5/31/2011

La palabra de D's



La palabra de D's

(Tal Jermón - Torá, Pág. 116-119)

Pregunta: Si la Torá es un conjunto de pautas correctas y justas para vivir según ellas, es decir, un código moral - también los gentiles tienen lo que opinar al respecto. ¿Cuál fue la innovación con la aparición de la Torá en el mundo? ¡También los gentiles poseen normas morales!

Respuesta: Toda la sabiduría, toda la ciencia y la moralidad que se expresa en el hombre, son humanas. La Torá, es algo Divino. ¡No es una persona que habla, sino que D’s habla! “Y habló D’s todas estas palabras, diciendo” (Shmot 20:1).

Hoy en día la humanidad se ha hartado de escuchar hablar al hombre. Los filósofos investigaron y analizaron racionalmente, cada uno por su camino; uno opina así, otro opina de otra forma, todo es incierto, y propusieron soluciones contradictorias. El hombre se encontraba confundido y defraudado del frío pensamiento analítico. Entonces, llegaron los místicos, que intentaron colmar el vacío con vivencias espirituales, cuando cada secta sostenía con fervor que ella representa la verdad auténtica. ¡Incluso hubo quien se atrevió a decir - según sus discípulos y los discípulos de ellos - que él es el dios mismo, y no solo el portador de la palabra Divina! La persona se encuentra frente a todo ese aluvión con desconfianza, con todas sus incertidumbres, vacío, cínico y desesperanzado. El hombre quiere saber cuál es su camino en forma absoluta, quiere que le digan qué debe hacer, quiere que alguien venga y le diga con certeza qué es lo que debe ser hecho, le muestre cuál es el camino, le señale el sendero. Ya esta harto de todos esos balbuceos. Pero nosotros nos hartamos hace miles de años: Ya vimos en Egipto todo lo que la cultura humana puede proporcionarnos, ahora queremos saber nuestro camino. Hasta ahora, el hombre buscó a D’s, y ahora, el D’s busca al hombre - esa es la Torá.
Esa es la innovación revolucionaria de la Torá; D’s le habla al hombre. La fe en un D’s que es la causa inicial y el origen de todo, de una entidad eterna que existe forzosamente, no es patrimonio exclusivo nuestro. También los filósofos hablaron de un dios que existe forzosamente, origen de toda la existencia. Pero el dios de ellos está muy lejano, “en el cielo” (ver Daat Elokim, en el libro Ikvei Atzon, del Rav Kuk). ¿Qué le dice un dios como ese, filosófico y lejano, al hombre? ¿Qué aporta a su vida? ¿Qué relación hay entre la existencia Divina y la vida del hombre? El hombre se busca a si mismo, busca su papel en la vida; ¿cuál es la diferencia si allá en lo alto hay alguna entidad o no? Ese no es el punto que la Torá viene a innovar: “No tenían ninguna duda que forzosamente existe una entidad, sino que la innovación que ahora les comunicó y ordenó creer, es que ‘Yo soy el Eterno, Tu D’s’ - Yo, la entidad cuya existencia es forzosa, soy tu D's, es decir, quien te guía. Y esa es la raíz de ese mandamiento, que creamos que la misma entidad que nosotros entendemos que existe necesariamente... es el origen de las mitzvot y las prohibiciones” (Darshot Aran 9). Ese es el punto álgido de la Torá: D’s está interesado en el hombre, le habla, para dirigirlo y elevarlo. Él no se encuentra en el Olimpo, y abandonó al hombre en su desmoronamiento hacia un precipicio, sino que se preocupa e interviene, dirige y señala “el sendero por el que irán y las acciones a hacer”.
En la entrega de la Torá, D’s deposita en nuestras manos un regalo; Su guía, que en forma esquemática se encentra formulada en los diez mandamientos, en los que están insinuadas todas las mitzvot. Y el corazón de los diez mandamientos, es la frase inicial: “Yo soy el Eterno, Tu D’s”. Yo estoy dentro de la existencia, soy Tu Señor, quien te dirige, que se encuentra dentro de tu vida, en todos tus caminos. Eso es todo. Lo demás, es la pormenorización detallada de esa gigantesca frase.

Y eso no es todo: Ese D’s, nuestro Señor, que nos dirige, es el D’s “que te saqué de la tierra de Egipto” - “Y de esa forma tendrás fe en la unicidad plena, cuando creas que sus ojos siempre están posados en la tierra, y observa la conducta de la persona y juzga su corazón y pensamientos. Porque quien no tiene fe en quien nos sacó de Egipto, en realidad tampoco tiene fe en el Señor, Tu D’s, y su unicidad no es plena, porque esa es la sgulá (característica espiritual intrínseca) de Am Israel (el Pueblo de Israel) a diferencia de todos los demás pueblos, y esa es la base de toda la Torá” (Olat Rehayá Bet, Pág. 475, acotaciones), porque la supervisión Divina del mundo, y su intervención para dirigirlo en su camino, es notoria en la extracción de Am Israel de Egipto. Si no fuese por la sgulá de Am Israel, por el papel singular de Am Israel - imbuir la existencia con la palabra de D’s y la salvación del mundo - ¡la extracción de Am Israel de Egipto es algo totalmente incomprensible! ¿Para qué tantas complicaciones? ¿Cuál es la lógica? Tomar un pueblo que estaba dentro de otro, a través de procesos tan dolorosos, y después expulsar pueblos que habitaban una tierra para introducir a ese pueblo en su lugar... Tiene sentido solo si reconocemos el valor singular de ese pueblo, que revela en su historia la presencia Divina en el mundo y en la humanidad, que el profundo misterio de su creación requiere que sea cristalizado en el crisol de Egipto y a través de las luchas con los pueblos de la tierra de Knaan. Reconocer la existencia de D’s y tener fe en su unicidad, es tener fe en “El eterno de Israel”. La historia de Am Israel es la historia de la revelación del Nombre de D’s en la existencia. No se puede tener una fe auténtica, sin tener fe en Am Israel.

Hubo una vez una producción televisiva, en la que fue descrito un pequeño niño de color, que se imagina a D’s: Un anciano, con una luenga barba blanca, rodeado de una corte de ángeles, y por supuesto, también él es negro. Él le ordena a un ángel que eche un vistazo al mundo desde el balcón, y le cuente qué ocurre allí abajo. El ángel mira, se lamenta, e informa: Las cosas no van bien, hay contiendas y peleas, el asunto esta muy feo. ¿Qué haremos? Él tiene una idea: Escogeremos un pueblo, tomaremos un lugar apacible y agradable donde vivirá, y allí lo cuidaremos y velaremos por su existencia, para que por lo menos haya algo bueno en el mundo. El anciano (es decir, dios) toma un globo terráqueo, hace girar su índice, y elige por azar un sitio en el mundo. ¿Qué está escrito allí? “Knaan”. ¡Bueno, que sea! Pero, ¡qué complicación!: ¡El pueblo que tiene que llegar allí, se encuentra en Egipto, y justamente la tierra de Knaan está ocupada por otros pueblos, los Knaanitas! No hay más remedio, ya tomamos una resolución: Hay que sacar a ese pueblo por medio de milagros y diez plagas, abrir el Iam Suf, y librar batallas para que llegue a esa tierra...
Ese programa fue criticado y excomulgado por los representantes de todas las corrientes religiosas cristianas, pero si no se tiene fe en la sgulá de Am Israel, es difícil imaginarse las cosas de otra forma.



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