3/25/2012

Rav Shlomoh Aviner: ¿Para qué ser un pueblo?


Para qué ser un pueblo? 

Pregunta: Nuestro pueblo ha renacido, y nos alegramos mucho por ello. Pero no podemos ignorar que la orientación general en la que se dirige el mundo civilizado es justamente universalista, como los pueblos europeos que se convierten en una misma entidad. Por qué no puede transformarse toda la humanidad en una gran familia?. Por qué debemos empecinarnos tanto en una identidad nacional disgregada, que genera tantos derramamientos de sangre?.
Respuesta: En efecto, encontramos en las enseñanzas de nuestros antiguos Rabanim (Rabinos) esas dos tendencias. Por un lado: "Cuán apreciado es el hombre, que fue creado a imagen y semejanza Divina" (Avot 3:18). Y por otro lado: "Cuán apreciados son los miembros de Am Israel, que fueron apodados 'hijos de D's'" (Ídem.). Pero no hay contradicción entre ambas posiciones - y ambas expresiones fueron dichas por un mismo sabio, el grandioso y famoso Rabí Akiva.
Es cierto que toda la humanidad es una gran familia, tenemos un mismo padre y un mismo D's que nos ha creado. Pero al mismo tiempo cada pueblo tiene su singularidad, su psicología colectiva, su genio nacional, o como expresan nuestros sabios su propio "ángel". De la misma forma que cada persona tiene su propia alma, también cada pueblo tiene su propia alma. Debemos fortalecer la paz entre los pueblos, y al mismo tiempo debemos tener cuidado que el proceso de globalización y mundializado no borre el carácter singular de cada pueblo.
Es cierto que nos apena y nos duele ver que el nacionalismo a veces genera derramamientos de sangre. Y no sólo el nacionalismo, sino que toda idea religiosa o social en manos de personas fanáticas puede generarlos. Es decir: No es la idea la que genera el derramamiento de sangre, sino que los fanáticos, que carecen de buenas virtudes, que creen que ellos poseen toda la verdad y toda la razón, y no pueden soportar que alguien sea distinto. De esa forma, el mundo se encuentra colmado de guerras en base al nacionalismo, la religión, la economía o la sociedad. A medida que el hombre se sublime, cuanto más puro y delicado sea su carácter, disminuirán las guerras.
Porque hay una contradicción interna entre el nacionalismo y la moral: El nacionalismo encierra en él cierto egoísmo colectivo. Ese egoísmo es necesario, porque cada pueblo debe garantizar su subsistencia antes que la subsistencia de los demás, para no ser perjudicado. Si hay una preocupación desmedida por los demás pueblos, es como un suicidio nacional.
Pero en cuanto a Am Israel, es distinto: La meta de su supervivencia no es para sí mismo, sino que para ser una bendición para todo el género humano, como le fue dicho a nuestro patriarca Avraham, el padre de la Nación de Israel: "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y tú serás una bendición" (Bereshit 12:2). En efecto, en los relatos de la Torá  vemos que él no sólo se preocupa por su familia, sino que de toda persona, se sacrifica por recibir huéspedes de todo pueblo, e incluso implora por los habitantes de Sdom (Sodoma). Por ello, fue apodado "padre de una multitud de naciones" (Bereshit 17:5), el padre de todo el género humano.
Entonces, por qué es necesaria una nación especial?. De la misma forma que la persona necesita de corazón, el género humano necesita de un pueblo central. Rabí Iehudá HaLevi escribe que Am Israel es el corazón de la humanidad (HaKuzari 2:36). No un corazón desconectado, no un corazón enorgullecido, ni un corazón congelado en un frigorífico, sino que un corazón vivo que hace fluir la vida a todos los miembros y órganos del cuerpo. De la misma forma que el amor por el corazón es el amor por todos los órganos, el amor por Am Israel es en realidad el amor por todo el género humano. Cuando nos esforzamos en nuestra tarea nacional, no se trata de un amor egoísta sino que de un amor universal.
En efecto, desde que se asentó Am Israel en su tierra, surgió de él un gran fulgor que se difundió en todos los pueblos del mundo, y les proporcionó felicidad y abundancia.
También a lo largo de las generaciones, cuando sufrimos tanto por los pueblos que nos rodeaban - "todas las naciones me cercaron… cercáronme como abejas" (Tehilim 118:10-12) - no cesamos ni por un instante de rezar por su felicidad y éxito, y sellamos nuestros tres rezos diarios con "Aleinu Leshabeaj" (plegaria diaria), para el bien y el bienestar de todo el género humano.
Amamos a toda persona sobre la faz de la tierra, pero nuestro amor por Am Israel es más profundo. Ahora, es nuestro deber reforzar los vínculos de amor entre nosotros, dentro nuestro, y cuando culminemos esa tarea, comenzaremos a marchar en dirección a la paz mundial. 

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