "אם כן נמצא שהוא חפר תורת משה" (im ken nimtzá shehu jafar torat Moshé). El uso del término "נמצא" (nimtzá), "resulta" o "se encuentra", es significativo. No es una acusación subjetiva o una interpretación tendenciosa. Es una conclusión lógica necesaria derivada de premisas que los propios cristianos admiten. Se encuentra, se descubre, se revela que Yeshú profanó la Torah de Mosheh. Esta no es una opinión sino un hallazgo factual basado en evidencia textual y comportamiento histórico observable. Los cristianos dicen que Yeshú no vino a disminuir la Torah. Los cristianos admiten que abolieron la circuncisión. La Torah prohíbe quitar mandamientos. Por lo tanto, se encuentra, inevitablemente, que hubo violación de la Torah.

Esta pregunta protege a nuestra comunidad de múltiples maneras. Primero, desarma la acusación cristiana de que somos legalistas carnales por mantener la circuncisión. No, respondemos, somos obedientes a la palabra explícita de Dios mientras vosotros sois rebeldes. Segundo, expone la incoherencia fundamental del cristianismo: proclaman fidelidad a la Torah mientras violan sus mandamientos más fundamentales. Tercero, provee a cada judío con una respuesta simple y verificable cuando los misioneros cristianos intenten convencerlo: "Si vuestro maestro no vino a disminuir la Torah, ¿por qué vosotros habéis quitado el mandamiento de la circuncisión?" No hay respuesta satisfactoria a esta pregunta. Cualquier respuesta que den admitirá ya sea que modificaron la Torah, o que Yeshú mintió cuando dijo que no vino a disminuirla.

La elegancia de este argumento radica en su economía. No requiere conocimiento de filosofía griega, no depende de interpretaciones complejas de profecías mesiánicas, no necesita recurrir a autoridades rabínicas que los cristianos puedan rechazar. Simplemente yuxtapone tres textos: las palabras de Yeshú en el evangelio hebreo, el mandamiento de la circuncisión en Vayikrá, y la prohibición de quitar mandamientos en Devarim. Estos tres textos, puestos lado a lado, crean una contradicción irresoluble. O Yeshú mintió, o sus seguidores lo traicionaron violando su enseñanza, o el evangelio mismo es falso en registrar que él dijo no venir a disminuir. Cada opción es fatal para la credibilidad cristiana.

Más aún, esta pregunta establece un patrón que resonará a través de las veintiuna preguntas restantes: los cristianos constantemente dicen una cosa mientras hacen otra. Proclaman fidelidad a la Torah mientras la violan. Afirman que Yeshú cumplió la ley mientras abolecen sus mandamientos. Citan versículos sobre la eternidad de la palabra de Dios mientras esa misma palabra se ignora en su práctica. El polemista nos está mostrando que la contradicción no es accidental o periférica al cristianismo, sino fundamental y sistemática. No son meramente inconsistentes en detalles menores, sino que su incoherencia permea su estructura teológica entera.

Para la audiencia judía medieval que escuchaba estas preguntas, la fuerza del argumento era inmediata y visceral. Cada padre judío que había presentado a su hijo para el brit milá sabía exactamente de qué hablaba el polemista. Cada hombre judío que llevaba en su carne la señal del pacto entendía que esto no era un detalle ceremonial prescindible sino la marca física de pertenencia al pueblo de Dios. Cuando el polemista dice que los cristianos abolieron la circuncisión, no está presentando información abstracta, sino señalando un hecho observable y verificable que cada judío puede confirmar: ningún cristiano circuncida a sus hijos al octavo día. La evidencia está, literalmente, en la carne.

Esta segunda pregunta, construida sobre el silencio del texto hebreo de Mateo respecto a la circuncisión de Yeshú y sobre el hecho histórico innegable de la abolición cristiana de este mandamiento, crea un caso legal abierto y cerrado de violación de Torah. Los cristianos no pueden apelar a textos que su audiencia judía no tiene acceso. No pueden invocar el evangelio de Lucas que menciona la circuncisión de Yeshú, porque ese evangelio no está disponible en hebreo para verificación. Están atrapados trabajando con el texto que ambas partes pueden examinar, y ese texto, combinado con su propia práctica observable, los condena. Han proclamado fidelidad mientras practicaban traición, han citado "no vine a disminuir" mientras disminuían, han invocado la autoridad de la Torah mientras violaban su prohibición más explícita contra modificarla. El polemista no necesita decir más. El caso está cerrado. "אם כן נמצא שהוא חפר תורת משה" — se encuentra que él profanó la Torah de Moisés, y con él, todo el edificio del cristianismo se revela construido sobre desobediencia fundamental a la palabra de Dios que pretende honrar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante para nosotros!