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10/19/2025

Pregunta 18: Mi voluntad vs. Tu Voluntad: El dios dividido contra sí mismo (Mateo 26:39, 42, oración en Getsemaní)

BS"D

שאל אם הוא בן האלוה

והאב והבן כלם אחד

מן החיוב שיהיה גם הרצון אחד

והוא כשהיה מתפלל לפני אביו

אמר אבי אם אפשר שלא

אשתה זה הכוס עשה ואם לאו

עשה כטוב בעיניך לא יהיה

כרצוני אלא כרצונך אם כן לא היו

הרצונות שוות:

Pregunta: Si él es el Hijo de Dios, ‘y el Padre y el Hijo son todos uno’ (cf Juan 10:30), entonces es necesario que también la voluntad sea una. Y él, cuando oraba delante de su Padre, dijo: "Padre mío, si es posible que no beba esta copa, [hazlo]; y si no, haz lo bueno a tus ojos; no sea como mi voluntad sino como tu voluntad" (Mateo 26:39, 42). Si es así, las voluntades no eran iguales.

La decimoctava pregunta del polemista ataca el núcleo mismo de la doctrina trinitaria mediante un análisis devastador de la oración de Getsemaní que expone contradicción irresoluble entre la unidad profesada y la pluralidad manifestada de voluntades. 

El polemista habría leído en el evangelio hebreo de Mateo, daf 66 perek 26, versículos treinta y nueve y cuarenta y dos, las palabras de Yeshú en su agonía: "ויעבר מעט ויפול על פניו ויתפלל לאמר אבי אם אפשר שיעבור הכוס הזה ממני עשה אבל לא יהי כרצוני אלא כרצונך עשה... עוד הלך שנית ויתפלל לאמר אבי אם לא יוכל לעבור הכוס הזה ממני אלא צריך שאשתה אותו יהי כרצונך" “Y yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro orando y diciendo: Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa, hazlo; pero no sea como mi voluntad sino como tu voluntad... Otra vez fue y oró por segunda vez diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”

La estructura del argumento es un silogismo de necesidad lógica impecable. El polemista comienza estableciendo la premisa cristiana: "והאב והבן כלם אחד" (veha'av vehabén kulám ejad), ‘y el Padre y el Hijo son todos uno’ en Juan 10:30 y 17:21. Esta es la afirmación central de la doctrina trinitaria que los cristianos proclaman, basada en textos como Juan 10:30 donde Yeshú supuestamente dice "Yo y el Padre uno somos" (εγω και ο πατηρ εν εϲμεν ·). De esta unidad esencial, el polemista deriva una consecuencia lógica necesaria usando la frase crucial "מן החיוב" (min hajiyuv), de la obligación o es necesario. Este es término de lógica modal que indica no meramente posibilidad sino necesidad lógica absoluta. Si dos entidades son ontológicamente una, entonces todas sus propiedades esenciales deben ser idénticas según la ley de identidad aristotélica fundamental: si A igual B, entonces toda propiedad de A igual toda propiedad de B.

El polemista aplica este principio a la voluntad: "שיהיה גם הרצון אחד" (sheyihyé gam haratzón ejad), que también la voluntad sea una. La palabra "גם" (gam), también, indica que la voluntad no es propiedad accidental o secundaria sino que sigue necesariamente de la identidad esencial. El término "רצון" (ratzón), voluntad, es propiedad fundamental de cualquier agente racional. No es meramente deseo transitorio sino facultad volitiva constitutiva de la persona. Si Padre e Hijo comparten una sola esencia divina, deben compartir una sola voluntad divina. La conclusión es lógicamente ineludible.

Pero entonces el polemista introduce la evidencia textual devastadora que refuta esta conclusión necesaria. Las palabras de Yeshú en Getsemaní establecen distinción explícita mediante pronombres posesivos contrastivos: "לא יהיה כרצוני אלא כרצונך" (lo yihyé kirtzoní elá kirtzonjá), no sea como mi voluntad sino como tu voluntad. Los sufijos posesivos "י-" (i, mi) y "ך-" (já, tu) marcan posesión distinta por sujetos distintos. "רצוני" (retzoni), mi voluntad, versus "רצונך" (retzonéja), Tu voluntad. Si verdaderamente fueran uno en esencia, no habría "mi" versus "tu" sino simplemente "nuestra voluntad" o "la voluntad" sin distinción pronominal. El uso de pronombres posesivos contrastivos implica lógicamente sujetos distintos con voluntades distintas.

Más problemático aún, el texto hebreo revela no meramente distinción abstracta sino conflicto temporal real entre las voluntades. Yeshú primero expresa su voluntad propia: "אם אפשר שלא אשתה זה הכוס" (im efshar sheló eshtéh zeh hakós), ‘si es posible que no beba esta copa’. La construcción condicional "אם אפשר" (im efshar), ‘si es posible’, revela que Yeshú no conoce si es posible, implicando ignorancia incompatible con omnisciencia divina. La voluntad de Yeshú es clara: evitar la copa, evitar el sufrimiento inminente. Pero luego reconoce que existe otra voluntad, la del Padre, que puede diferir y de hecho difiere: "ואם לאו עשה כטוב בעיניך" (ve'im lo asé katov be'einéja), ‘y si no, haz lo bueno a tus ojos’. La frase "כטוב בעיניך" (katov be'einéja), ‘lo bueno a Tus ojos’, implica que el Padre tiene criterio propio de lo bueno que puede ser diferente del criterio de Yeshú. Si fueran verdaderamente uno, compartirían idéntico juicio sobre qué es bueno. La diferencia en juicio moral implica diferencia en naturaleza moral.

La secuencia temporal es reveladora: primero Yeshú expresa preferencia contraria (evitar la copa), luego somete su voluntad a la del Padre (pero hágase tu voluntad). Esta es estructura narrativa de conflicto inicial seguido por resolución mediante sumisión. No es armonía perfecta desde el principio sino proceso de alineación de una voluntad subordinada a otra voluntad superior. La palabra "אלא" (elá), sino, es adversativa fuerte que marca contraste y corrección: no esto sino aquello, estableciendo oposición entre dos opciones.

El polemista concluye con frase definitiva: "אם כן לא היו הרצונות שוות" (im ken lo hayú haratzónot shavot), si es así, las voluntades no eran iguales. El término "שוות" (shavot), iguales, de la raíz "שוה" (sh-v-h) que significa ser igual, equivalente, del mismo valor, no solo indica distinción sino desigualdad cualitativa. Una voluntad se somete a la otra, una reconoce autoridad superior de la otra, una ajusta su preferencia a la de la otra. Esto no es igualdad sino jerarquía, no es identidad sino subordinación. Si las voluntades no son iguales, entonces las personas no son ontológicamente una según la ley de identidad.

El problema filosófico que el polemista expone es fundamental. La propia estructura de la oración presupone distinción de personas. Orar implica relación yo-tú, sujeto orante distinto de objeto receptor de oración. Yeshú ora "לפני אביו" (lifnei aviv), delante de su Padre. No puede estar "delante" de sí mismo. La preposición "לפני" (lifnei), delante, ante, implica relación externa, espacialidad metafórica quizás pero distinción real. Uno no se postra ante sí mismo, uno no pide a sí mismo, uno no somete su voluntad a sí mismo. Cada elemento de la oración de Getsemaní testifica pluralidad irreducible de personas.

Los cristianos desarrollaron doctrina diotelita en el Tercer Concilio de Constantinopla del año seiscientos ochenta para resolver este problema, afirmando que Yeshú tiene dos voluntades, humana y divina, pero que la voluntad humana se somete sin resistencia a la divina. Pero el polemista ve que esta solución admite precisamente lo que intenta negar: si hay dos voluntades distintas con relación de sumisión de una a otra, entonces no hay unidad simple sino complejidad, no identidad sino dualidad. Decir que son "dos voluntades en armonía" no elimina que son dos. Y si Yeshú tiene dos voluntades mientras el Padre tiene una, entonces Yeshú y Padre no comparten todas las propiedades, violando la ley de identidad que gobierna toda afirmación de igualdad ontológica.

El contraste con oración judía es instructivo. Cuando profetas como Moshé o Yirmeyahu oran a Dios, nadie afirma que sean ontológicamente uno con Dios. La distinción es clara, apropiada, sin contradicción: el humano ora al divino, el creado al Creador, el dependiente al independiente. Pero los cristianos afirman que Yeshú es Dios mismo encarnado, consustancial con el Padre, y simultáneamente presentan a este supuesto Dios orando a Dios, pidiendo a Dios, sometiéndose a Dios, expresando voluntad contraria que luego ajusta a voluntad de Dios. Esta no es distinción funcional de roles (como economía trinitaria intentaría argumentar) sino distinción ontológica real de voluntades, que es precisamente lo que la doctrina de unidad esencial niega.

El polemista ha identificado contradicción lógica en el corazón de cristología: los cristianos proclaman "Padre e Hijo son uno" basados en Juan 10:30, pero el evangelio hebreo de Mateo que tienen delante muestra en Getsemaní a Yeshú diciendo "no sea mi voluntad sino tu voluntad", estableciendo precisamente la dualidad que la unidad profesada niega. No pueden tener ambas. O son verdaderamente uno, entonces deben tener una sola voluntad indivisible, o tienen voluntades distintas que pueden diferir y someterse una a otra, entonces son dos personas distintas. Getsemaní prueba la segunda opción, refutando la primera. La doctrina trinitaria se colapsa bajo el peso de su propia evidencia textual: las voluntades no eran iguales, por lo tanto las personas no son una.


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