9/20/2010

La fiera humana



La fiera humana
Pregunta: El Ramba”m describe el hundimiento del género humano, nivel tras nivel, hasta que surgió nuestro patriarca Avraham. Y nuevamente un hundimiento hasta nuestro Rav Moshé (Hiljot Avoda Zara, Cáp. 1). Pero según la interpretación sencilla de los versículos tal parece que no se trata de un descenso teológico, sino que una corrupción de los deseos y la moral: Kain asesinó, y también Lemej. La generación del Diluvio – que pecó robando. La generación de la Torre de Babel – que despreció el valor del hombre, cuando si caía una persona y moría no les importaba, pero si caía un ladrillo, se sentaban y lloraban: ¿Qué será de nosotros? ¿Cuándo podremos traer otro ladrillo en su lugar? (Pirkei DeRabí Eliezer, Cáp. 4). El episodio de Sdom y Amorá, la maldad de Egipto. Todo eso no parece ser una equivocación de pensamiento o de fe. ¿Acaso se trata de la fiera humana que irrumpe?
Respuesta: El culto a otros dioses no es sólo una equivocación en el plano de la fe, sino que toda una concepción que le da legitimización e incluso santifica todo instinto del hombre, incluso los más bajos, animales y bestiales. Por ello, sus dioses son descritos como salvajes, que están ocupados todo el tiempo con la envidia y la venganza, el asesinato y las relaciones prohibidas.
En los pueblos idólatras le rindieron culto a los animales y las fieras. No porque realmente pensaron que se trata de entidades elevadas – no eran tan tontos – sino que se trata de la admiración de la fuerza animal y fiera que hay en ellos (ver More Nebujim 1:1, en cuanto al término “Tzelem”). Ellos le rindieron culto a las bestias y los animales, es decir, la bestialidad y la animalidad.
En la India - el país idólatra - el sacrificio de seres humanos y el quemado de la viuda en vida junto con el cuerpo de su difunto marido fueron prohibidos sólo por los británicos.
Incluso el cristianismo – que es considerada una fe monoteísta – tiene mucha idolatría escondida, y derramó mucha sangre.
La cultura occidental contemporánea – descendiente de la cultura griega antigua – colocó como valor superior el placer, diciendo que el mundo es un mundo para gozar. Y nosotros, discípulos de nuestro patriarca Avraham, creemos que el mundo es un mundo de deber como es expresado en el libro “Mesilat Iesharim” (Cáp. 1). Por supuesto, no estamos en contra del placer correcto, pero no es el ideal de la vida: No es un valor, es una necesidad. En contraste, la cultura occidental estará de acuerdo con cumplir la obligación a condición que sea placentera.
Por ello, siempre debemos cuidarnos de la fiera que se esconde en el hombre. La generación de la Torre de Babel dijo “construyamos una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo, y nos haremos famosos” (Bereshit 11:4) – se proponían competir con D’s. “Todos tenían por intención el culto a otros dioses” (Sanhedrin 101A). Pero la consecuencia fue la corrupción moral, y el castigo fue que se transformaron en monos, espíritus y demonios… No se está refiriendo a una interpretación literal, sino que personas que en realidad son monos por dentro – y esa es también la interpretación de demonios.
Así explica el Ramba”m lo que dijeron nuestros sabios respecto al versículo “y vivió Adam ciento treinta años, y engendró a su semejanza, conforme a su imagen” (Bereshit 5:3) – “todos esos 130 años que el hombre fue excomulgado, traía a luz espíritus” (Irubin 18B, Bereshit Rabah 20:24). “Es decir, demonios” (More Nebujim 1:7). “No es una persona, sino que un animal con apariencia de persona, que es capaz de dañar y hacer el mal, lo que no pueden hacer los demás animales” (More Nebujim 1:7). Un demonio es una persona en apariencia, pero por dentro un animal – mucho más peligroso que un animal común.
El Rav Kuk explica que la concepción evolutiva – según la cual el origen del hombre es el animal – es como una espada de doble filo, que puede ser para bien o para mal, D’s no lo permita. Por un lado, “se dirá cuando lo ataque algún mal espíritu y lo impulse a alguna avidez excesiva para una criatura como él, que su fuente es la bestialidad y el burdo salvajismo” (Orot HaKodesh Bet 543). A pesar que el hombre es salvaje, no es tan malo. Por otro lado “cuando tome en cuenta el pasado, eso lo fortalecerá con temor, porque tendrá presente la terrible bajeza de antaño, y sentirá que cuando pervierte sus caminos puede llegar a caer en esa misma oscura bajeza” (Orot HaKodesh Bet 543).
Ten cuidado, hombre, tú llegas del animal, cuídate mucho que no vuelvas allí, “a través de la corrección de sus caminos y acciones, privadas y sociales, un gran resplandor que va alumbrando en una elevación sin límite, más y más, se encuentra a su frente” (Orot HaKodesh Bet 543).