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3/02/2011

Pregunta: ¿Qué es un Dibuk?


Rav Shlomo Aviner

Pregunta: ¿Qué es un Dibuk?

El Dibuk es el espíritu de una persona muerta que resurge en el cuerpo de una viviente, por motivos relacionados con los secretos de las almas. Este espíritu le provoca a la persona mucho sufrimiento.

Los Cabalistas saben distinguir entre una persona que se encuentra poseída por un Dibuk y un enfermo mental que se comporta en forma similar, afectado por una esquizofrenia, un trastorno de la personalidad u otra patología que requiere un tratamiento apropiado.

Se cuenta que durante la visita del Rabino de Satmer en Israel, un hombre le pidió que ayudara a su hija, sosteniendo que se encontraba poseída por un Dibuk. Sufría físicamente y hablaba con una voz rara que no era la suya natural. La joven se quejaba que alguien hablaba de su interior. Al principio, el padre se había dirigido al Rabino de Belz, quien ordenó al Dibuk que la abandonara, pero la situación no mejoró. Entonces, se dirigió al Rabino de Satmer, quien al verla dijo: “¡Esta joven simplemente se ha enloquecido! ¡Vaya a ver a un buen psiquiatra y déjeme tranquilo!”.

El Rabí de Satrizober cuenta una historia similar: “Escuché un caso que le sucedió a Maimónides (el Rambam), cuando era médico en Egipto. Había allí una mujer cristiana enferma que nunca había podido escribir ni leer en idioma alguno. Durante su enfermedad, comenzó a expresarse en latín, griego y mismo en hebreo. Su familia sospechó que estaba poseída por un Dibuk. La noticia se extendió rápidamente y llegó a tales dimensiones que llamaron a Maimónides para que hiciera maravillas y lograse exorcizar al mal espíritu. Maimónides ordenó que tomaran nota de todo lo que dijera la enferma. Escribieron muchas páginas, pero al ser examinadas, encontraron que habían máximas de cierta sabiduría, pero que no tenían conexión alguna entre sí. Los versículos en hebreo provenían de la Torá y de otros escritos rabínicos. La enferma era una ignorante, sin ninguna formación, por lo que su caso intrigó a Maimónides quien decidió esclarecerlo y descubrir el secreto. Interrogó a su familia para saber dónde había pasado su infancia. Después de mucho esfuerzo, se enteró que cuando la mujer tenía nueve años había vivido en lo de un cura. La sala de estudio de ese cura se encontraba próximo a la cocina, donde ella solía encontrarse durante el día. El cura acostumbraba entrar y salir de su habitación, estudiando y repitiendo versículos de la Torá y la ética en los idiomas que conocía. Maimónides investigó los libros del cura y descubrió allí todos los versículos que recitaba la mujer enferma. Después de aclarar bien lo acontecido, Maimónides llegó a la conclusión de que no estaba poseída por un Dibuk, sino que la enfermedad había despertado recuerdos antiguos grabados en su memoria que eran incomprensibles para ella misma. A través de la enfermedad, había evocado recuerdos confusos de palabras aprendidas involuntariamente durante su infancia cerca del cura (Minjat Yehuda, pág. 48).

Este relato no debe necesariamente ser cierto, pero pudo serlo.

En cambio, si una persona es poseída por un Dibuk, no existe otra alternativa que exorcizarlo. El Ari (Rabí Yehuda Ashkenazi) transmitió a su alumno Rabí Jaim Vital cuáles son los medios apropiados para lograrlo (Shaar Ruaj Hakodesh pág. 88). Es necesario también poner cuidado de dónde sale el Dibuk del cuerpo, puesto que al salir produce daños. Por lo tanto, el Dibuk debe ser exorcizado a través del pulgar del pie, donde el perjuicio será menos significativo y no a través del ojo o de la cabeza.

A lo largo de las generaciones, en particular después del Ari, los cabalistas exorcizaron Dibuks siguiendo esa fórmula. Incluso nuestro maestro, el Rav Tzvi Yehuda Kook, le escribió al Rav Moshé Yaacov Jarlap que su padre, el Rav Kook, había exorcizado a un Dibuk en Yafo en el año 5672 (1912).

Esa persona que sufría terriblemente, no conocía al Rav Kook y hablaba sólo árabe. Su Dibuk exigió que viniera el Rav Kook mismo y aseguró que seguiría sus instrucciones. Cuando estuvo en presencia del rabino, el hombre le habló en hebreo. El Rabino le ordenó al Dibuk salir de inmediato. El Dibuk se rió y gritó: “¡A través de su ojo! ¡A través de su cabeza!”. Nuevamente, el Rav Kook le ordenó: “¡A través del pulgar del pie izquierdo!”. Finalmente, después de negativas y de un tiempo transcurrido, el hombre gritó: “¡Ay, mi pie, mi pie!”. Rápidamente se mejoró (Igrot Rabeinu Harav Tzvi Yehuda Tzemaj Tzvi, pág. 40-41). El Rav Jarlap quedó muy impresionado por el relato de Rabí Tzvi Yehuda Kook y le escribió: “Sería conveniente que todos los detalles de este incidente sean registrados por escrito, para que sirva de ejemplo para las generaciones futuras y que los testigos entonces lo ratifiquen como corresponde” (Hed Harim, pág. 32).

Efectivamente, ante casos similares, así solían actuar los alumnos del Ari, para que se transformara en un recuerdo eterno que pudiese fortalecer la fe. Pero nuestro maestro, consideraba que no era interesante publicarlo; sino que por el contrario: “Este tipo de eventos toma importancia al ser difundido y el impacto es entonces exagerado” (Tzemaj Tzvi, Ibid). El Rav Tzvi Yehuda prefirió hacer pública la Torá y la fe auténtica, el temor a D’s y las buenas virtudes. Aún más, después de muchos años, indicó que este recuerdo había casi desaparecido de su memoria y si no hubiera sido por la correspondencia con el Rav Jarlap, lo habría olvidado por completo. Al final de esa carta, subraya que su padre: “no le daba importancia a ese tipo de relatos, porque no por ese tipo de cosas hay que glorificarse, sino a través de la realización de actos de misericordia, justicia y benevolencia; y del conocimiento y la comprensión de D’s” (Ibid).

Rabí Abraham Simja de Amtzislov relató en nombre de su tío, Rabí Jaim de Volozyn, el gran alumno del Gaón de Vilna, que “un espíritu malo había entrado en cierto judío de Vilna en el patio de la sinagoga. Hubo allí un gran tumulto por la reunión de las masas que vinieron a ver lo acontecido. El Gaón de Vilna abrió la ventana de su Beit Midrash para comprender el origen de ese ruido. Cuando el Dibuk vio al Gaón gritó: ‘Rabí, ¡¿de ti se trata cuando nos advierten en las alturas de Eliahu y de su Torá!? Si tu exiges que libere a este hombre, estaré obligado a hacerlo.’ Sin embargo, el Gaón de Vilna rechazó esa propuesta, diciendo: ‘Nunca quise tener nada con los Dibuks y no va a ser en este momento que comenzaré a hablar contigo’” (Introducción al “Midrash Ruth Hajadash”). Rabí Jaim de Volozyn escribe cómo el Gaón de Vilna logró alcanzar un nivel tan elevado: “Porque merecía la recompensa por el estudio de la Torá. Fue así como D’s le retribuyó por sus esfuerzos en la Torá”. Y el estudio de la Torá le abrió las puertas de la santidad que “lo llevaron a poseer el Ruaj Hakodesh” (Introducción al comentario del Gaón de Vilna acerca de Sifra Detzniuta). Por consiguiente, no hay por qué sorprenderse del exorcismo de un Dibuk. Debemos más bien impresionarnos de la grandeza del estudio de la Torá, del temor puro a D’s, de la profundidad de la fe y de las buenas virtudes.

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